9 MICELIOS ESCONDIDOS: 9.VI Pronosticaciones escalofriantes

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Marciano llegó a casa. Una bocanada cálida con olor a pan recién horneado le recibió dándole la bienvenida. Y acudió a su cabeza la palabra hogar. Realmente no muchas cosas tenían la capacidad de convertir un lugar en tu hogar. Pero aquellas que lo conseguían eran realmente simples: El calor de un fuego, el de un abrazo, y el de un plato. Aspiró profundamente mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba al lado del sombrero de Benigna.

En el pasillo, una atareada Mila se desesperaba intentando enseñar los números a Luisito. Con grandes aspavientos le mostraba un enorme número 5 que había dibujado en la pizarra que antaño usara Benigna y le pedía que tomase del suelo el número de piedras que indicaba el número. Un perplejo Luisito miraba sus airados gestos sin entender.

—Tienes que coger cinco piedras. 1, 2...—iba contando ella mientras le enseñaba cada una—¡y 5! ¿ves?—Preguntó mientras comenzaba a aplaudir.

Pronto el pequeño se sumó al aplauso. Al parecer, la celebración le había gustado.

—"Inco"— Dijo señalando una de las piedras para, inmediatamente, comenzar a aplaudir.

—No, no...— Interrumpió Mila suspirando—Tienes que contarlos.

— Mila, es demasiado pequeño. Si apenas sabe decir un par de palabras— explicó mientras depositaba un beso sobre la cabeza de su hija. Debes tener paciencia.

—Padre, ya sabe usted que yo paciencia no tengo.

—No te preocupes, seguro que estamos a tiempo de pedirla para que traigan un poco los Reyes Magos, que buena falta nos hace a todos...— propuso mirando a Mila mientras, aprovechaba a propinar un achuchón al niño.

—¡Padre!—refunfuñó  mientras Marciano se alejaba y desaparecía en la cocina. Yo ya pedí una guitarra, ¿recuerda?

—Sí, claro, pero  los Reyes son, además de Reyes y Magos, muy sabios y  traen lo que más se necesite— Advirtió el hombre mientras se guarecía del probable disgusto en la cocina. Dentro encontró a Mercedes y a Benigna. Para variar, estaban cocinando.

Un enorme calamar se encontraba abierto sobre una tabla de madera que hacía las veces de camilla. Benigna extraía su cartilaginosa caña.

— Ahora abrimos con las manos. No con el cuchillo—explicaba a Mercedes—y con mucho cuidado extraemos la sacamos, intentando evitar romper la bolsa de tinta.

—¿Es ese saco azul metálico?—Preguntó la niña.

— En efecto, su color se debe a que está protegido por una membrana que hay que cortar para poder extraerlo. Luego es necesario cocerlo antes de poder usarlo en cualquier plato—Explicaba la cocinera que, concentrada en su tarea, parecía no haberse percatado de la llegada de Marciano.

—¿Aprendiendo a cocinar  txipirones?—Preguntó Marciano mientras se remangaba las mangas de la camisa.

—Si quieres ayudarnos puedes sacar el pan del horno— Sugirió Benigna levantando apenas la mirada. No quería desconcentrarse y acabar por fastidiar aquella maniobra de precisión.

Eran las primeras fiestas que Benigna había podido pasar en familia desde que tenía memoria. A primeros de diciembre siempre acompañaba a los señores a Madrid, donde se preparaban grandes festejos. Al principio, ver el desfile de personalidades con sus ricos atuendos y presuntuosas joyas era algo mágico. Además, como persona poco o nada religiosa, poder evitar las presiones de Doña Eustaquia para acudir a la misa del gallo, era lo más parecido a un regalo que recibía. Sin embargo, con el transcurso de los años, se había vuelto tan frío y rutinario como el brillo artificial de una lámpara eléctrica.En aquella ocasión, por motivos que Benigna desconocía, los marqueses habían decidido permanecer en Arriluce. Agradecida por toda la ayuda recibida durante estos meses, y dado que todavía no había vuelto al servicio, se había ofrecido a cocinar desde casa algunos postres, incluyendo sus célebres figuritas de chocolate , que este año, había creado reproduciendo figuras de un Belén: Estrellas, pastores, reyes....

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⏰ Last updated: Dec 15, 2023 ⏰

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Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now