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Dalila POV'S

Mi despertar es mucho más cálido y familiar de lo habitual; envuelta en el agarre firme del italiano, con su cabeza hundida en el hueco de mi cuello, sus brazos alrededor de mi figura y una mano curiosa justo por encima de mi teta derecha. Me río en silencio cuando se acomoda, entrelazando nuestras piernas aún más por debajo de las sábanas y aspirando mi perfume.

Me estiro hacia la mesa de luz, preguntándome cuánto falta para que la alarma suene. Usualmente soy de esas que atrasan cinco minutos más el tener que levantarse y empezar con el día, pero el calor abrasador del abrazo de Alexandro me ha despertado antes de tiempo. La cama ha quedado un tanto chica para los dos, así que estuvimos obligados, no de una mala manera, a pasar la noche muy pegados.

No fue en lo absoluto incómodo, pero si por alguna de esas casualidades me moviera un centímetro más en el colchón, me temo que alguno de los dos terminaría con un golpe seco sobre el suelo.

Con algo de esfuerzo y cuidado es que alcanzo mi celular, el hombre Armani no me lo pone muy fácil, pero una vez que tengo el aparato en mis manos es que suelto una maldición para mis adentros.

Todavía me queda media hora más antes de tener que dejar la cama y poner el café en la máquina.

Detesto despertarme antes que la alarma haya sonado. Siento que pierdo tiempo de descanso, y me encanta dormir, pero en el momento en el que mis párpados están abiertos no hay marcha atrás. Con delicadeza deposito el celular nuevamente en su sitio, volviéndome al hombre de hombros anchos y pecho fuerte, admirando la manera en la que su ceño está ligeramente fruncido mientras duerme. No lo pienso demasiado al trazar con la punta de mi dedo la línea de su entrecejo, bajando por su nariz y pasando por los pómulos. Alexandro inspira hondo, aferrándose con más ganas a mi cintura.

No es hasta que su rostro se relaja por completo que la expresión se le vuelve mucho más juvenil, siempre apuesto, pero más distendido y despreocupado.

Los latidos de mi corazón comienzan a acelerarse conforme pasan los segundos. Continúo contemplando sus rasgos, la balleza masculina e indudable que posee, y por un segundo me preguntó cómo sería despertaste todos los días a su lado. Tan pronto como esa idea llega a mi mente, sacudo la cabeza para alejarla. No tendría ni que imaginarlo, mucho menos desearlo.

Un suspiro es arrebatado de mis labios. 

Le doy un besito en la punta de la nariz con la intención de no interrumpir más su sueño, que tenga esos minutos de más le harán muy bien. Ayer ha intentado no demostrar lo agotado que se encontraba, pero las leves ojeras en sus ojos lo habían delatado, además de la expresión un tanto tensa.

Aún así se mantuvo abierto a los pedidos míos, consintiéndome a Kat y a mi con eso de las mascarillas, un tanto gruñón, pero al final divertido con la limpieza facial y los consejos que la rubia le daba sobre el cuidado de la piel y lo mucho que la hidratación tiene que ver con ello.

Sonrío de forma inconsciente.

Es inexplicable para mi cuando el sentimiento de querer atenderlo, mimarlo y estar ahí para él, me asalta. No lo considero raro, porque Alexandro lo hizo conmigo más veces de las que puedo enumerar, por lo que es lógico que quiera darle algo de vuelta, pero si me genera cierta inquietud esto de ansiar protegerlo y cuidarlo.

Quizás debería.

Quitarle algo de ese estrés que carga sobre sus hombros, despejarlo un rato de esas responsabilidades que intuyo lo afligen.

Todavía con la mirada fija en su rostro, me aventuro a bajar por su torso descubierto, recostado con la camisa desabrochada y los boxers, parece un jodido ángel de cabello negro y pestañas largas. Contextura intimidante pero un interior tan dulce que te sorprenderías.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now