28| Asesiname

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"Asesiname"
Narrador| Amaya

White ni siquiera me miró. Su vista estaba en el suelo, pero podía ver su cuerpo temblar, mientras que, a su lado, Clara lo abrazaba, acariciando su cabello.

Mi labio inferior tembló, y sentí el choque de hombros cuando Black pasó por mi lado, avanzando rápido por el pasillo.

Reuní fuerzas, dándome la vuelta para seguirlo hasta la habitación. Rompí en llanto a mitad de camino, sabiendo que, por mucho que intentara detenerlo, él no querría hablar conmigo.

Entré antes de que cerrara la puerta, pero antes de poder dirigirle la palabra, sentí un fuerte agarre en mi cuello. Me empujó contra la puerta, y mi llanto se mezcló con el quejido de dolor que solté. Sus ojos llorosos miraron los míos, y su agarre alrededor de mi cuello aumentó su fuerza. Cerré mis ojos, sintiendo como mis lagrimas se deslizaban.

—Maldita mentirosa...—susurró. Su voz se quebraba, su respiración estaba descontrolada, pero yo, justo ahora, no tengo las fuerzas de intentar tranquilizarlo.

—Yo no recordaba nada de eso, Black...—respondí, llevando mis manos hasta su muñeca, intentando que me soltara—te prometo que yo...

—No me refiero a eso—interrumpió, soltándome y alejándose de mí a pasos lentos—me mentiste, carajo, me mentiste todo este maldito tiempo y me hiciste creer que me amabas.

Escuchar eso terminó de romper mi corazón.

—Realmente te amo—aclaré, intentando acercarme, sin embargo, me dio un suave empujón, volviendo a poner distancia entre los dos.

—No vuelvas a decirme eso.

—Black, por favor...

—Solo...—alzó su vista una vez más, y en cuanto vi como me miraba, supe que todo la luz con la que solía observarme, se había ido—solo déjame pensar.

Me quedé allí, intentando silenciar mis sollozos, y, cuando lo vi bajar su vista a mis piernas, retrocedí avergonzada, intentando que no viese las heridas.

—Maldita sea, escuincla—tomó bruscamente de mi cintura y me obligó a sentarme en el borde de la cama. Mordí mi labio inferior, viendo como abría uno de los cajones del mueble a su lado, sacando un pequeño bolso, y, acercándose de nuevo, se arrodilló frente a mí.

En un par de segundos, sentí el ardor en mis piernas cuando el algodón hizo contacto contra mis heridas. Me estremecí, intentando aguantar mis quejidos.

Vendó mis piernas, y por mucho que le agradecía cada vez que me ayudaba después de un ataque, ahora no podía sentir lo mismo, porque, de alguna forma, su expresión solo me mostraba lo mucho que estaba aguantando las ganas de romper en llanto de nuevo.

—Black...—susurré, levantándome cuando él hizo lo mismo.

—Cállate—me interrumpió, y yo bajé mi mirada.

Dolía que volviese a tratarme así.

—Escúchame bien, escuincla—soltó, y entonces, su tono de voz me recordó perfectamente a la forma en la que me hablaba la primera vez que nos vimos.

Cuando para mí, él no era más que un idiota y un asesino.

Y, cuando para él, yo no era más que una enana cobarde.

—Eras una niña, y esa es la única razón por la cual no puedo culparte de disparar conscientemente—dijo, sin mirarme. Sus manos viajaron a los bolsillos de su pantalón, y, nerviosa por escuchar lo que él pensaba, me quedé en silencio para que terminara de hablar—pero, aún así, no puedo evitar recordar el peor día de mi vida cada vez que te veo.

Faceless Revenge ©Where stories live. Discover now