✨6 LA TINTA EN MIS VENAS: 6.1 Lectora de almas

66 14 52
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Las últimas certezas me habían dejado prácticamente maniatada. La palabra fracaso me perseguía y hasta comencé a plantearme la posibilidad de que alguien me hubiera echado un mal de ojo. Me estaba sumiendo en un abismo de autocompasión e incertidumbre. Sin duda, era el peor ser sobrenatural de la historia. Si no el peor, por lo menos el más inútil. Aun siendo capaz de poder leer en el interior de Benigna fui incapaz de interpretar sus sentimientos y objetivos de forma correcta.

Durante algún tiempo me engañé a mí misma pensando con paternalismo. Creyéndome un ser superior que sabía mejor que ellos lo que necesitaban. Sin embargo, la realidad era bien distinta. Mis acciones siempre estaban encaminadas a satisfacer mis propios objetivos. Poniendo estos por delante de sus deseos y prioridades. Instrumentalizando sus existencias.

El complejo entramado sentimental de los humanos me conducía hacia futuros inciertos e impredecibles. La teoría parecía simple: Por un lado, potenciar el sentimiento de esperanza, apelar al amor, a la promesa de un tiempo juntos debería acercar a Benigna a asumir el riesgo de la operación. ¿Y si lo hacía y no era capaz de sobrevivir? ¿Y si el temor por dejar de nuevo solo a Marciano le hacía alejarse y acabar sola sus días?

Por otra parte, fomentar el miedo, atraer el recuerdo de su convalecencia, el sentimiento de rechazo. Evitaría que asumiera el riesgo y dispondría de algún tiempo para que pudiera arreglar sus cosas y morir en paz... pero ¿Y si precisamente su cobardía acababa por impedir hacer realidad sus deseos y evitaba que nuestra unión se deshiciera?

En aquellos instantes, imploraba poder sentir lo que fuera. El tormento del fantasma de Canterville o la soledad del monstruo del Dr. Frankestein. Todos teníamos un denominador común. Éramos seres fuera de lugar. Viviendo en un mundo al que no pertenecemos. Sin embargo, entre esas similitudes había diferencias. Ellos se movían guiados por sus sensaciones: Odio, frustración, soledad. Yo, en cambio, era un ser aséptico y amoral. Solo movido por mi propio egoísmo e interés. Un ser que además jugaba a ser Dios con las vidas de aquellas personas que en su día fueron importantes para el ser humano que fui. Realmente yo sí era un monstruo. Porque... ¿Qué hay más monstruoso que ser incapaz de sentir compasión, alegría o dolor?

Recordé a Osiris, el Dios que según los antiguos egipcios, encargado de llevar a cabo el juicio de las almas comparando el peso del alma con una pluma. El mismo Dios que solo permitía el paso de aquellas más ligeras. Quizá por esa razón mi alma seguía condenada. Sentí mi propia gravidez más anclada a la tierra que nunca. Estaba intentando cruzar el río de la mortalidad por la parte más caudalosa, sin la barca de Caronte y sin moneda alguna conque pagar a los dioses.

Sinceramente, orar y dejar todo en manos de Dios era el camino más simple y sencillo. Entendía por qué los humanos lo hacían. Me encontraba delante de un piano y era incapaz de tocar ni una sola nota correcta. La realidad se estaba encargando de darme una bofetada que aunque indolora, era muy insípida.

Sin embargo, es gris. (En edición)Where stories live. Discover now