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Dalila POV's

Al bajar por las escaleras intento tomar varias respiraciones profundas, tranquilizar los absurdos latidos acelerados de mi corazón y recordarme que puedo con lo que sea, no importa que tan intimidante y apuesto sea Alexandro.

Mi cabello húmedo por la reciente ducha está sujeto en una trenza floja, algunos mechones rebeldes bailando sobre mi rostro. Nunca había usado una pijama tan cómoda y suave en toda mi vida, supongo que el material es de seda. Paso las palmas de mis manos por la fina tela, con un último suspiro camino ahora por la sala de estar.

Me detengo al ver al italiano con una copa de vino de frente al gran ventanal; como dijo, parece haber también tomado un baño. Es extraño presenciar su parte más informal. Lleva puesto un pantalón de chandal, acompañado de una simple camiseta negra y en los pies nada más que calcetines grises. Me agrada poder ser testigo de ésto, se lo ve mucho más relajado, de entre casa, a hogar.

La lluvia no ha cesado ni un poco, las gruesas gotas se pegan al vidrio y resbalan hasta simplemente desaparecer. El clima es una locura fuera, ya es lo bastante tarde para comenzar a replantearse el hecho de aceptar la invitación y pasar la noche aquí.

Alexandro no necesita escuchar mi voz para saber que estoy en la habitación, se vuelve a mí casi al instante. Me mira de la cabeza a los pies, ida y vuelta, una ligera sonrisa asoma en sus bellos labios.

—Hola—Él ríe entre dientes, ronco y de una forma que se me hace extrañamente excitante. Puede que esa no haya sido la mejor forma de romper el hielo.

—Dalila—Hace un leve gesto con la cabeza en señal de que me acerque a él. Lo hago con tranquilidad, observo la dulce bebida que está tomando.

Me acomodo al lado del italiano, también visualizando como el cielo se abre en una tormenta que parece no querer tener fin. Me gusta el clima así, tiene algo de relajante entre tanto caos. Recorro las vistas frente a mí; los edificios imponentes iluminando la gran manzana, las espesas y oscuras nubes asomándose sobre la ciudad. Sombrío, frío, algo peligroso. No quisiera estar allí afuera ahora mismo.

—¿Nadie te ayuda a manejar las tareas que da mantener el departamento?—Me animo a preguntar. Paso la lengua por mis labios, algo resecos y ansiosos por vino.

Los oscuros ojos de Alexandro se vuelven a mí.

—Mayra, pero sólo unas pocas veces a la semana—Explica—No me gusta tener gente en mi hogar—Asiento algo incómoda. ¿Después de todo quizás debería marcharme?—Aunque siempre hay una excepción a la regla—Alza una de sus cejas, no hace falta que diga más.

De inmediato me relajo, mis hombros se destensan, un suave suspiro se escapa entre mis labios.

Llego a la conclusión de que el italiano es mucho más reservado de lo que creí, bueno si no te gusta si quiera tener a tú alrededor a la mujer que te ayuda en los quehaceres de tú propia casa, eso da una clara y alta señal: es tal vez algo, por no decir mucho, solitario. ¿Podría ser? En el casino no fue especialmente sociable, respondiendo lo justo a preguntas sobre sus negocios en Italia e ignorando a aquellos que no le interesaban.

—¿Te gustaría algo de vino, Dalila?

Salgo de mis pensamientos al oír su grave voz. Asiento encantada, nada me vendría mejor. Pero cuando él hace el amago de retirarse para ir en busca de mi propia copa, con delicadeza extiendo mi mano y tomo la suya. El hombre queda a medio camino. Nuestros dedos se rozan, una sensación cálida y reconfortante como eléctrica me recorre el cuerpo por completo. Algo sorprendido me la cede, una lenta sonrisa se forma en mis labios mientras doy un escaso sorbo que me deja con ganas de más.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now