027

52K 2.1K 585
                                    

Dalila POV'S


El tiempo pasa extrañamente lento el día de hoy. Después de entrenar a Bruno y de que se marche no fueron más que otros clientes acudiendo al gimnasio por propósitos personales, lo que está bien, pero es mucho más divertido entrenar a los deportistas. Así que aquí estoy, despidiendo a mi último cliente, esforzándome para no arrastrar los pies por el cansancio, mis párpados pesados y con un increíble dolor en la espalda baja. Suspiro por el agotamiento de una jornada ocupada, sin embargo, sonriendo cuando Sandra se acerca a mi lado con una taza de café.

—Creí que lo necesitarías antes de irte a casa, ¿te regresas en taxi?

Meneo la cabeza, pensando en que el metro es mi más fiel mejor amigo; barato y rápido. Sobretodo si ya está anocheciendo. Jamás falla para cruzar la ciudad en unos pocos minutos, en cambio con otros métodos de transporte hay que lidiar con el tráfico.

—Metro—Le doy un sorbo a la humeante taza, adorando en silencio los días previos al invierno. Sandra peina su cabello hacia atrás, acomodándose en su asiento.

Es increíble lo rápido que el otoño ha pasado, comenzando a desvanecerse aquél tiempo destinado a las hojas anaranjadas, las calabazas talladas y la ventisca, abriendo paso a los árboles desprovistos de sus colores cálidos, la escarcha, lluvias heladas y la calefacción al máximo. El aire de Nueva York está cada vez más frío, la nieve asomándose conforme nos aproximamos a finales de noviembre, cerca de la fecha de acción de gracias y luego las fiestas.

Katherine ama la Navidad, es la que más se entusiasma con los obsequios, prepara el chocolate caliente y no nos olvidemos del pavo al horno, también estoy casi cien por ciento segura de que desde agosto empieza acumular latas de salsa de arándanos.

—¿Estás ansiosa por las vacaciones? tienes dos semanas libres, ¿vas a viajar?—Aplasto los labios en una delgada línea.

—No lo creo, quizás me quede en el departamento—Me encojo de hombros—, pero si tienes un sitio ideal para pasar las fiestas podrías darme el dato—La miro, esbozando una sonrisa. Ella me corresponde, ajustando su abrigo y suspirando.

—Mi esposo quiere que salgamos del país, algo así como París bajo la nieve, o puede que Londres—Me sorprende que no se muestre muy emocionada, más bien como si se tratara de un tema irritante, con los labios en una mueca tensa y el cuerpo semi rígido—, preferiría quedarme a trabajar.

—Te mereces descansar, Sandra—Arqueo una ceja—, vives por este sitio, unas semanas sin ti no harán que todo se derrumbe.

Bufa—Lo sé, pero tú no estarás para controlarlo, me tendré que fiar de Zaida.

Me río, bebiendo una vez más—Ella lo hará bien, es un tanto distraída, pero si le dejas anotado lo que se debe hacer entonces lo hará funcionar.

—Esa chica tiene la cabeza donde están los pies.

La carcajada corrompe mi garganta, porque es cierto, si bien no tenemos una estrecha relación ni nada parecido, las veces que nos hemos encontrado he presenciado cómo le han dicho una y otra vez cuáles son sus obligaciones, pero le tenemos paciencia, porque es muy buena para armar los planes de entrenamiento y es una chica linda, sólo que algo dispersa.

Me levanto del asiento, estirando las piernas y devolviéndole la taza con el café a medio terminar, Sandra lo acepta mirándome con simpatía.

—Ten cuidado al salir. Nos vemos mañana—Asiento, colocándome el abrigo y la bufanda, por supuesto que también el gorro tejido a mano por Kat.

—No cierres demasiado tarde—Camino hacia la puerta, dándole una última mirada antes de retirarme.

Ella hace un gesto con la mano. El gimnasio estaría vacío si no fuera a excepción de nosotras dos, pero a eso de las siete una ola de empleados de oficina recae en el edificio dispuestos a despejar la mente y mover el cuerpo después de largas horas frente a una computadora.  Sandra me sonríe nuevamente y yo le devuelvo el gesto antes de unirme a la multitud de gente fuera, acelerando el paso conforme el frio me atraviesa. La punta de la nariz se me pone muy roja y yo me encojo dentro de mi abrigo, rezando en silencio para llegar rápido a la estación del metro.



Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now