Capítulo 1

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Fernando Camacho

Embestí contra ella una vez más, sus labios estaban entreabiertos y dejaba escapar pequeños jadeos que me hacían saber que lo estaba disfrutando tanto como yo, había cosas que eran imposibles de fingir. Sus ojos estaban cerrados y su cabello se enredaba en la almohada, su mano apretó con fuerza las sábanas de mi cama y estaba casi seguro de que se correría ahí mismo.

—Por favor... —la escuché sisear, agitada, mi mano se coló entre sus piernas para acariciar su clítoris y hacerla llegar al orgasmo más rápido. Yo me corrí seguido de ella, fue inevitable cuando su apretado coño me envolvió todavía más, haciéndome perder los sentidos.

Pasé una mano por mi cabello, sintiendo el sudor picándome. Mi mirada se desvió al reloj que tenía encima de la mesita y me separé con rapidez, en media hora debía de estar en el aeropuerto porque salía mi vuelo para España, mi casa ya quedaba al menos a un cuarto de hora así que debía de darme prisa si es que quería cumplir con mis deberes.

—¿A dónde vas? —la escuché quejarse cuando corrí en dirección al baño—. ¿No quieres que nos duchemos juntos...?

—No, no necesito otra distracción —señalé—. Tengo que irme así que cuanto antes acabe mejor para todos.

Si entraba conmigo en la ducha mandaría a la mierda el vuelo a España, estaba más que seguro que le daría la vuelta y terminaría follándola contra la pared de la ducha. No sería la primera vez que pasaba, aunque siempre me prometía que sería la última.

Le había dejado claro desde un principio que no tendríamos una relación, ni nada serio, que como mucho nos limitaríamos a tener sexo y poco más. Aunque siempre volvía a repetirse la misma historia y cuando terminábamos de echar un polvo se me quedaba mirando con aquellos ojitos de enamorada que me daba pena mirar, me sentía la peor persona del mundo por no corresponderle a esos sentimientos que ella no dudaba en ocultar. Yo no la veía para mi, si algún día tenía novia, mujer o lo que fuera, estaba seguro de que tendría que ser alguien como yo y no una niña... Porque por mucho que me jodiera, la había visto crecer y estaba mal aprovecharme de ella ahora que había cumplido la mayoría de edad.

Intenté no pensar demasiado en ella y me centré en darme aquella ducha rápida que tanto venía necesitando. Al salir con una sola toalla envuelta en la cintura volvió a comerme con la mirada, definitivamente ella sí que sabía como subirme el ego, le regalé una sonrisa antes de dirigirme al armario en busca de ropa. Me miré en el espejo de este, viendo como las gotas de agua resbalaban sobre mis tatuajes, dándoles un aspecto lúcido.

Si, tatuajes, nada que una camisa no pudiera ocultar decía... Hasta que decidí hacerme también uno en el dorso de la mano, papá no me dijo absolutamente nada pero mamá se escandalizó sólo de verlo. Con el tiempo aprendió que no pasaba nada por tener tatuajes a la vista, no me hacían más informal, de todos modos ya no era formal antes de tenerlos como para serlo ahora.

—¿Estás seguro de que no quieres que vaya contigo a España? —me preguntó, haciendo un tierno puchero con sus labios.

—No, Calíope, tú debes de quedarte —susurré, dejando un beso en su frente—. Además, va a ser un viaje aburrido, me juntaré con uno de los socios de la empresa y volveré a los días, ya sabes.

—No me dejarás mucho tiempo sola —asintió ligeramente con la cabeza.

Me dolía su dependencia hacia mi, ella tenía que expandir horizontes y ver más allá, existían más hombres y mucho mejores que yo, si tan solo se diera la oportunidad de conocer a otras personas y no aferrarse a la esperanza de que yo pusiera mis ojos en ella...

—Diviértete, ¿si? —murmuré en su dirección, ella me sonrió de regreso—. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras, ya sabes dónde están las llaves.

Le guiñé un ojo antes de tomar mis cosas e irme, daba gracias a Dios por tener un piso para mi solo y no vivir con mis padres, de lo contrario sería complicada esta situación. Claramente ellos no sabían que me follaba a la hija de sus amigos, al igual que estes tampoco lo sabían. Y menos mal, de lo contrario se armaría un lío a nivel mundial, además de que perdería a un amigo... Si, sin duda Diego me mataría.

¿Es que había algo que yo hiciera bien?

No.

Era un puto desastre de los pies a la cabeza, hasta el momento solo había dado dolores de cabeza y al parecer decepciones. Es como si fuera un estilo de vida que no quería asumir.

Aunque juro que intento hacer lo correcto, llevar mi vida por un buen camino y no influenciar a los demás, pero siempre fracaso en el intento.

Y es que quizá yo sea eso: un simple fracaso.

Dejando los pensamientos negativos que me atormentaban noche y día, llegué al aeropuerto y dejé mis cosas a manos de Liam, uno de los chicos de confianza de papá, que me acompañaba en cada viaje de negocios que hacía. Era un buen tío, no sería yo quien de decir lo contrario.

—Por un momento pensé que se había olvidado del viaje —dijo meneando la cabeza en desacuerdo.

Vaaaale, tenía una fama de impuntual que no podía con ella, pero a mi defensa he de decir que me entretengo con absolutamente todo lo que veo por delante.

—Es un viaje importante, no me olvidaría de él aunque quisiera —me limité a responder, sabiendo que era una verdad a medias. Subimos al avión y me dejé caer en el asiento casi de manera exagerada, me esperaban unas horas largas en el avión... Y los vuelos siempre me ponían de mal humor así que ya podían rezar los españoles para no tocarme mucho los cojones.

Bye, Estados Unidos.

Es momento de empezar con esta nueva aventura...

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now