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Ana de Armas como Helena.
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Cillian Murphy como Thomas Shelby.
Lo vi acercarse por el reflejo del espejo con una sonrisa encantadora mientras me aplicaba labial, William se detuvo detrás de mi y me beso la coronilla apoyando sus manos sobre mis hombros.
Conocí a William dos meses después de haber llegado a Londres en un club, era amigo de una amiga mía, ella nos presentó y luego de tres meses de novios me propuso matrimonio. Dudé al principio, mi corazón había sido pisoteado por tanto tiempo que no podía evitar desconfiar de aquel sentimiento que crecía dentro de mi pecho, pero el logró que despejara mis dudas y lo acepte por fin.
- Cielo, estas hermosa. - dijo mirándome por el espejo.
Me puse de pie y envolví mis brazos alrededor de su cuello para besarlo con pausa y cuidado.
- Tú no estas nada mal. - le comenté limpiado de sus labios los restos de labial con los que lo había manchado.
- ¿Estas lista? - cuestionó acariciando mis mejillas.
- Por supuesto. - sonreí caminando hacia el sofá donde descansaba mi abrigo.
William había recibido de su padre el manejo de la empresa de automóviles cuando el hombre murió. Luego de varios meses de inestabilidad consiguió un nuevo socio que trajo alivio a la carga de empleados que comenzaban a alborotarse por la falta de trabajo. Esta noche cenaríamos con aquel nuevo socio y la esposa de él en su hogar, William estaba nervioso por esto, quería que todo saliera a la perfección. Para él era importante el status y el dinero, había nacido en cuna de oro, nunca había sufrido por hambre ni le faltó un techo en su cabeza. En cambio, yo había venido de abajo, mis padres eran muy humildes y todo lo que había conseguido en mi vida lo gané trabajando duro, aunque entendía su pasión, él no quería defraudar a nadie y mucho menos a él mismo.
Emprendimos el viaje cuando la tarde caía, el camino parecía eterno, rodeado de extensos pastizales cortados a lo lejos por arboledas. Al final del camino se presentaba una enorme casa con varios ventanales que reflejaban los últimos haces de luz del día, fruncí mi ceño a medida que nos acercábamos, era una completa ostentación de dinero.
