✨7. LA MUERTE ES LA PUERTA A UN NUEVO CICLO: 7.4: A corazón descubierto

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Como ser primordialmente racional , y desde el punto meramente estratégico, Eustaquia me estaba haciendo la muerte imposible. De no haber sido incorpórea, a buen seguro, mis manos estarían ahora mismo alrededor de su cuello. Todavía sin reponerse del todo, Benigna dirigía sus pasos erráticos hacia la barbería. Sabía que allí encontraría a Marciano. Estaba cada vez más segura de que la otra mitad de la unión que quedaba por disolver estaba relacionada de alguna forma por lo que iba a acontecer.

Al llegar él aún no había hecho acto de presencia. En su lugar había un joven aprendiz llamado Ignacio.

—Buenos días, Ignacio— saludó ella al entrar.

—Buenos días, Doña Benigna—devolvió el joven.

—Por lo que veo no ha llegado Marciano ¿verdad?—Preguntó por si por algún motivo, se encontraba en la trastienda.

—Estará al llegar— informó Ignacio mirando la hora.

—¿Sería posible esperarle aquí?—quiso saber Benigna.

—Por supuesto, por supuesto... puede acomodarse en cualquiera de las sillas—propuso el atareado muchacho señalando hacia la zona de espera.

Durante ese lapso de tiempo los pensamientos de Benigna volvían a la conversación con su madre. Benigna sentía que, en parte, se había vendido a sí misma. El vacío de su interior resultaba sobrecogedor. Un agujero negro se ensanchaba amenazando con engullir toda materia posible. Se percibía más enferma y agotada que nunca. Como si algo toda su energía vital hubiera sido absorbida.

Sus pensamientos fluctuaban entre la noche y el día. En su ring imaginario a un lado con calzón amarillo y 80 kg de peso se encontraba su idea de confesar. Explicar la trampa que había urdido y simplemente acabar con el compromiso. Al otro con pantalón negro , unos pies especialmente ligeros y 78 kg de ganas de salir corriendo el partidario de la ocultación. Dejar pasar los días y esperar tranquila la llegada de su último día.

El único pequeño bastión que permanecía irreductible en esa inmensa maraña sofocante de dudas era una certeza: Que lo mejor para todos, sería que ella muriera. Si así fuera, Marciano no tendría que costear su cuidado. Jamás existiría peligro alguno de que la familia enfermara por su culpa y madre, simplemente, debería respetar su promesa de cuidar de Pilar.

Ahora, debía convencer a Marciano de que la niña debía acabar su formación aun cuando podría ya venir . La renuncia había sido grande, pero por fin todo cuadraba. En esa ecuación , por desgracia, siempre había sobrado una incógnita: Ella.

Sabía, que debía decir la verdad, pero también que Marciano no se contentaría solo con un buen gancho. Creía, que se encontraba demasiado cómodo en su papel de caballero justiciero como aceptar la propuesta sin más.

La sinceridad necesitaba venir acompañada de un K.O. Y, por lo tanto, tendría que mentir. Ambas fuerzas se encontraban, tan igualadas, que era difícil saber lo que finalmente haría Benigna. Su miedo tenía feroces fauces de dientes afilados cuando Marciano irrumpió en la barbería evitando así una nueva incursión por mi parte en su cocina.

—¡Benigna! Qué gusto verte — Realmente se sorprendió al encontrarla en la Barbería. La vio especialmente acalorada su respiración parecía más fatigosa.

—¡Hola Marciano!—saludó Benigna. Notaba que sus manos estaban tan frías como sudorosas.

—He venido para hablar con usted. Es sobre Pilar—aclaró sin necesidad sintiendo que necesitaba una excusa para estar allí

—Sí. Por supuesto. Dame algunos minutos—solicitó Marciano

Benigna realmente no tenía prisa. Si por ella fuera, hubiera preferido seguir allí sentada esperando toda la eternidad. Pero, por desgracia, no debía.

Sin embargo, es gris. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora