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Dalila POV'S


Dibujo una sonrisa educada mientras Jaxon se despide con un leve asentimiento de cabeza, no sin bromear una vez más sobre las donas. Entonces, mi sonrisa se transforma en una risa suave, y en todo el proceso siento unos ojos negros afilados y listos para devorarme desde el otro lado de la cocina.

Alexandro no se ha movido ni un sólo centímetro desde que llegó, enderezando su estructura intimidante a la misma vez que su rostro se mantiene en un gesto crudo e impaciente. Como si eso no fuera suficiente, no es hasta que Jaxon hace el intento de abandonar la habitación que el italiano disfruta de incomodarlo todavía más, permaneciendo en esa posición severa, como un gran muro de músculos que destila peligro y poder. Sin intenciones de hacerse a un costado.

Jaxon carraspea, un leve rubor se esparce por sus mejillas. Arqueo una ceja en desaprobación. No estábamos haciendo nada y no entiendo porqué se empeña en ser tan osco con uno de los pocos empleados que tuvo la gentileza de hablarme. Pero si lo que pienso es cierto, la causa de su evidente malhumor se debe a sus celos.

Tomo una de las donas de mi plato para morder la esponjosa masa bañada en azúcar glas, masticando mientras espero a que Alexandro abandone el juego que él mismo comenzó.

Pero por supuesto que no lo hace.

—Terminaré con el papeleo antes de la hora del almuerzo—Doy otro mordisco a la dona. Cuando me encuentro con la mirada de Alexandro, las llamas en sus ojos centellean con mayor intensidad. En silencio lo reprendo por su falta de modales. No suele ser así. Puede que alguien muy serio y distante, pero conoce cómo comportarse.

El pobre Jaxon ya no sabe qué hacer para que su jefe se aparte de una vez por todas, se peina el cabello con los dedos, desajusta el nudo de su corbata y hasta inspira hondo para controlar sus evidentes nervios. Alexandro lo observa con un matiz amenazante, presionando la mandíbula.

Niego en silencio comenzando a reducir los pocos metros que nos distancian dispuesta a intervenir para que esta ridiculez acabe. Repito; no estábamos haciendo nada malo y creo que está exagerando. Pero es en el preciso instante en que mis pies se mueven que el hombre Armani parece decidir que se ha cansado de castigar a uno de los miembros de su personal. Se corre sólo lo suficiente para que Jaxon se vaya, teniendo igualmente este último que aguantar la respiración porque le ha dado tan poco margen de espacio, a penas una salida estrecha y tan humillante, que no le queda de otra.

Lo hizo a propósito.

Le doy el último mordisco a la masa, limpiando con la yema de mi dedo gordo los restos de azúcar que residen en mis comisuras.

—¿Ocurre algo?—Frunzo el entrecejo, fingiendo no registrar el leve chasquido que su mandíbula ejerce, caminando con tranquilidad hasta quedar frente a él. Levanto la barbilla en un esfuerzo de que la diferencia de altura entre nosotros no me haga parecer menos firme, poniendo los brazos a cada lado de mis caderas.

Puede que no esté lista para poner afuera mis sentimiento pero creo que él tampoco lo está. Así que, se trata de dos malditos negadores.

Es cierto que no tengo experiencia alguna con las relaciones pero tendría que ser demasiado despistada para no registrar lo que está sucediendo aquí. No es que Alexandro sea muy sutil de todos modos. Yo no lo fui en aquél evento en donde ví por primera vez a Vannia, y si bien no entendió lo que me pasaba hasta que prácticamente le escupí en la cara lo rabiosa que me puso aquella escena que se desenvolvió delante de mis ojos. Él intuía que algo (eso en específico) me había jodido la noche.

Por otra parte, ni yo misma lo quise reconocer hasta que el italiano me presionó. Suspiro.

¿Ya dije que somos dos testarudos de mierda?

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now