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Dalila POV'S



—Espera un segundo—Dice Alexandro, estrechando los ojos, rebuscando dentro de un cajón en la mesa de noche.

Entonces, ocurre algo que me deja impresionada.

—¿Usas gafas?—Abro la boca, sorprendida.

El italiano arquea una ceja, sonriendo cuando suelto otro sonido, cayendo en la cuenta de que el hombre Armani necesita de gafas para ver con claridad a distancias cercanas. Me lo quedo viendo, repasando cómo las facciones de su rostro se suavizan y cambian radicalmente. El marco es negro, muy serio, pero malditamente caliente. No tenía idea de que me gustaban los tipos con lentes hasta que lo vi a él.

—Ya puedes cerrar la boca—Presiona mi mentón hacia arriba.

Me acomodo hacía él, acercándome al poner mis manos en sus mejillas, revisando la manera tan brusca en la que parece completamente otra persona. Joder, está malditamente apuesto, ya lo es sin gafas, pero oh Dios, es una mezcla entre alguien muy dulce e intimidante. Acaricio su rostro, con las inmensas ganas latentes de atrapar mi boca con la suya.

—¿Por qué no me dijiste?—Sonrío.

Su ceño se frunce—¿Tenía qué?

Niego—No, pero me habría gustado—En realidad, lo que quiero decirle es que me hubiese encantado verlo así mucho antes. Por favor, el italiano parece uno de esos modelos de revistas de salud.

Me atrae más a su cuerpo, pero me da la vuelta, con mi espalda pegada a su pecho y sus brazos envueltos alrededor mío. Pone el teléfono en mis manos, recordándome en lo que estábamos. Me río, pronto, estoy deslizando el dedo por la pantalla para enseñarle.

—Este es mi perfil—Digo—, mis fotos, las personas que sigo y aquí quiénes me siguen.

Lo escucho farfullando, y por el rabillo del ojo lo veo acomodarse el marco de los lentes. Me muerdo el labio para no sonreír. Mierda, le quiero comer la cara a besos.

—Tienes muchos de esos—Apunta con su largo dedo.

—¿Seguidores?—Arqueo una ceja, volviéndome ligeramente hacía él.

La verdad es que no son tantos pero supongo que cuando estás descubriendo que existe algo más fuera de las páginas de números, documentos, y el internet que empleas para trabajar, se le ha explotado la cabeza con toda la información. Me carcajeo con la idea de estarle mostrando algo tan nuevo, al menos para él, lo que todavía no comprendo como alguien a sus plenos y jóvenes veintiocho años de edad y en la época tan avanzada en la que estamos, desconoce o decide no usar. Sin embargo me gusta que esté lo suficientemente curioso para indagar en mis perfiles. Me agrada el pensamiento de estarle enseñando algo, sobre todo luego de las clases intensivas que él me ha estado dando respecto a otros ámbitos. Sonrío, apretando los muslos al hacer memoria.

—Si—Gruñe. Me llama la atención el matiz de disgusto que guarda al final.

—La mayoría los conozco, otros no—Respondo.

—¿Permites que desconocidos vean tus fotos, Dalila?—Descontento y con tinte muy severo, con cuidado pero decisión, es que se hace él mismo de mi celular.

Alzo las cejas, observando cómo desliza hacia abajo por el contenido que he estado poniendo estas semanas. Con el entrecejo fruncido se enfoca plenamente en ello, dándole clic a una imagen en particular; yo, vestida con ropa deportiva frente al espejo, posando con una sonrisa. No voy a negar que me da cierta pena que él lo esté viendo, no lo sé, es raro. Pero aún así no lo paro, porque en primera instancia, dudo mucho que lo deje ir, y segundo, me parece de lo más guapo con las gafas y no quiero que se las quite hasta que sea sumamente necesario. Aprovecharé cada segundo de Alexandro luciendo así; relajado, abrazándome y con esa mezcla de hombre imponente pero cálido.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now