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Alexandro POV's

Con algunos vasos de brandy dentro de mi sistema, la dulce bebida corre por mis venas, aunque permanezco intacto. Por lo que no me detengo a la hora de tomar la botella y servirme otro más mientras leo los papeles sobre la mesa.

Pero mi mente está muy lejos de enfocarse en los números que aparecen impresos allí. Paso la mano por mi cabello, y con la otra, aprieto más mi agarre sobre el vaso de vidrio.

Me obligo a estudiar los cálculos. Hay dinero que tengo que entrar al país, y las cantidades son absurdas. Pero es posible. Con el funcionamiento del casino se ha hecho más fácil, y el restaurante es una buena ayuda para limpiar el resto. Luego lo pongo a andar. En cuentas bancarias, aquí y allá. Una vez que es legal y está en circulación, nadie puede decirme nada. El dinero limpio no llama la atención de los federales, y para mi tipo de negocio, los detalles importan. Así que eso es lo que hago. Me aseguro de estar tranquilo y aparentar formar parte del mundo empresarial sin levantar sospechas. Nada sería peor que tener al gobierno de los Estados Unidos detrás mío. En Italia es diferente. Otros contactos.

Suspiro, diciéndome que tengo que tener toda mi energía puesta en esto cuando mis pensamientos divagan otra vez con la imagen de un único rostro.

Un gruñido de frustración cae de mis labios.

Estiro mi brazo y busco el celular que está a unos metros. Puedo llamar a los muchachos para que me pongan al día con el estado de la situación en Italia. Aunque recién hace unas cuantas horas que me fui, esto servirá para ponerme en eje, dado que el papeleo no parece bastar.  Pero entonces me distraigo con el icono de esa aplicación de las fotografías. Imbécil, susurro. Porque una fuerza mayor que yo tira de mi y me hace apretar el icono. Una foto reciente de Dalila aparece en el inicio. Esto es nuevo. Trago saliva. Durante este tiempo no estuvo muy activa. Me conformé con fotos antiguas, deslizando el dedo por su perfil, una y otra vez.

Fue publicada hace veinte minutos, y tiene otro vestido. Está fenomenal.

Mi entrecejo se arruga. ¿Qué diablos estoy haciendo? ¿Otra vez acechando, Alexandro? bufo.

Por favor, no puedo jugar al sorprendido, como si fuera la primera vez que hago esto. Lo hice en repetidas ocasiones y aunque sigo sin saber muy bien como funciona la aplicación, mejoré mucho, y todo por entrar aquí a ver.

A verla específicamente a ella.

Con los ojos clavados en la pantalla me doy cuenta de que, al menos por hoy, es inútil que siga intentando trabajar. No voy a lograrlo.

Inquieto me levanto de la silla con un movimiento brusco. Dejo atrás el papeleo que se supone que tendría que estar revisando, y el celular, que con un golpe seco termina entre medio de las hojas.

Trabajo, y más trabajo, eso es a lo que me he dedicado los pasados dos meses, y todas esas horas puestas en construir mi imperio, el esfuerzo, tanto físico como mental, se fueron por el caño cuando la volví a ver.  Porque ahora no hago más que revivir el momento en el que nuestras miradas se encontraron.

¿Qué dice eso? que es un jodido peligro para mi. Que ella es una distracción. Jodidamente hermosa, pero una amenaza para mi cordura.

Si no logro poner por delante los negocios, las obligaciones que conlleva tener el apellido Cavicchini, y sólo porque la ví por unos pobres minutos. Mierda. Que se enciendan las alarmas.

Le doy un largo trago a la bebida. Mis dedos se hunden más entre las gruesas hebras de mí pelo, y les doy un tirón. Un segundo después, dejo el vaso sobre la fina madera italiana de la mesa.

Comienzo a pasearme por la habitación, abriendo un surco de punta a punta en la suite presidencial, reprendiéndome por no estar cumpliendo con mis obligaciones.

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora