✨2. DESPEDIDAS: 2.V Como una pluma

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¡No, no y no!dijo molesta la pequeña Milagros con el ceño fruncido y la vista fija en el suelo. Sus pequeños puños, fuertemente cerrados a sus lados, estaban casi blancos de pura rabia.

Al parecer, quería acudir a la iglesia. Poderosas emociones se arremolinaban en lo más profundo de su pequeño ser: Enfado, confusión, pena, incomprensión, culpa.

Aquel día el cuerpo de Micaela tomaría tierra y ella tenía que despedirse. No con las oraciones que le pedía que recitara la abuela una y otra vez. No con la tristeza que parecía tener que llevar siempre puesta. Mila solo necesitaba ver a su madre una última vez. Precisaba dejar salir eso que la estaba atormentando y prometer a su madre que jamás la olvidaría. Pero no sabía cómo porque sentía que nadie la escuchaba.

Comprender a los humanos no era tarea fácil. Pero podía entenderla a ella. Como yo, se veía invisible para todos esos adultos que miraban, pero que son incapaces de ver. Ella solo era una niña graciosa e inquieta, siempre metida en sus infantiles líos. Tenía ganas de gritar, de patalear, pero aguantaba porque sabía que de lo contrario jamás la llevarían a la Iglesia.

¿Por qué no me queréis llevar? preguntó implorante dirigiéndose a Eustaquia y a Benigna prometo no dar mal. No canturrearé, estaré quieta, rezaré con las manos juntas , me pondré de rodillas... ¡Haré todo lo que abuela dice que hay que hacer!

¡Esta niña siempre está dando quehacer!—refunfuñó Doña Eustaquia saliendo de la cocina y alejándose de Milagros y Benigna ¿Acaso no tenemos ya suficiente?

¡Ay chica! Yo estoy encantada de no tener que irIntervino Pilar pasando por allí rauda como una ráfaga de viento. Por la cabeza de Pilar surcaban otras preocupaciones bien distintas. Un recuerdo reiterado la taladraba:

Micaela aparecía relatando cómo Eustaquia fue capaz de dejar en un orfanato a su propio nieto tras un parto extramatrimonial.

Pilar me condujo a un mundo oscuro con un potente olor a tinta recién impresa. Aquella historia se había metido en su piel como la tinta de un tatuaje. Formaba parte de ella como la cicatriz de su rodilla. A veces, pensaba que bien podría haber sido la historia de su propia madre. Que al verse embarazada y sola había decidido abandonarla.

Si sus propios padres la dejaron, ¿Por qué no iba a hacerlo Marciano? El miedo crecía y se hacía poderoso en ella para emanar luego potente por cada poro de su piel. Danzaba y se arremolinaba a su alrededor como la estela de un perfume . Yo lo sentía, ella también. Pero no estaba dispuesta a que nadie más a su alrededor lo notara. A lo largo de cada uno de sus casi doce años de existencia, su coraza se había ocupado de crecer y crecer: Con cada comentario jocoso sobre su origen. Con cada mirada a su tobillo marcado con un apellido distinto y número del hospicio. Sí. Pilar tenía sus propios problemas, y los de su pequeña hermana, también se le antojaban pueriles minucias.

—Mila—, Benigna se agachó poniéndose de cuclillas para mirar directamente a los ojos a su sobrina pequeña—los entierros son tristes. Es un lugar para llorar, para dar y recibir pésames, para oraciones de despedida— explicaba Benigna compasiva hablando bajo la mirada acusadora de Doña Eustaquia.

¡Eso es justo lo que yo quiero!gritó entre lágrimas la pequeña mientras daba un fuerte golpetazo con el pie ¡Ir y despedirme! Por su cara caía un desbocado torrente de lágrimas. Las imágenes del último momento compartido con su madre se perfilaban frente a sus ojos borrosos:

Me lleva un mundo infantil. Me envuelve una nube de algodón rosada y olor a clavel. Su madre estaba regando las flores que colgaban del balcón de su habitación cuando pudo ver cómo hacía un alto para retorcerse de dolor.

Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now