Era la época dorada de los negocios Internacionales en Corea del Sur, su mejor versión donde grandes empresarios viajaban y conocían nuevas culturas y formas de vida. Sim embargo, todo aquello llevaba molestia y angustia a los Alfistas empoderados...
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El coche de gama alta de los Park siempre había llamado la atención, siendo el único de la ciudad en su calidad, no causó una reacción extraña al asombro cuando se detuvo en aquel barrio de clase obrera que más bien rozaba la pobreza.
Jimin bajó de su coche con semblante serio, recolocado su chaqueta de traje costosa y guardando las llaves en el bolsillo de sus pantalones entallados; los tacones de sus zapatos resonando por la acera hasta la puerta de esa casa de pintura desconchada. Su puño golpeó dos veces la madera de la puerta y esperó, tomándose un momento para tomar una gran bocanada de aire, que más que nada pretendía hacerle recordar a su lobo que estaba de acuerdo con todo lo que quería hacer, pero que debía ser frío y calculador también. No quería que se dejara llevar por sus instintos.
-Señorito Park. -Habló sorprendida la Omega del hogar cuando abrió la puerta, sus ojos casi saliendo de sus órbitas. Jimin tan solo elevó una de sus cejas rubias perfiladas y la mujer le dejó pasar.
Aquello era un cuchitril destartalado, asquerso, lleno de basura, cigarrillos, latas de cerveza, comida, suciedad, olor nauseabundo, todo era un puto asco que hizo su estómago revolverse con ganas de vomitar. Otra presencia de hizo en la sala, un hombre alto, mucho más alto que él y enfundado en un traje de dos piezas perfectamente planchado y limpio. La bella hipocresía estaba siendo mostrada con un ejemplo en imágenes para Jimin.
-Señor Park. -Saludó el hombre haciendo una gran reverencia en cuando el gesto de sorpresa de su rostro despareció.
-Jeon. -Dijo sin más como saludo, denegando con un sitio movimiento de cabeza la mano que era extendida hacia él. No quería tocar esas manos asquerosas que habían dañado tanto a su adorado Beta. Un señor Jeon limpió sus manos sudorosas en sus pantalones y miró a su esposa a la vez que sus cuatro hijos mayores hacían también acto de presencia desde el marco de la puerta de la sala contigua; una nube densa de tabaco saliendo del lugar al abrir la puerta.
-¿A qué debo su visita? -Preguntó el Alfa de la casa, mostrándose como un idiota que no sabía dónde colocar sus manos para no faltar el respeto del menor.
-Quiero comprar a otro de sus hijos. -Soltó sin más, viendo aún la nube de tabaco perdiéndose en un estrecho pasillo a la derecha de la sala.
-¿Cómo? -Jimin giró a verlo sin mostrar emociones en su rostro impasible; sí, estaba gastando su rostro de Alfa de alta sociedad y de negocios. Y estaba muy orgulloso de que su animal interior aún no hubiera perdido los estribos. -Mire, lo siento mucho, pero mis hijos no están en venta.
-¿No? -Rebatió dando un paso hacia él, de nuevo sus tacones chocando contra el suelo desgastado y sucio del lugar. -¿Por qué? -Elevó una de sus cejas, pateando con fuerza una de las botellas de vino y haciendo que el cristal estallara en cientos de pedacitos contra una pared. Uno de los hermanos mayores de JungKook quiso salir y enfrentarle, su padre lo detuvo. -No le costó nada regalarme a JungKook.
