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Dalila POV'S


Alexandro es fiel a su promesa, regresando conmigo media horas después de haberme acomodado en su coche.

La calefacción está al máximo cuando abre la puerta del conductor, la ráfaga de frío y ventisca azotando el espacio mientras ocupa su lugar. La nieve continúa cayendo y no tiene intenciones de detenerse en un buen rato. Me lo quedo viendo, esperando su siguiente movimiento, analizando por la expresión que trae la gravedad de mi falta.

Lo comprendo.

Después de tener sexo por primera vez si yo hubiera sido la ignorada estaría jodidamente molesta y herida.

Aún sin mirarme Alexandro tira de la palanca bajo su asiento, ampliando el rango de distancia entre él y el volante, lo que es bastante si tenemos en cuenta lo alto que es. El italiano se voltea a mi, suspirando con pesadez.

Al final, murmura con severidad;

—Ven aquí—Hace un gesto con la cabeza hacia su regazo. Abro los ojos, sin entender. ¿Va a hacer eso de las nalgadas ahora? Esboza una pequeña sonrisa, leyendo mi mente—No va a suceder ahora. Pero no me hagas repetirlo porque entonces no me va a interesar que estemos en un estacionamiento. Siéntate en mis piernas.

Joder.

Lo he puesto de un humor muy exigente.

Me lleva una que otra maniobra cumplir con su orden, pasando encima de la palanca de cambios al dejar mi asiento, poniendo mis muslos a cada lado de sus piernas y mi pecho rozándose con el suyo. La calidez dentro del coche me ha llevado a deshacerme de la bufanda y el abrigo, ahora con las palmas de Alexandro deslizándose por mi espalda. Suspiro del gusto, apoyándome con mis manos sobre sus hombros.

—¿Tú teléfono está fallando, Dalila?—La ligera grieta que había corrompido su gesto brusco se ha esfumado, regresando a tener la mandíbula apretada y una mirada filosa.

Me muerdo el labio inferior, nerviosa.

—Sólo fue un día—Me justifico. Y no fue lo mejor que se me podría haber ocurrido decir.

Inspira profundo, exhalando lentamente.

—Te hice una pregunta. ¿Necesitas que te compre uno nuevo?—Enarca una ceja.

—No—Niego. El rubor se esparce por mis mejillas.

—Porque me he metido en esa mierda de las llamadas por ti y resulta que ahora no me contestas cuando te busco—Espeta—Jodidamente furioso y preocupado, así es como me tuviste estas últimas veinticuatro horas—Abro la boca—, y ni siquiera pienses en decírmelo. Sí, estoy maldiciendo y lo haré hasta que me canse de ello, porque estoy malditamente cabreado—Recalca, bufando.

—No quise preocuparte—Digo. El aire se estanca en mi garganta cuando sus manos van más hacia abajo, ahuecando mi culo. Sus ojos resplandecen con burla debido a mi reacción.

—Es muy confuso para mi estar reclamando. No soy la clase de hombre que va detrás de una mujer—Se acerca más, pasando la punta de su nariz por mi mejilla, la línea de mi cuello y hombro. Lo siento llenar de aire sus pulmones, emborrachándose con mi perfume—¿Por qué no me contestaste?—Planta un beso sobre la tela del suéter. Me sacudo entre sus brazos, derritiéndome ante su toque. Ni siquiera estamos piel con piel que aquí estoy yo desarmándome con sólo una caricia.

—Necesitaba tiempo y algo de espacio—Susurro, cerrando los párpados antes la sensación de sus dientes tirando del lóbulo de mi oreja.

Alexandro se pone muy rígido.

—¿Tiempo y espacio lejos de mi?—Su aliento golpea contra el costado de mi rostro y mientras me pienso mi respuesta él envuelve una vez más en el calor de su boca la parte más sensible de mi oreja. Me agito, aferrándome a sus brazos.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now