30| ¿Dónde estás?

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¿Dónde estás?
Narrador| Blaise

—¿Es correcto seguirlo?—inquirí, mientras Gray conducía detrás del auto de Black.

—¿Es correcto dejarlo solo?—respondió, y yo me quedé en silencio.

Él tenía razón.

Black estaba conduciendo demasiado rápido, y eso me preocupaba. No estaba en las mejores condiciones para manejar, y, quizás, no fue la mejor idea alentarlo a ir a buscar a Amaya es este estado.

Suspiré nervioso, mirando por la ventana mientras Gray disminuía la velocidad, intentando que Black no descubriera que lo seguíamos.

—¿Cómo te sientes?—pregunté preocupado, poniendo mi mano sobre su pierna.

—Hablemos luego de eso—sugirió, y yo asentí, respetando su decisión. Vi cómo pasaba su mano libre por su cabello, suspirando frustrado—no debimos dejar a Clara y White solos en la mansión—mencionó, y eso me angustió aún más.

—Puedo bajarme y pedir un taxi—sugerí, porque era verdad, no debimos venir los dos, White y Clara también nos necesitaban—volveré a la mansión.

—¿Estás seguro, pequeño?—inquirió, y sonreí levemente, asintiendo. Él se estacionó donde pudo, y yo abrí la puerta, girándome para besar su mejilla antes de salir—hey, despídete bien—se quejó, y volví a voltearme, besando sus labios.

Me bajé del auto, despidiéndome con un movimiento de mano antes de cerrar la puerta. Gray forzó una sonrisa.

Ha pasado por mucho últimamente, y me duele pensar que ni siquiera ha tenido tiempo para sanarse a sí mismo.

Suspiré agotado, sacando el celular de mi bolsillo para pedir un taxi mientras veía el auto alejarse.

Realmente espero que logre alcanzar a Black, porque al tardar unos segundos en estacionarnos, lo más probable es que lo haya perdido de vista.

Me senté en una banca cerca de la calle, esperando, y, cuando al fin llegó el taxi, me apronté en subirme, enviándole más mensajes a Clara.

Pero no me respondía.

Narrador| Black

Me estacioné a un lado de la carretera, tomando mi celular para llamarla por tercera vez.

Lo sentimos, pero "Mi escuincla" no puede responder ahora, deje su mensaje después del tono.

Esa maldita escuincla.

Volví a llamar, y, cuando el mensaje por defecto no se escuchó, me emocioné, subiéndole el volumen a mi celular cuando, por fin, respondió.

—¿Amaya?—inquirí, ocultando el temblor en mi voz, sin embargo, me alteré en cuanto escuché unas respiraciones agitadas—hey, respóndeme—solté preocupado, tomando con mi mano libre el manubrio.

Lo siento...—un susurro apenas perceptible se escuchó, su voz pendía de un hilo y sus respiraciones descontroladas podían oírse a pesar de que ella intentara ocultarlo.

—Amaya, ¿qué hiciste?—pregunté, sin recibir una respuesta—¿dónde estás?—hablé de nuevo, comenzando a desesperarme cuando ya no alcanzaba a oír absolutamente nada del otro lado de la línea telefónica—Amaya, maldita sea, dime algo.

Faceless Revenge ©Where stories live. Discover now