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Emma Stone como Charlotte Lacroix.
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Cillian Murphy como Thomas Shelby.
La noche oscura solo era iluminada por la tenue luz de la luna sobre su cabeza, los faroles a cada lado del camino la guiaban hacia la entrada de la gran mansión donde la fiesta se llevaba a cabo. Charlotte acomodo su cabello rojo y el vestido de gala del mismo color que arrastraba detrás de si unos centímetros de cola, inspiró tomando confianza y fingió una sonrisa petulante antes de adentrarse por las enormes puertas del salón.
Thomas suspiro aburrido mirando a su alrededor, la fiesta se volvía tediosa al pasar las horas pero era parte de los negocios asistir a este tipo de eventos para agraciar a los nuevos socios. Encendió un cigarrillo oyendo a la mujer junto a él parlotear sobre su muy aburrida vida cuando vio las puertas del salón abrirse por completo.
Charlotte Lacroix era una mujer bella y decidida que inspiraba respeto a todo su alrededor, no sólo por ser una mujer adinerada, no. Los rumores sobre ella eran varios, Lacroix era una muy famosa marca de ropa a medida en toda Europa, Charlotte era la fundadora y presidente a cargo de los diferentes locales abiertos alrededor del mundo. Enviudó hacia dos años, su esposo se manejaba en un mundo un tanto ilegal, las malas lenguas hablaban sobre tráfico de drogas. Decían que, luego de la muerte de su esposo, ella continuó con el negocio, enviando cargamentos de telas como fachada para la cocaína y el opio. Shelby la había oído nombrar algunas veces pero nunca había tenido el placer de conocerla en persona.
Charlotte tomó una copa de champagne de la bandeja de un camarero que pasaba frente a ella y se detuvo en medio del salón a la espera de la anfitriona quien parecía sorprendida de su presencia en aquel lugar. Ella no asistía a ese tipo de fiestas desde que su esposo había fallecido, él era quien la convencía de salir a socializar con esa gente. A decir verdad, Charlotte los despreciaba, ella había nacido en una hogar muy pobre, había pasado hambre y había sufrido los abusos de hombres poderosos como esos que asistían a estas fiestas. Aborrecía el hecho de que todas estas personas se reunieran a compartir sus opulencias y competir por quien era el más adinerado de la sala.
