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Dalila POV'S



El agua está gratamente templada cuando nos metemos dentro de la bañera y se siente aún mejor al tener los firmes brazos de Alexandro envolviéndome desde la cintura, presionando mi espalda desnuda contra su pecho. Me relajo, suspirando del gusto por las burbujas y el aroma a rosas que impregna el aire. Las luces de las velas son lo único que ilumina la habitación, dándole al espacio un aire íntimo y tranquilo.

—Vamos a lavarte—Lo escucho murmurar en mi oído, estirándose para dar con la barra de jabón. Frota sus manos y pronto, con sus palmas está acariciando mis hombros y cuello—¿Cómo te sientes?

—Muy bien—Vuelvo a suspirar, cerrando por un instante los párpados.

Alexandro se ríe ronco, su cálido aliento en mi mejilla.

—En serio te gustan los baños, ¿eh?—Inquiere. Asiento, sintiéndolo ir hacia mis pechos masajeando con suavidad. Gimo—Vas a terminar haciendo que también me gusten.

—Están muy bien—Concuerdo—, me encantan las velas, por cierto—Agrego, consciente de cómo aprieta con gentileza mis pezones. No puedo evitar gemir otra vez.

—No lo decía por eso, bella bruna—Me da un beso en el cuello, subiendo lentamente hasta el lóbulo de mi oreja.

—¿Entonces?—La respiración se me vuelve pesada. Presiono los muslos por debajo del agua.

—¿Crees que estoy aquí por las burbujas? Estoy sacando algo de esto, Dalila, y eso eres tú; desnuda y contra mi cuerpo—Sonrío, girando la cabeza hacía él.

—¿Me estás diciendo que has comprado velas y aromatizantes sólo por mi?

—¿Por quién más seria?—Me da un corto beso—, yo soy de los que se dan una ducha rápida y fría por la mañana, pero si a ti te agrada pasar el tiempo aquí hasta salir como una pasa de uva, al menos que sea repleta de las cosas que te agradan.

La respiración se me queda a medio camino, porque la dura erección del italiano está presionando en la curva de mi trasero, y yo me remuevo.

Después de por fin haber tenido sexo llegué a la aterradora conclusión de que será muy difícil no querer volver a repetirlo. Una, y otra, tras otra maldita vez. Hasta que ambos estemos sudados y hechos un completo desastre.

—Oh, pensé que lo hacías por mera amabilidad—Bromeo. Él se vuelve a reír, enjuagando mis tetas. Deja a un costado el jabón, bajando las resbaladizas palmas por mi estómago sin detenerse.

—Abre las piernas para mi—Ni siquiera lo dudo. Sonríe contra mi piel—¿Duele?—Las puntas de sus dedos se pierden en mis muslos internos, limpiando la zona con sumo cuidado, acercándose cada vez más a mi vagina.

Me estremezco.

No voy a mentir, es una sensación muy extraña. Tengo leves molestias y definitivamente puedo decir que algo ha cambiado, pero con la delicadeza del hombre Armani y sus lindos mimos, me he distendido lo bastante para que el resto del dolor comience a disiparse. Sin embargo continúa allí y no creo que se vaya a ir hasta dentro de unos días. ¿Quizás? no lo sé a ciencia cierta, tal vez Kat me lo pueda aclarar luego.

Oh Kat, se pondrá como una loca cuando se lo cuente.

También, ¿debería conversar con ella sobre la charla que hemos tenido antes con Alexandro? ¿Qué dirá la rubia?

Me sorprendió tanta franqueza por parte del hombre Armani, porque hasta el momento ha sido muy bueno para eludir todo asunto derivado de su trabajo, familia o amigos. No me dió miedo, más bien lo contrario. La curiosidad me carcome desde dentro. El italiano admitió sin tapujos que no rehuye a los negocios o tratos sucios y que su fin en esta ciudad es ser el mejor en ellos. ¿Qué tan literal será eso? Comprendería que en sus reuniones fuera quizás muy apasionado, amenazante y dominante. Tiene el don de hacer que cualquiera a su alrededor se sienta intimidado con una simple mirada mordaz. Por lo que, ¿a qué en específico se refería con ser alguien malo? Por favor, el hombre está en una bañera adornada con velas de aroma canela y aceites de rosas.

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora