CAPÍTULO 33

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Justo cuando estaba a punto de caer en la oscuridad, el peso del tipo se quitó de encima de mí. Escuché un estruendo y el sonido de una riña. Me forcé a abrir los ojos que me escocían; volví mi cabeza hacia el sonido en el momento de ver a Natasha golpear al tipo contra la pared. Ella retiró su brazo y le dio un puñetazo en el rostro ya sangriento.

¡Natasha está aquí! Mi corazón tartamudeó en mi pecho. El pánico retrocedió. Sonreí débilmente, intentando desesperadamente mantener mis ojos abiertos. Traté de darme la vuelta para poder levantarme a gatas, pero me faltaba tanto la coordinación que casi rodé fuera de la cama. Natasha lanzó al tipo al suelo, gritando blasfemias mientras que lo pateaba en el estómago y pecho. Su rostro era la imagen de la rabia. Realmente me sentí un poco asustada por el tipo en el suelo que cubría su cabeza con sus brazos y trataba de enroscarse como una pelota.

Alguien más corrió dentro del cuarto y agarró a Tasha, retirándole del tipo en el suelo. Natasha todavía se azotaba violentamente, tratando de liberarse de los brazos que le retenían. Su cara con enojo asesino. Entrecerré los ojos a través de la confusión y me percaté de que era Steve quien le sostenía. Él decía algo en el oído de Natasha, sosteniéndole fuertemente. La cabeza de Natasha se giró bruscamente en mi dirección y su rostro se suavizó al instante. Asintió y se calmó inmediatamente. Steve le dejó ir y Natasha corrió a mi lado, agarrándome por los hombros y levantándome para sentarme mientras ella envolvía sus brazos alrededor de mí.

—¿Mierda, Wanda, estás bien? Él ha... —Se fue apagando, mirándome horrorizada.

Sepulté mi cara en el lado de su cuello y aspiré su delicioso aroma mientras agarraba la parte frontal de su camiseta. No podía detener las lágrimas silenciosas que caían por mi rostro. Fui casi violada y ella me salvó. Estuvo tan cerca. Si ella hubiera llegado sólo unos minutos después habría sido demasiado tarde.

Los brazos de Natasha se apretaron alrededor de mí mientras me acariciaba la espalda, meciéndome dulcemente. Forcé uno de mis pesados brazos alrededor de su cuello, aunque hacerlo costara casi toda mi fuerza. Me agarré a ella tan fuerte como pude mientras me atraía a su regazo, murmurando palabras tranquilizantes de que estaba allí y que yo estaba a salvo. Podía escucharle hablándole a Steve, pero parecía estar lejos o algo así en vez de pegada a mí.

—¿Tengo que llevarla al hospital? ¿O qué debería hacer? —preguntó Natasha, pareciendo casi desesperada.

—No, encontré un paquete de Ambien en su bolsillo. Es un sedante. Si le ha dado eso entonces sólo tienes que dejarla dormir. El hospital no haría nada y si ella fuera a tener una reacción ya la habría tenido. Sólo acuéstala —contestó Steve. Yo sabía por conversaciones anteriores con ella que Jack era un doctor residente en el hospital, así que sabía de lo que hablaba. Natasha obviamente confió en su opinión.

Sus brazos se apretaron alrededor de mí.

—Wanda, te voy a llevar a casa, ¿vale? ¿Puedes oírme? —preguntó mientras me cambiaba de sitio en sus brazos.

Asentí, pero no me molesté en abrir los ojos. Apreté mi brazo en su cuello mientras era zarandeada. Entreabrí los ojos, que se estremecieron con la luz del cuarto, para ver que ella estaba de pie y cargándome. Se pavoneó sin esfuerzo fuera del cuarto, dirigiéndose por el salón, pasando entre la gente mientras murmuraba perdón aquí y allá. La fiesta aún continuaba, inconsciente de lo que casi me había pasado. Un llanto a mi derecha agarró mi atención.

Eché un vistazo para ver que Pietro iba trastabillando detrás de nosotros, llorando sin control. Traté de sonreír de modo tranquilizador, pero estaba demasiado cansada. El aire fresco arremetió contra mi cara haciéndome gemir y apretarme más contra Natasha cuando se me puso la carne de gallina.

—Entra en el asiento trasero, Pietro; la acostaré contigo así podrás cuidarla. Mierda, sus padres van a volverse locos —masculló Natasha. Me estremecí al pensar en mis padres. No puedo ir a casa así, ¡nunca me permitirán salir otra vez hasta el día que muera!

