09

90.6K 3.3K 441
                                    

Dalila POV's

—No creo que así sea—Niego levemente.

Alexandro sonríe más abiertamente, brillante y vivaz. Me quedo observándolo por un momento, es difícil no hacerlo constantemente cuando es alguien tan apuesto.

—Por favor, Dalila—Arquea una ceja. Extiende su mano para ayudarme a ponerme de pie.

Los dos somos un desastre de sudor, con la ropa deportiva arrugada y las mejillas rojas por el esfuerzo. Suelto una risa entre dientes, todavía nos queda un poco antes de terminar por completo con el entrenamiento. Me aseguro en su agarre dejando atrás el suelo, con mis piernas adoloridas y ligeramente temblando.

—Estas peor que yo, bella bruna—Niego con diversión.

—No sea tan presumido, Señor Cavicchini—Regaño en broma. Su semblante se torna algo serio pero entendiendo que sólo me estoy metiendo con él, un gesto de diversión termina por curvarse en sus labios.

Potrei abituarmi al fatto che mi chiami così, forse (podría acostumbrarme a que me llames así, tal vez)—Menea la cabeza. A regañadientes me alejo de la calidez de su contacto.

Retengo un bufido. Estoy demasiado cansada como para si quiera darle a mi cerebro algo más con lo que trabajar, por lo que no le pido la traducción, al menos no en ésta ocasión. Mi cuerpo está rozando la fatiga, los músculos me arden debajo de la piel y mi cabello necesita con urgencia recibir un poco de amor en una buena ducha de varios minutos.

—¿Terminamos con cardio?—Ofrezco.

Le doy un vistazo; el cabello oscuro como el carbón, mechones desprolijos hacia los lados de su rostro y otros pegados a su frente. Los hombros anchos y bíceps bien trabajados son algo que me distraen con facilidad, lo cuál es una tortura que me encantaría apreciar muchísimo más además de las pobres miradas robadas que le dedico de vez en cuando.

Asiente—¿Boxeo?—Sugiere.

¿Alexandro a caso practica tal deporte?

Mi mente no puede imaginar al hombre Armani dándole un golpe a algo, mucho menos a una persona. En la conversación que tuvimos con Bruno no mencionó practicar esa disciplina. Además, el siempre se ve tan educado, correcto y formal. Pero debo admitir que si puedo hacerme a la idea de un italiano sin camiseta y sobretodo usando uno de esos shorts que cuelgan justo desde las caderas.

Arqueo una ceja, aprieto los labios en una delgada línea y me lo pienso por un momento.

—No sé nada a parte de lo básico, lo siento—Me encojo de hombros—¿Tú boxeas?—Inquiero curiosa.

Por un momento me da la sensación de que está buscando en su mente la respuesta perfecta que darme.

—A veces, sólo como ejercicio—Su mirada se oscurece—Siempre está bien saber algunos movimientos.

Asiento—Tienes razón, nunca viene mal.

La defensa personal es algo con lo que estoy completamente de acuerdo, en el gimnasio dan algunas clases a la semana y esos días la sala de arriba se llena al cien por ciento. Sobretodo de mujeres, pero también algunos hombres. Realmente es muy variado, todos aquí vienen por el mismo objetivo: dar con las herramientas que los ayuden a protegerse a si mismos de la mierda que pasa allí afuera.

—Perfecto, dime qué sacos podemos usar—Mi cabeza se vuelve hacía una de las esquinas del lugar.

Hay tres sacos libres, en los dos restantes dos chicas están dando todo de sí. Alzo las cejas, el peso de esas cosas es bestial.

Esclava del PecadoWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu