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Alexandro POV'S

Es muy fácil perderse en Dalila; ya sea en la hermosa y dulce sonrisa que siempre adorna su rostro, los ojos grandes, los labios rellenos o en sus pómulos perfectos. Pero es aún más sencillo querer hundirse entre las curvas de su figura, su cintura y caderas, como también sus preciosos pechos.

No mentí cuando dije que ella es la mujer más hermosa que mis ojos han tenido el privilegio de ver.

Así que eso hago, me deleito con su belleza mientras la guío dentro de mi departamento, deteniéndome un momento para quitarme el abrigo y luego ayudarla a hacer lo mismo con el suyo. A medida que las mangas descienden por sus brazos no me resisto a tocar la piel cálida y delicada de sus hombros, admirando después la línea de su espalda expuesta. Sonrío al comprobar cómo es que una leve caricia de mis dedos sobre ella la tiene por completo erizada.

Nuevamente, mi vista divaga por su figura.

Este vestido le queda de maravilla.

—¿Crees que Andrea se molestó con nosotros porque nos fuimos?—La bella bruna gira la cabeza en mi dirección.

No es algo que me interese mucho si así fue, pero sabiendo de antemano cómo ella es, lo más probable es que sí. Quizás más tarde me encargue de apaciguar su humor enviándole uno de esos malditos mensajes de texto, y como la conozco, también le tendré que dar algún que otro regalo, eso suele bastar para calmarla.

Mi hermana, sin duda le tengo mi afecto, pero es tan caprichosa y mimada.

—Tal vez conmigo, pero no te preocupes por ti, le seguirás encantando—Le sonrío.

Eso también es cierto.

Andrea está fascinada con la bella bruna, y por algún motivo que no tenga la nariz operada es un asunto de relevancia, aunque no lo comprendo porque ella misma le ha dado unos cuántos retoques a la suya a lo largo de estos últimos años. Sin embargo no la juzgo, que haga con su dinero lo que le apetezca. No necesito más que ver a sus ojos para reconocerla, pero estoy exagerando, tampoco hemos llegado a ese punto siquiera, todavía guarda algo de su gesto aniñado e inocente.

Con pasos largos me distancio de la latina, cuelgo los abrigos en su respectivo sitio, y desabotono los puños de mi camisa, arremangado hasta los codos.

Es costumbre para mi vestir de traje, pero llega un horario del día en que las responsabilidades y largas horas de trabajo parecen pesar en las prendas que uso, y a veces está bien despojarse de esa carga, aunque recién en este tiempo lo he estado poniendo en práctica porque la verdad es que soy un enfermo de mantenerme ocupado. Jamás es suficiente dinero, nunca son bastantes tratos, el hambre de poder es insaciable.

Suspirando, es que me vuelvo a la bella bruna.

Dalila me corresponde la sonrisa y es ahí que noto lo nerviosa que está. Ella se remueve en sus zapatos, tomando una respiración profunda al conectar nuestras miradas, mordiéndose el labio inferior.

No tardo nada en acortar los metros que nos separan, sostengo sus mejillas entre mis palmas, dándole calor y tranquilidad con tal gesto. Es un poco confuso para mi cuando ella recuesta su delicado rostro en mi mano y mi corazón reacciona acelerado.

Inspiro hondo, recordando lo atrevida que fue conmigo en la ópera, su lengua rápida y retadora al exigirme que de una vez por todas le abra las piernas para follarla. Y sin embargo aquí está, ansiosa e inquieta, sin conocimiento en lo absoluto del significado de lo que me ha pedido.

Gruño ronco, inclinando la cabeza hacia ella, rozando nuestros labios en una caricia superficial.

Mi ceño se frunce por si sólo al oír su respiración agitada y como es que sus pequeñas manos se aferran al borde de mi camisa. No obstante tal como es Dalila, ella levanta el mentón, señal de que no se quiere echar para atrás, aún así quiero que esté lo más relajada posible. Quiero que lo disfrute al igual que lo hizo las veces anteriores, esta no tiene porqué ser la excepción a eso.

Esclava del PecadoWhere stories live. Discover now