—No quiero irme a casa, no me hagas ir a casa —grazné contra el cuello de Natasha, agarrando mi mano en su cabello mientras me movía y acostaba mi cabeza en algo suave. No moví la mano, no dejando así que se retirara—. Por favor, Tasha, mis padres me matarán. —Le rogué con los ojos.

Suspiró y buscó detrás de ella, tirando de mi mano de su cabello sin esfuerzo. Frunció el ceño y pareció que estuviera tratando de decidir algo antes de gruñir y asentir.

—¿Qué tal si te llevo a la mía? —ofreció, mirando de mí hacia Pietro. Giré la cabeza mirando a Pietro y me di cuenta de que tenía la cabeza en su regazo.

—Pero se supone que ella se queda en mi casa esta noche. —Pietro sacudió la cabeza con tristeza, obviamente sabiendo que ambos estábamos en serios problemas por esto.

Natasha se enderezó y asintió.

—Pueden los dos quedarse en la mía. Envía un mensaje a tus padres y diles que han decidido eso en vez de quedarse en casa de Wanda —ordenó Natasha mientras movía mis piernas suavemente y después volvía a alejarse, cerrando la puerta del coche de un portazo.

Pietro sonrió débilmente y sacó su móvil.


Lo miré como disculpándome, pero él sólo sonrió y me acarició la cara suavemente.

—Ahora ya ha pasado todo, Wanda. No te preocupes, Natasha lo tiene bajo control —susurró.

Le sonreí y cerré los ojos. Sabía que tenía razón, Natasha lo tenía todo bajo control y sólo estar aquí con ella hacía que todo estuviese bien. No necesitaba preocuparme por nada cuando estaba cerca de mí.

Vagamente fui consciente de ser movida de nuevo, esta vez no tuve ni siquiera fuerzas para aferrarme a ella mientras me llevaba a Dios sabe dónde. Sentí que me colocaba en algo suave y agarré su camisa débilmente, no dejándole alejarse de mí.

—¿Dónde estamos? —murmuré, forzándome a abrir los ojos, pero la habitación estaba bastante oscura, así que no pude hacer nada.

—Estás en mi casa. Ahora todo está bien. Pietro va a dormir contigo y yo dormiré en el sofá. ¿Necesitas algo? —preguntó, acomodando suavemente el cabello de mi rostro.

Sus dedos dejaron un rastro ardiente a lo largo de mi mejilla.

—Necesito que te quedes conmigo. —La arrastré más cerca de mí mientras me acurrucaba más en la cama.

Debería haber adivinado dónde estaba, su olor en todo a mi alrededor me hacía sentir segura y contenida.

—No puedo, Wanda —susurró, sacudiendo lentamente la cabeza mientras sus ojos se movían detrás de mí.

Sentí que me hundía en la cama mientras Pietro se colocaba al otro lado.


Agarré a Natasha, apreté su camisa, la necesitaba a mi lado esa noche. No quería que se fuera.


—¿Por favor? —rogué, tratando de no llorar.

Ella suspiró y asintió.

—Me quedaré hasta que te duermas. —Se sentó en el suelo junto a la cama y me tomó de la mano, trazando círculos en la parte de atrás con el pulgar. Le sonreí agradecida y ella sonrió con ternura, mientras su otra mano acariciaba mi cabello en voz baja—. Duérmete —susurró. Asentí con la cabeza y cerré los ojos de nuevo, agarrando su mano como un bien preciado para mi vida, temerosa de dejarla ir, porque yo sabía que ella se levantaría y partiría.

Después de unos minutos de silencio, sentí su mano dejar la mía. Traté de abrir los ojos, pero no pude. Ahora necesitaba dormir y no podía luchar más.

—Tú eres Tasha, ¿no? La Tasha de Wanda. —Oí decir a Pietro detrás de mí.

—Sí —respondió Romanoff. Algo suave presionó contra la parte superior de mi cabeza. ¿Eran sus labios? ¿Acaba de besar la parte superior de mi cabeza? Sonreí, pero no importaba lo mucho que lo intentara, no podía abrir los ojos.

—Hablaremos de eso por la mañana. Duerme un poco, Pietro —murmuró. Oí abrirse y cerrarse la puerta, pero no pude recordar nada más. 

Cuando el verano termina  (Adaptación Wandanat)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