Adeline

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Bella Heathcote como Adeline

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Bella Heathcote como Adeline.

Cillian Murphy como Thomas Shelby

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Cillian Murphy como Thomas Shelby.

Adeline acarició el pétalo de rosa que descansaba dentro de aquel jarrón repleto de flores, era un hermoso arreglo entre tantos que debían entregar para el evento más esperado por la socialité de Londres, el Derby de Epsom. La florería rebosaba de empleadas que corrían de un lado al otro ultimando detalles, ella sonrió observando como las mujeres apuraban el paso y gritaban por encima de papeles de seda órdenes entre ellas.

- Este lugar huele a ti. - escuchó el susurro a su espalda.

- Este lugar huele a flores.- volteó con una sonrisa pícara para observar esos profundos ojos del color del mar, que la plantaban en su lugar.

Thomas Shelby sonrió mientras se inclinaba hacia ella e inspiraba el aroma de su cabello.

- Tu hueles a flores, sol y frescura. - coqueteó.

- Señor Shelby, a que debo su visita. - cambió de tema mientras señalaba algunas cajas que debían ser empacadas.

- Vengo a contratar sus... - se interrumpe un momento y continúa.- servicios.- concluye.

Adeline suspiró algo cansada de aquello, hacía tiempo quería dejar esa vida, pero era la mejor en lo que hacía. Ninguna otra mujer la había podido igualar en todo este tiempo. Eran pocas las personas que sabían lo que había detrás de la fachada de florería que manejaba con tanto orgullo.

- Venga conmigo. - dijo con una sonrisa en sus rojos labios.

Shelby camino detrás de la mujer observando como contorneaba sus caderas en dirección a la oficina que tan bien conocía. El vestido verde esmeralda que traía puesto se ajustaba a su cintura dejando a la vista de cualquiera sus hermosas curvas, imagino recorrerlas con sus manos por encima de la ropa para luego despojarla de aquellas telas y hacerla suya sobre el escritorio de roble oscuro. Thomas le dio una larga calada a su cigarrillo intentando alejar aquellos pensamientos de su mente, sabía que no debía mezclar el placer con los negocios.

La mujer le ofreció asiento frente a ella y un trago que el aceptó de inmediato, con bastante rapidez dejó el vaso frente a él y se sentó para oír la propuesta de aquel hombre que tan bien conocía.

Ambos se habían criado en Birmingham, muy cerca uno del otro. Sus padres solían beber juntos, aunque el de Adeline era un sujeto de dinero, se movía en los barrios bajos para pasar desapercibido. Ellos solían jugar fuera del bar, pistoleros y policías, así le llamaban.

- Entonces, en que puedo servirle, señor Shelby. - cuestionó poco intrigada.

- Hay un sujeto, un mariscal, lo necesito muerto. - explicó encendiendo otro cigarrillo.

Parecía algo nervioso al comentar aquello, ella frunció su ceño y se estiró por encima del escritorio para robarle el cigarro, también para dejar expuesto su escote frente a él como una provocación.

- Sabes que ya no me dedico a eso. - comentó para luego darle una calada.

- Estoy en problemas. - soltó por fin, como si fuera un secreto gritado a voces.

- ¿Y cuando no estas en problemas, Thomas? - cuestionó con obviedad. - Desde que te conozco has estado en problemas. - sonrió.

- Pero estos son problemas más grandes. - retrucó encendiendo su propio cigarrillo.

- Cuanto más creces, los problemas se vuelven más grandes. - se encogió de hombros ella. - Pero bueno, cuéntame más.

Thomas le explicó el trabajo con lujo de detalles, necesitaba que se deshiciera del sujeto en un lugar específico, en un momento específico. Ella escucho con cautela todo lo que él decía y cuando por fin acabó se quedó en silencio sopesando toda aquella información.

- He querido alejarme de esta mierda desde los veinticinco años, Thomas, pero tu nunca me lo hiciste fácil. - suspiró.

- Eres la mejor en esto, nunca conocí a nadie más que pudiera hacer el trabajo con tanta perfección como tu. - dijo poniéndose de pie. - Se que te estoy pidiendo demasiado, y no lo haría si no fuera importante, pero lo es. - comentó mientras se acercaba a ella al otro lado del escritorio.

Adeline se puso de pie y empujó a Shelby al asiento de donde se había levantado segundos antes, se sentó en el escritorio arrugando unos cuantos papeles sobre este y apoyó su fino tacón sobre el apoya brazos de la poltrona junto al brazo de Thomas dejando a la vista el borde del ligero que sostenía la media de seda y, junto a ella, la funda de la pistola que siempre cargaba por protección.

- Veo que no te has alejado mucho de tus orígenes. - comentó él mientras repasaba con su mano la pantorrilla de ella, subiendo con lentitud hasta su muslo.

Mientras otras niñas aprendían bordado, pintura, a vestirse a la moda con joyas y zapatos, a ser buenas madres y esposas, ella fue entrenada en luchas cuerpo a cuerpo, armas de todas clases y el arte de matar. Se había convertido en temprana edad en una asesina a sueldo, en la mejor que nadie hubiera conocido. Su padre se encargó de aquello, la había convertido en un arma mortal, tan hermosa como peligrosa. Su perfecto rostro de porcelana la hacia parecer una delicada muñeca, débil, alguien manipulable, pero nada de eso estaba cerca de lo que realmente ella podía hacer. Era la trampa perfecta, estaba hecha para el trabajo, nadie sospecharía que debajo de toda esa delicadeza y hermosura, se escondía una filosa arma.

- Te saldrá muy caro. - dijo en un susurro desatando el nudo que sostenía el lazo de su vestido.

- Sabes que el dinero no es un problema. - retruco él poniéndose de pie para pegar su cuerpo al de ella de un tirón. Apretó con fuerza las caderas de Adeline, apretando su piel por encima del vestido.

- No quiero tu dinero, Thomas. - susurró acercando sus labios rojos y carnosos a los de él.

Thomas trago duro sintiendo el cosquilleo que se alojaba en su bajo vientre, recorrió con ambas manos sus piernas que ella envolvió con destreza alrededor de su cadera.

- ¿Y que quieres entonces? - cuestionó mientras colaba las manos por dentro de sus bragas.

- A ti. - respondió en un gemido gustoso.

Thomas no pudo contenerse y, como si la premura no lo dejara controlarse, la hizo suya sobre aquel escritorio.

Ella siempre había soñado con el día en que él perdiera el control y la hiciera suya. Por años habían llevado el negocio de manera profesional, salvo algunos coqueteos inocentes que no pasaban de eso, pero Adeline siempre había estado enamorada de aquel hombre.
Desde el día que lo conoció en la puerta de aquel pub, mientras sus padres bebían sin parar, ella perdió la cabeza por Thomas. A medida que fueron creciendo, sus caminos se unieron varias veces, los hombres caían víctimas de sus encantos uno a uno y ella forjó su negocio en base a aquello. Pero su amor fue probado el día que un hombre la contrató para eliminar a Thomas, nunca pudo hacerlo y eso le costó la muerte de su padre.

- Soy todo tuyo. - susurro Thomas sobre sus labios.

La sostenía por el mentón, acariciando con su dedo pulgar su labio inferior brillante e hinchado. Ella sonrió con satisfacción para luego besarlo con añoranza, intentando recuperar todos aquellos años de besos que le fueron negados por los negocios.

- Trato hecho. - dijo y sonrió.

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Peaky Blinders One ShotWhere stories live. Discover now