✨3. NUEVOS HORIZONTES: 3. I La llave

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Después de los últimos sucesos, varias cosas estaban claras:

Definitivamente, no era un ángel o al menos no el tipo de ángel del que hablaban los textos religiosos: Ángeles perfectos, alados y justicieros. No, no lo era.

También descarté la idea de ser un fantasma en el estricto sentido de la palabra. Me sentía poco representada en ese concepto oscuro y tenebroso, tan presente en todos las historias terroríficas creadas para asustar niños y a grandes en las largas noches invernales junto al fuego.

Sin duda, los mortales, se me antojaban curiosos e interesantes. Podría decirse que, incluso, entretenidos. Con sus credos, costumbres, ambiciones y prejuicios. Con todos esos pasionales sentimientos: orgullo, miedo, dignidad, redención, remordimiento, frenesí, compromiso. Cualquiera de ellos podría llegar a ser mi mayor aliado o mi más poderoso enemigo. Adentrarme en ellos era como paladear un rico postre con sus únicas texturas, aromas y colores. Deleitarme con su combinación única. Padecerlos o disfrutarlos como propios. Beber de sus mentes, saborear sus sentimientos se estaba convirtiendo en mi único alimento. El único aire que ahora era capaz de respirar.

A estas alturas, si algo tenía claro, es que en cuanto a los muertos se refiere, entre los vivos, existían demasiadas ideas preconcebidas. Mitos y leyendas construidos desde la incomprensión, el miedo y, por supuesto, desde el interés de los poderosos. El temor como instrumento de control de las masas.

Ahora que ya sabía lo que no era, ¿podría deducir lo que era? ¿Qué había averiguado sobre mí misma hasta ese momento?:

Por un lado, vivía en un plano paralelo al mundo real. Sabía que estaba enlazada a ciertas personas que fueron importantes para Micaela y que su atracción era tan efectiva como lo era la ley de la gravedad. Una inevitabilidad que me hacía seguir a su lado impidiendo mi propia dispersión y liberación.

Reflexioné sobre el concepto de la esencia platónica y el mito del carro alado. Sobre la imperfección que la mantenía prisionera mientras se encontraba unida al cuerpo y sometida a las apetencias más viscerales y animales. Lo curioso, era que mi esencia imperfecta, se encontraba unida a más de una existencia. Y que además, carecía de cuerpo propio. Pero, ¿quién era yo para hablar sobre la metafísica cuando vidas enteras habían dedicado sus horas a teorizar sobre ideas incapaces de demostrar? Pronto, decidí que la comprensión de mi propio yo era una tarea poco prioritaria. Había cosas infinitamente más relevantes. Por ejemplo, conseguir comprender lo que me había separado de Mila. Tendría que revisar pacientemente todas las imágenes que habían llevado a mi liberación. Solo así podría buscar un patrón y acabar con el resto de mis ataduras.

Aunque mi unión con Marciano se había debilitado, y la de Mila desintegrado, seguía sintiéndolos de la misma forma que antes. Por ello, supuse que una vez creada la conexión era para siempre. Pero lo que más me preocupaba ahora eran las uniones de las que prácticamente no sabía casi nada. ¿Qué era lo que me unía a Mercedes?

Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now