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Dalila POV's





Tres días se convierten en una semana, y yo sigo juntando los pedazos, todavía sin poder sentirme entera desde que terminamos.

Realmente me esfuerzo porque no se note. Continúo haciendo horas extras en el gimnasio para mantener mi mente distraída respecto a cualquier cosa que tenga que ver con él, pero en las noches es diferente. Ya no tengo un cuerpo cálido que me abrace, ni que susurre palabras dulces en mi oído. Y su ausencia se siente. Tanto que duele.

Así que sonrío mucho. Es mi nuevo escudo. Pretender estar bien hasta que realmente lo esté.

Katherine no se traga el cuento, e intenta llegar a mi. Pero encerré mi corazón en esta clase de muro emocional, dónde no permito que mis sentimientos salgan afuera. Reconozco que es perjudicial, porque a veces siento que me ahogo con tanto adentro.

Sin embargo, ¿de qué me serviría hablarlo? no cambiará nada. No hará que Alexandro me ame, ni tampoco que me olvide de él, lo que desearía con todas mis fuerzas poder hacer.

Inspiro hondo, llevándome la taza de café a los labios, mirando a través de la ventana como los gordos copos de nieve caen desde el cielo. Escucho ruido detrás mio, no me doy la vuelta, es Kat, preparando otra noche de chicas. Últimamente hemos tenido demasiadas de esas. Su excusa fue que debemos convivir más (como si vivir en un mismo departamento no fuera suficiente de compartir) pero la verdad es que la rubia usa el recurso de las pijamadas para tenerme vigilada. No me enojo con ella, yo haría exactamente lo mismo, porque es mi familia y me preocupa. Aunque empiezo a pensar que está exagerando.

—¿Qué te parecen unos malvaviscos? también tenemos palomitas de maíz.—Su cantarina voz llega desde mis espaldas. Giro la cabeza solo un poco, mirándola sobre mi hombro.

—Suena bien—Dibujo una media sonrisa, pero sé que el gesto no llega a mis ojos.

El rostro de Katherine decae un poco, probablemente leyendo más de lo que me gustaría en mi respuesta; me da igual lo que vayamos a comer. Por un instante la culpa me invade, así que esbozo una sonrisa más grande, esa que aprendí a fingir, a la que recurro cuando quiero tranquilizarla. Ella agita las pestañas y dando unos cortos aplausos, festeja que tengamos una maratón de las películas de Harry Potter.

Me vuelvo a la ventana antes de que mi sonrisa se desvanezca, dándole otro sorbo al café, inevitablemente me preguntó dónde estará. ¿Quizás en el trabajo? Es la primera opción que salta a mi mente. No tiene amigos y detesta acudir a eventos. Aunque es un poco tarde, pero ahora que tiene más tiempo libre sin mi, tal vez lo dedica por completo a sus oficinas. ¿Me extrañará?

Suspiro. Me doy cuenta de que es un nuevo hábito que desarrollé en estos dias. Estoy bien y de pronto mis pensamientos divagan hacia él. A veces mi cerebro busca joderme, más de lo que ya lo hace, y me imagino  a Alexandro con otra mujer. Con su gran y posesiva mano en una cintura estrecha, guiándola hacía alguna habitación de hotel, tal como lo hicimos nosotros. Definitivamente me torturo a mi misma. Suelto una breve risa. Maldita masoquista.

—¿De qué te ríes?—Mis hombros se tensan, y el agarre que tengo sobre la manija de la taza se aprieta.

Carraspeo.

—Oh, recordé algo que ocurrió en el gimnasio—Miento con descaro.

También está eso. Con tal de eludir cualquier camino que pueda llevar directa o indirectamente hacia él, yo... miento. Cambio el rumbo de la conversación, finjo no entender las claras insinuaciones de Kat, o tan solo pongo en mi cara esa maldita sonrisa, y elijo no contestar.

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora