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Alexandro POV'S



Si tengo que volver a sonreír una vez más estoy seguro que tendré calambres en los músculos del rostro.

Esto me pasa por tener negocios con una amiga de Andrea, o lo que sea de ella, con mi hermana nunca se sabe. Debería haber comprado todas las acciones del Anémona, pero también entiendo que siempre es mejor mover el dinero de a poco. Nada que llame demasiado la atención, jamás me ha gustado tener que lidiar con las consecuencias después.

—¿Estás de acuerdo, Alexandro?—Ella me sonríe coqueta, y yo le devuelvo el gesto, sólo que algo más tenso.

No.

Ni siquiera sé de qué está hablando.

Me pone muy difícil ser cordial cuando todo lo que se me antoja es espetarle en la cara que no me interesa cenar con ella o cualquier tipo de actividad que la involucre directa o indirectamente. Porque habla hasta por los codos, sus pobres intentos de chistes no dan risa y  lo más importante; ni siquiera me agrada. Pero me mantengo más cortes que con el resto, la simple razón; manejamos un restaurante juntos, y por más que quiera ignorar su irritante rostro, tengo que lidiar con la mocosa hasta que tenga todos los papeles del Anémona a mi nombre.

A todo ésto, ¿Dónde está Dalila?

No me molesto en ocultar mi poco interés en lo que Vannia está diciendo cuando recorro el salón con la mirada en busca de la bella bruna. ¿Se fue con Katherine? El ceño se me frunce de inmediato ante la idea, no lo creo, quedamos en volver a vernos una vez encuentre a su amiga la charlatana. Joder, otra más, en todo el camino hasta el hotel no hacía más que divagar de entre un tema de conversación a otro. Pero no me quejo demasiado, parece buena chica y a Dalila le gusta pasar tiempo con ella.

Entonces todo mi cuerpo se relaja al dar con la latina, joder, que preciosa que está. Admiro la forma de sus caderas, la estrecha cintura y esos bonitos pechos que tuve el privilegio de devorar. No obstante, llama mi atención lo muy concentrada que parece charlar con su amiga, y me percato de que algo parece estarle molestando. ¿Alguien del personal del hotel no la trató bien? Tal vez, Enzo le volvió a hablar. Ese búlgaro me está dando más que un dolor de cabeza.

Sin embargo, me voy a hacer cargo de él más tarde, si es que se metió con Dalila. Por el momento, y muy a mi pesar, tenemos una futura reunión que tratar.

Deslizo nuevamente la mirada por el cuerpo de la bella bruna. Sin duda la ropa de diseñador le sienta muchísimo mejor que la deportiva que suele llevar, pero que no se mal entienda, estaría perfecta hasta con una sábana. Sólo son preferencias personales. De un tiempo en adelante, me aseguraré que su armario esté repleto de Armani.

El pensamiento me agrada de sobremanera, y pronto concluyo que la quiero de vuelta en mi cama. Tal vez pueda convencerla de pasar la noche conmigo, aunque por alguna estúpida razón se niegue a dormir a mi lado.

Comprendo nuestro acuerdo y estoy dispuesto a cumplir con mi parte, pero una jodida noche a la semana es una burla para todo lo que planeo hacerle.

¿Por qué le exigí sólo una cena cada siete días?

Me las voy a tener que ingeniar para arreglar eso. En mi defensa, la apuesta en la partida de póker fue mucho antes de que la probara como realmente quería, o lo más cercano a ello, todavía nos queda mucho por delante.

Sin embargo, también respeto sus pautas. Ninguno de los dos olvida de que ésto es meramente destinado para el placer físico, y llegado el momento tendremos que despedirnos. Eso no quita que quiera darle lo mejor, porque no es sólo que se lo merezca, si no que es realmente fácil querer consentirla. Tanto así que he cedido en más de una petición con Dalila, muy caprichosa y testaruda. Se ha echo una costumbre bastante placentera, de hecho. Aunque de eso la bella bruna no tiene porqué enterarse, mucho menos mi hermana, que me joderia hasta el final de los tiempos. No obstante estoy cómodo con nuestro inminente final, es lo mejor para ambos.

Esclava del PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora