✨7. LA MUERTE ES LA PUERTA A UN NUEVO CICLO 7.4: La operación

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¿Alguna vez has intentado fabricar un recuerdo? ¿Mirar algo o a alguien y pensar... quisiera que esto jamás desapareciese de mi memoria? Eso era precisamente lo que Benigna llevaba días intentando hacer. Como buena apóstata, intentaba obligar a su consciencia a reproducir ese proceso caprichoso que nuestro cerebro realiza de forma natural y altruista. Buscaba convertirse de forma consciente en seleccionadora de recuerdos eligiendo del exterior lo que quería convertirlo en parte de ella.

Una y otra vez repetía el mismo proceso. De la alacena de su cocina interior toma una botella vacía. Con torpeza creaba un mosto blanco dulce. Amateur y poco depurado. Una mera distorsión del recuerdo que realmente intentaba originar. No en vano, jamás fue la musa del ver y del sentir que tradicionalmente exprimía ese caldo. En aquella ocasión la cara de Mercedes se superponía a la suya propia. Un pelo similar domable y amable. Ondulado y oscuro. Ojos grandes y expresivos. Pardos a medio camino entre los de Micaela y Marciano. Abiertos ante la sorpresa de ver el mar. Una barbilla acabada en punta. Redondeada y crujiente como el extremo de una barra de pan.

Numerosas botellas de varias cosechas reposaban ya en su lugar. Las de Mila eran un licor espirituoso e intenso. Dorado y verdoso como sus ojos. En su interior guardaba la esencia de un fiero y pequeño gato salvaje. Las de Pilar... un vino tinto con intensos taninos. La de Luis leche caliente con un ligero toque de miel. Pequeños detalles que Benigna buscaba atesorar hasta que ya no existiera un mañana. Consciente de que será lo único que podría llevar con ella allí donde iba a dirigirse.

En el botellero reposaban también todas las añadas de Marciano. La mayor parte de ellos ni siquiera podrían ser considerados recuerdos, dado que ni siquiera le conocía. Licor de endrinas con olor a aguardiente Anís. Con su característico tono morado azulado de las su alto contenido alcohólico tan navarro como su propio origen. En ese momento el dolor era tan profundo que le gustaría sacarlo de su memoria. Sería tan sencillo. Bastaría con arrojar esas pequeñas botellas al suelo y dejar que su contenido se evaporara. Además, sabía que su pesar duraría poco. Solo tenía que dejarse vencer por el sueño. Sumirse en los vapores del anestésico. El éter se encargaría de sustraer de ella todo ápice de dolor.

Intentar entender y reproducir los procesos naturales de nuestra propia biología, no dejaba de ser una aspiración del ser humano desde los albores de su existencia. Saberes que , en sus inicios, se nutrían tanto del conocimiento terrenal más absoluto como de la magia más ancestral. Algo tan próximo a Dios que durante milenios la ciencia fue en sí misma una herejía. Especialmente si, como a Fidel Pagés Miravé, tu lucha te enfrentaba directamente al "parirás con dolor" ensalzado por las sagradas escrituras.

Benigna echó una breve ojeada a su alrededor mientras sus párpados se hacían pesados. Desde la camilla metálica donde se encontraba, preparada para la operación, podía observar las paredes bañadas por la luz natural penetrando por los enormes ventanales de la habitación. A su lado un flexo metálico conectado a la corriente eléctrica, otra reciente conquista de los elementos, acompañando con su artificial resplandor. Todo calentando e iluminando su cuerpo entumecido por la sustancia narcótica.

A su alrededor todo el equipo de cirugía. Cinco personas. Solo uno familiar. Esperando. Ataviados especialmente para la ocasión con gorros, mascarillas, y delantales. Tan desinfectados como el instrumental quirúrgico que se encontraba ordenadamente dispuesto en varias bandejas. Todo blanco preparado para teñirse con el rojo de su sangre.

Cuando volvió a sumirse en sus recuerdos estos ya se habían convertido en sueños. El ser humano había trascendido para conquistar la magia oculta de Hipnos. Nadie que haya leído la Ilíada podría olvidar que Hipnos y Tánatos eran hermanos gemelos. Ambos hijos de la noche. Uno dulce otro implacable. Los dos ligados en un mismo destino porque ¿qué es la muerte sino un sueño eterno?

Sin embargo, es gris. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora