✨ 3. NUEVOS HORIZONTES: 3. III La peste blanca

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Desde su vuelta, Benigna se sentía tan ocupada como enferma. La solicitud de Don Fernando para ser admitido como Caballero de la Orden de Santiago había incrementado, con creces, su actividad social. En consecuencia, organizaba continuamente eventos en su palacete de Neguri. Benigna, era incapaz de ver sentido alguno a sus intenciones de pertenecer a una orden tan añeja en pleno siglo XX. En vano, intentaba encontrar una explicación plausible: Reforzar su posición social y hacer patente su estrecho vínculo y apoyo a la corona aparecían como ganadoras en su pódium de sinrazones. Benigna creía que podría ser incluso una ayuda velada y no solicitada al Rey. Alfonso XIII había vista socavada su autoridad tras apoyar abiertamente la dictadura del general Primo de Rivera. Muchos ponían en tela de juicio la razón de ser de su figura en estos momentos en los que, oficialmente, tenía el poder un dictador. Especialmente la Burguesía Bilbaína, donde las ideas nacionalistas estaban arraigando con fuerza.

Por supuesto, D. Fernando compaginaba todo esto con su, ya de por sí intensa, actividad empresarial. Nunca antes había estado inmerso en tantos consejos de administración y proyectos. Benigna intentaba hacer memoria. Los proyectos de electrificación del ferrocarril y su participación en los comités de empresas hidroeléctricas lo mantenían especialmente atareado. Todo ello se traducía en un constante vaivén de comidas, fiestas, cenas y eventos varios.

Esa vorágine no había impedido que el primer Marqués de Arriluce, hubiera reparado en el precario estado de salud de su cocinera y, reservado una nueva cita con el especialista que llevaba su seguimiento desde años atrás. Benigna se encontraba en su consulta sentada inmóvil frente a él. Fijamente, miraba la curiosa simetría creada entre su pelo y su bigote ambos peinados a dos aguas:

—Benigna, como usted ya se habrá percatado, su estado de salud se está deteriorando. Creemos que su dolencia latente se ha reactivado. —Continuó el doctor—Pero me complace informarle que los resultados de las pruebas han sido positivos. Todo ello sumado a su constitución y edad la convierten en una candidata ideal para una intervención— informaba con voz profunda— . He iniciado conversaciones con varios especialistas, entre ellos el eminente Emiliano Eizagirre con el objeto de seleccionar el procedimiento más adecuado a su caso.

El especialista hizo un alto esperando que su paciente tuviera tiempo para asimilar la información. Luego, de forma lenta y pausada, prosiguió su discurso intentando que toda la explicación fuera fácilmente comprensible a oídos inexpertos.

—Quiero que tenga en cuenta que todas las opciones serían tratamientos de colapsoterapia , es decir, pasarían por impedir el funcionamiento de la porción del pulmón afectada , lo cual permitiría a este descansar y , en consecuencia, recuperarse—Benigna permanecía inmóvil. Como si no les tuviera escuchando. El doctor volvió a detenerse. La empatía se traspasó al tono de su voz— Por supuesto, la cirugía no estaría exenta de riesgos. Sin embargo, creemos que podría ayudar a hacer su día a día un poco más fácil y... por consiguiente alargar su esperanza de vida.

Entretanto, Benigna parecía ausente. Ningún gesto osaba interrumpir su imperturbabilidad. El médico continuó su discurso:

—Por supuesto, la cirugía es costosa, pero gracias a la generosidad de D. Fernando es algo por lo que no se tiene que preocupar.

Benigna oía sin escuchar. Su cabeza estaba ahora ocupada en recordar su entrada en el hogar de los Ybarra como aprendiz de cocinera. Era prácticamente una niña y había dejado todo atrás. Pero tenía que reconocer que siempre había recibido todo lo que había precisado. Incluido, el tratamiento de su enfermedad y el periodo en el sanatorio tras la gripe. Sus pensamientos se centraban en la gratitud y el agradecimiento.

Yo, sin embargo, no encontraba explicación alguna a aquel estado de serenidad por su parte. Es más, estaba segura de que, de estar viva, bien podría haber sufrido un ataque al corazón en aquel mismo instante si lo hubiera tenido. ¿Por qué el pulso de Benigna ni siquiera se había alterado? ¿Acaso no le preocupaba su propia vida? Si algo me perturbaba qué pasaría conmigo si ella moría antes de romper nuestra unión ¿Me quedaría anclada para siempre en este limbo? Lo único que sabía era que tenía que actuar. Desde este momento, el asunto de Benigna se había convertido en algo absolutamente prioritario. Debía hacer todo lo necesario para obtener la información relativa a nuestra conexión. Debo confesar , que pensaba en mi propio futuro.

Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now