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Dalila POV'S


Jamás había visto a Bruno tan nervioso en mi vida, tampoco he tenido la oportunidad, pero sin dudas esa ocasión se ha presentado ahora.

El chico suda nervios por todos lados, la frente chorreante y la nuca con gruesas gotas de agua. Frunzo el ceño, ¿En serio así es que va a entrar al ring? Miro a Gabriel quién esconde una sonrisa tirando de sus labios, medio entretenido por la vista del jóven boxeador a sólo minutos de entrar a su primera pelea.

Estar aquí además de ser emocionante, entusiasmada por presenciar mi primera pelea de boxeo, es una buena manera de mantener la mente concentrada en otra cosa que no sea en un italiano de metro noventa, ojos negros y personalidad intimidante. También es una buena forma de no pensar en Cristina, que de sólo  recordar nuestra pelea de ayer el estómago se me tuerce en un nudo.

De regreso a Alexandro, entiendo nuestro acuerdo pero así y todo no puedo mentir, el hombre Armani se ha desvanecido en el aire y creí que al menos tendría el gesto de escribirme más. Tal vez, querer saber cómo es que me ha ido estos días sin él. Pero llegué a la conclusión de que si así lo fuera, si verdaderamente estuviera interesado, buscaría la forma de dejarme saber. En una estúpida llamada, o en más mensajes.

Eso me hace plantearme que quizás Cristina no haya estado tan errada, después de todo, nuestro trato no incluía comunicación a parte de la necesaria para acordar nuestros íntimos encuentros, aunque aún así, anhelaba algo más. Chasqueo la lengua, profundamente disgustada conmigo misma por sentirme de tal manera; decepcionada y abandonada.

Sacudo ligeramente la cabeza, no voy a darle más vueltas.

—¿Gabriel?—Llamo al coach sin quitarle los ojos de encima al rubio que está sentado en la silla, con los codos sobre sus rodillas y los guantes ya puestos. La cabeza ligeramente inclinada, repiquetando los pies contra el suelo.

Él me mira acercándose cuando le hago un vago gesto con la cabeza. El hombre se pone a mi lado, bebiendo de su botella de agua con tranquilidad. Tira un poco del lazo que sostiene su gafete de prioridad, el mismo que cuelga de mi cuello, debido a que pertenecemos al equipo preparativo de Bruno.

—¿Cuánto tiempo nos queda?—Inquiero. 

De fondo y por fuera del camerino se escuchan las voces de varias personas, caminando entre los pasillos y dando los últimos detalles al evento. Por el altavoz se oye al presentador, dictando un par de avisos y generando así más bullicio por parte del público.

Aunque ésta no es una pelea de gran tamaño, y a penas si hemos conseguido que el rostro de Bruno salga en un artículo para el diario, varios aficionados del deporte asisten para pasar el rato y disfrutar, por lo que el establecimiento está a reventar. Y aquí, el pobre grandote que me pasé más de dos meses entrenando con mucha dedicación, persistencia y esfuerzo, parece que está a punto de hacerse en sus pantalones.

No lo culpo, puede que yo también estaría igual.

Gabriel se rasca la poca barba que tiene, dándole un vistazo al enorme reloj con estética deportiva que descansa en su muñeca.

—Algo así como diez minutos—Dirige su atención a Bruno, riendo en silencio—No te preocupes, en el ring estará bien, tiene qué, debe tener todos los sentidos alerta.

Asiento, no muy convencida—Tal vez una charla emotiva le de un último empujón de confianza—Los dos mantenemos el tono bajo, sin querer en lo absoluto que Bruno se ponga aún más ansioso al oírnos.

Entonces de pronto y en un arranque muy brusco, el rubio se levanta de la silla. La urgencia mostrándose en los rasgos de su endurecido rostro cuando intenta sacarse los guantes en un intento fallido. Gabriel arquea una ceja, mirándolo curioso.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now