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Dalila POV'S

Retengo el aliento ante la imagen que se desenvuelve frente a mi; no deja de asombrarme lo atractivo que Alexandro puede llegar a ser vestido impecablemente con un traje de diseño, el cuál no hace más que sumarle un tremendo porte imponente y jodidamente sexy. Allí recostado sobre el sofá, con las piernas ligeramente abiertas y la verga dura fuera. Me desestabiliza por completo lo magnífico que es, lo mucho que el deseo explota en cada molécula de mi cuerpo mientras lo observo.

Paso saliva con dificultad, absorbiendo ahora con especial detalle la prominente erección del italiano. Cierro mi mano en un agarre fuerte sobre el sofá, buscando cualquier apoyo que me sirva lo suficiente de sustento.

Desplazo la mirada por toda su polla; de un grosor ancho y un largo intimidante.

Inconscientemente jadeo por el asombro, y no tengo más opción que apretar con fuerza los muslos debajo del vestido al ver cuando comienza a acariciarse a sí mismo.

—¿Te gusta lo que ves, bella bruna?—Puro egocentrismo, tinte de orgullo e incluso burla.

Jamás creí que me excitaría tan rápido al ver la intimidad de un hombre, pero resulta que sí. Mis bragas están empapadas, y los músculos de mi vagina se contraen al rededor del vacío del aire, pidiendo a gritos que me llenen de una maldita vez por todas. Es casi doloroso... casi.

No soy capaz de apartar la atención de su miembro, por lo que sólo asiendo. Gimo al comprobar como el italiano aprieta ligeramente la punta rojiza, en consecuencia, algunas gotas preseminales deslizándose por su polla.

El escenario es hipnótico, casi hechizante.

Mi pulso se acelera al escucharlo gruñir ronco. Pasando a su rostro me quedo embelesada por cómo mantiene el ceño levemente fruncido, la mirada salvaje y el cuerpo algo tenso. Suspira pesadamente, el pecho moviéndose ida y vuelta al compás de su trabajado aliento mientras continúa masturbándose.

Sin embargo el ritmo que emplea Alexandro es lento, aunque si constante. Las gruesas venas dibujadas en su longitud parecen palpitar con cada sacudida que su pene da al rededor de su propia mano, dirigiendo toda la sangre a la punta brillante. Paso la lengua por mis labios, preguntándome cuál será su gusto si pruebo ponerlo dentro de mi boca.

—Joder—Mascullo.

No me doy cuenta de que me aproximo más a él hasta que siento el trasero en el borde del mullido almohadón.

—¿Sabes en qué estoy pensando, Dalila?—Ruge las palabras a través de ese acento que tanto me gusta.

—No—Exhalo en un jadeo.

Es como si estuviera fuera de mi cuerpo, las emociones demasiado intensas, nada similar a lo que haya experimentado alguna vez.

In te, maledizione. Anche se, ad essere onesti, non è la prima volta che mi masturbo per tuo conto, usando immagini profane di te per saziare il mio appetito (En ti, maldita sea. Aunque para ser honesto, ésta no es la primera vez que me masturbo en tú nombre, usando imágenes profanas de ti para saciar mi apetito)—La lujuria con la que me mira, el calor abrasador que desprenden esos dos pozos negros suyos, logran arrebatarme el aliento.

No necesito más que oír el claro deseo que transmite su voz para hacerme a una idea de cuál podría ser su respuesta, y entonces, de un momento a otro me encuentro a mi misma acortando los pocos pasos de distancia que nos separan. Mis piernas se mueven con decisión hasta él, la molestia de mi propia necesidad rozándose en la parte interna de entre mis muslos. 

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now