✨6. LA TINTA EN MIS VENAS: 6. II. Adiós a la infancia

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Pilar leyó el cartel: Calle el torno. La vía era solitaria y no se encontraba asfaltada. El olor a cuadra llenaba su nariz. Las gallinas se movían a sus anchas por la callejuela cacareando y picoteando por todos lados. Con pasos temerosos se adentraba cada vez más en esa calle cortada. Pensó que era una perfecta ejemplificación de la realidad. Mujeres que entraban allí porque no tenían otra salida que dejar a sus hijos recién nacidos. Ciertamente, el abandono de un hijo era algo punible y, aunque escapar de los ojos de Dios era imposible, ahí dispondrían de algo de privacidad a la hora de escapar de las miradas humanas.

El corazón de la chiquilla martilleaba a ritmo frenético. Tan fuerte que parecía tener fuegos artificiales explotando a su lado. Su propia alma podría escapársele de su boca. Un agujero, negro, redondo y profundo se abría frente a ella en la pared del hospicio. No era grande, pero confiaba en que su cuerpo menudo le permitiera reptar por su interior. El ingenioso sistema giratorio que permitía dejar a los niños y recibirlos al otro lado había sido retirado. El espacio que quedaba en consecuencia era , gracias a ese golpe de suerte, algo mayor. Temía adentrarse en sus profundidades. No en vano, era traspasar las puertas a otro mundo.

Para acallar sus miedos pensó que probablemente, ella ya hubiera estado dentro aunque fuera incapaz de recordarlo. Quizás, allí mismo fuera depositada por su madre. Si así fuera estaría frente al mismo agujero que la mujer que le dio la vida casi doce años atrás.

Pilar se dejó llevar por su imaginación. Juntas nos adentramos en ese mundo traslúcido y fantástico con el olor dulzón a leche materna:

Pilar imaginaba una mujer mayor que ella ahora, pero demasiado joven para lo que implicaba ser madre. Una tarea que ella no había elegido. Viéndose sola y desamparada llegaba con paso apresurado con un bulto entre sus brazos. No quería separarse de ella, pero sabe que será incapaz de alimentarla y cuidarla sola. Unos ojos como los suyos oscuros, pero llenos de remordimiento se posaron en el bebé contiendo su emoción. En ocasiones, amar es sinónimo de renunciar. Es consciente del pecado que cometía, pero el bienestar de su hija bien merece un pecado. Miró a su izquierda y luego a su derecha como la delincuente que sentía ser.

Volveré a buscarte Pilar—dijo mientras depositaba un beso en su frente antes de dejar al bebé en el hueco giratorio y verla desaparecer tras él.

La joven no abandonó inmediatamente el lugar. Se quedó con la mano pegada a la puerta un buen rato.

Los ojos de Pilar se inundaron aún a sabiendas de que era una historia que ella misma había creado. Esa ficción la había protegido hasta el momento. Pero era de caminar hacia delante. Apartarse de esas idílicas fantasías pueriles y saber quién era de verdad.

Si hubiera sido capaz de desayunar algo aquella mañana probablemente ya hubiera sido expulsado de su cuerpo. Pilar agradecía no haber sido capaz de probar bocado. Llevaba varios días con poco apetito. En concreto desde que, según Salvadora, había dejado ya de ser una niña. Por lo menos, eso es lo que le había dicho tras acudir al grito de pánico de Pilar y ver sus sábanas manchadas de sangre.

Su cabeza vuelve a volar. Esta vez no es una fantasía sino un recuerdo reciente que parecía una pesadilla. El olor metálico es muy pronunciado por la sangre:

Pilar estaba aterrada. Con paciencia y comprensión Salvadora le dijo que no tenía nada que temer. Que todas habían pasado por eso antes, pero que, dadas las circunstancias, era normal que nadie se lo hubiera explicado. A pesar de los intentos de la mujer por consolarla ella seguía muy alterada. Continuaba agazapada en el suelo del dormitorio envolviendo sus piernas en un abrazo que la convertía en un ovillo.

Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now