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Dalila POV'S


Jamás esperé ver cruzar por la puerta de entrada del gimnasio a la hermana de Alexandro, pero aquí está, caminando con su usual balanceo de caderas y sonrisa traviesa, aunque eso no es todo, porque tengo que agregar que a su lado viene nada más ni nada menos que mi amiga la rubia.

Ambas se llevan mucha atención proviniente del sector masculino, los deportistas musculosos y no tan bien portados como deberían, prácticamente babean al recaer en la italiana y la rubia. No es hasta que Andrea les lanza una mirada fulminante que vuelven a sus respectivos entrenamientos, sonriendo de costado y aún interesados en ellas mientras se hacen que levantan sus pesas y no las ojean por los espejos amurados a la pared.

Que asquerosos, por favor.

Me centro en las chicas, aún impresionada pero genuinamente contenta con que mi amiga me esté visitando, casi nunca viene.

Sin embargo me percato de que Kat está más que roja, tal vez un tanto ansiosa porque la vea por primera vez con Andrea, aunque eso no debería de preocuparle. La manera en la que sus ojos resplandecen y una pequeña sonrisa adorna sus delgados labios es más que suficiente para que al verlas juntas cierta calidez me invada. Ni siquiera comprendo porqué mi opinión en esto tendría algún peso, quizás porque estoy en algo con Alexandro, pero aún así eso no tendría nada que ver con lo de ellas. Son cosas separadas. Es sólo de su incumbencia con quién sale, no mía

Les correspondo el simpático gesto a ambas una vez salgo del aturdimiento, admirando con cariño como es que Katherine permite que Andrea la tome de la mano mientras terminan de hacer su camino en mi dirección. Me encanta verla tan feliz, se lo merece.

Es entonces que con los brazos cruzados sobre mi pecho y parte de mi peso recargado sobre una de las columnas del edificio me enderezo, llevando detrás de mis hombros mi negro cabello, riendo cuando Andrea me guiña el ojo y se acerca para darme dos besos en la mejilla. Con delicadeza es que sacude una pelusa de mi ropa. La italiana se distancia, tomándome gentilmente por los brazos al mirarme.

—Esa blusa te sienta espectacular, dime luego dónde la has conseguido—Me quedo perpleja. Busco con los ojos a Kat quien se encoje de hombros y ríe suavemente. Supongo que está acostumbrada.

Mentiría si dijera que Alexandro no es tan o más directa que su hermana, así que también tengo algo de manejo en el campo de los cumplidos imprevistos y miradas sugerentes. Tal cuál como el hombre Armani, pero incluso todavía más extravagante, Andrea es alguien que va al hueso y ser coqueta es una de las cosas más destacables de su burbujeante personalidad.

—No será un problema—Le digo. Sus ojos recorren mi rostro asintiendo lentamente, carraspea y mira a Kat.

—Dile a tú amiga porqué estamos aquí—Tira de la rubia más cerca de su cuerpo, pasando el agarre de su mano en una caricia delicada alrededor de la estrecha cintura. El rostro de Kat arde de un colorado intenso, removiéndose en sus pies con cierta incomodidad.

Oh si, le cuesta un poco eso de mostrar afecto en público.

Divertida es que me las quedo viendo, porque al igual que a mi, Andrea la descoloca forzándola a salir de su zona de confort. Aunque en su caso principalmente porque es la primera vez que sale oficialmente con una mujer, los besos en la Universidad para experimentar y pasar el rato no cuentan, y creo que lo está comprobando en éste último tiempo.

—Vamos, Dulce Kat, habla—La alienta.

Jesús.

Aprieto los labios en una línea, reteniendo la carcajada que asoma con deslizarse por mi garganta. Joder, la italiana la tiene muy mal.

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora