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Alexandro POV's



Soy la clase de hombre que detesta causar un alboroto en público. El tipo de hombre que evita a toda costa los conflictos cuando hay demasiados ojos observando porque considera que su vida privada es eso. Privada. Por lo que esa idea de privacidad es un gran pilar dentro de la casa que construí de reglas y normas que seguir de Alexandro.

Ahora me arriesgo a decir que la casa está en remodelación, lo que no sería una completa sorpresa. Diría que no es más que la consecuencia de lo que Dalila desencadenó desde el primer día en que la ví. Cada día con ella, cada beso, cada roce, caricia y sonrisa, no hacía más que hacer temblar otra vez los cimientos de lo que creía correcto. Susurrando que algo estaba cambiando.

La seriedad del asunto es que se trata sobre las cosas que me enseñaron, que están muy bien arraigadas porque las aprendí muy bien. De ahí mi reticencia a dejarme llevar. A admitir que puedo sentir algo más que no sea violencia y ambición. Reglas. Normas. Orden. La receta perfecta para un Alexandro frío y calculador.

Sin embargo, esa receta está fracasando, porque es evidente que algunos de mis viejos pilares están cayendo y siendo reemplazados por unos completamente diferentes.

Como...

Oh, ya sé.

No toques a mi maldita mujer. Mucho menos las beses.

Pero ese Alexandro, el controlador, el que tiene bien sujeta a la bestia, me mira desde una esquina del salón Blanco, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho, regañándome por permitir que este remolino de sentimientos se desate.

A la mierda con ese Alexandro. A la mierda con mantener siempre la compostura. A la mierda con ese boxeador de mierda.

Mis pasos son largos y firmes y en menos de un segundo sorteo a las parejas que se encuentran bailando, atravesando el salón para llegar a ella. Lo hago justo cuando ambos se separan, y no se me pasa por alto el porqué de eso. Mi Dalila es quien rompe el beso, y aparta al bastardo suavemente del pecho. Niega con la cabeza, diciéndole algo. Aunque logro distinguir un claro "no" salir de sus labios.

No.

Ella dijo que no.

En medio de la furia y los celos algo todavía más peligroso se desata.

Tiñe mi visión de rojo y es primario, salvaje, sentido de protección y todo lo que no tienes que hacer si no deseas desatar mi ira.

No tengo que ser un erudito para saber que Dalila no quería ese beso. Porque además de expresarlo, su cuerpo también habla. Está tensa, e incómoda, con los músculos de sus hombros ajustados y los ojos muy abiertos.

La tomó desprevenida. Aprovechó que estaba distraída para hacerlo. Lo que elimina de inmediato la suposición de que ellos dos son más que amigos. No voy a mentir, es un puto alivio. Sin embargo, el imbécil acaba de cruzar los límites, y no sólo para mi, Dalila también está disgustada. ¿Por qué la besó? no lo hizo hasta que me vió aquí, de pie, pensando en las mil y un maneras disponibles a mi alcance para desaparecerlo sobre la faz de la tierra.

¿Quería obtener una reacción mía? bueno, lo hizo. ¿Esperaba marcar territorio? ¿Enviarme un mensaje? pobre idiota. Tiene dos problemas. Uno; creer tener las pelotas para meterse conmigo. Porque ahora va a tener que demostrar que así es. Dos; Para hacerlo utilizó a la única persona que no debía. Grave error.

En el instante en que llego a ellos la latina levanta la cabeza notando mi presencia y parpadea, sorprendida. Me basta sólo un segundo de conexión de nuestras miradas para saber que ella jamás me perdonaría arruinar la boda de su hermano por causa de una escena de celos. Porque todavía está enojada y muy herida por como la traté en el pasado. Así que tengo que contenerme para no entrelazar sus dedos con los míos y guiarla fuera del salón.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now