Capítulo 30

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Lara Gutiérrez

Pensé que no me llevaría bien con mis compañeros de trabajo desde el primer día, pero la verdad es que esa idea fue cambiando y a día de hoy estoy segura de que no solo nos llevamos bien, también puedo contar con ellos.

Ariadna y Belinda habían resultado ser dos chicas más cercanas de lo que creía, pues a pesar de las bromas eran las que apoyaban mi supuesta relación con Nando. Tuve que aclararle un par de veces que no estábamos saliendo, que sólo habíamos tenido una cita, no es como si me fuera a pedir matrimonio después de eso. Ellas insistían en que él no era de salir con chicas, así que algo tenía que tener yo para que diera ese paso. O quizá sólo me lo decían para hacerme sentir mejor.

No me importaba.

La verdad  es que me sentía bien conmigo misma, aunque la idea de que eso era un error se apareciera más veces por mi mente de las que me gustaría, estaba segura de que era lo correcto. No estaba haciendo nada malo, tenía que dejar de pensar lo contrario. Solo estaba disfrutando del momento, de las cosas que me gustaban.

Para cuando llegó la tarde y me despedí de mis compañeros estaba todavía más contenta. Quedaban minutos para ver a Nando, para llevar mis cosas a su piso y actuar como dos personas normales y corrientes. Pero lo cierto es que no éramos ninguna de las dos cosas, que de normales no teníamos nada y de corrientes menos, que más bien éramos todo lo contrario (y nos gustábamos así).

Decido hacer el camino hasta el hotel a pie, no había tenido mucho tiempo para dar paseos así que aprovecharía la oportunidad. El ambiente no estaba cargado y éramos pocas las personas que caminábamos a esas horas por la calle, raro cuando se trata de una ciudad con tanta gente.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo e inmediatamente una sonrisa tonta se me dibuja en los labios porque sé de quien se trata. Lo saco solo para confirmar que así es, un número desconocido, pero de alguien muy conocido, está en la pantalla indicando que acaba de salir de la empresa y que no se tardará demasiado en llegar. No sé qué responder a eso, así que simplemente no lo hago; me limito a guardar su número en mis contactos.

Subí a mi habitación y tomé la maleta que todavía tenía cosas dentro, soy tan vaga que ni siquiera la había vaciado del todo, solo iba sacando lo que iba usando. La abrí sobre la cama y doblé la ropa que estaba fuera para después guardarla en esta, incluida aquella que me había regalado Nando.

Los pequeños golpeteos en la puerta me hicieron mirar en esa dirección, levantarme e ir a abrir.

—Señorita —Nando estaba sonriente al otro lado—, ¿me he equivocado de cuarto?

—No, has tenido suerte.

Dejó un casto beso en mis labios y entró en la habitación con una autoinvitación, fue directo a la cama para tomar mi maleta.

—No tienes que cargar con eso —señalé.

—Quiero hacerlo, así que tranquila.

No era consciente de cómo estaba latiendo mi corazón hasta que pasó por mi lado y me tendió la mano, invitándome a tomarla.

Sonreí con ese simple gesto y la acepté con gusto. Nunca pensé que mis manos encajarían tan bien con las de alguien hasta que llegaron las suyas.

Ojalá nunca me las soltara, sería difícil encontrar el calor en otras manos.

Miré por última vez la habitación y me despedí de ella en silencio mientras cerraba la puerta, al bajar tuvimos que entregar la llave en recepción, la chica que estaba allí también se despidió de mí con una sonrisa en los labios y me deseó lo mejor. Que agradable.

—Definitivamente vamos a vivir juntos —dijo nada más salir.

Si. Eso estaba sucediendo. Nando y yo íbamos a compartir piso, solo podía reforzar nuestro vínculo o hacer que terminásemos tirándonos por los pelos cuando menos nos lo pensáramos. Ojalá fuera la primera.

—Espero no arrepentirme de esto —murmuré divertida, porque la realidad es que esperaba que él no se arrepintiera.

—Me encargaré de que no quieras irte de mi lado, Lariña —me guiñó un ojo.

De momento lo estaba haciendo más que bien.

Se encargó de mi maleta mientras yo me metía en el coche, no me apetecía conducir esta vez así que dejaría que él se encargase de eso, yo ya había disfrutado suficiente de un coche que no me pertenecía.

No tardó demasiado en entrar también, se puso el cinturón de seguridad y me miró de manera fugaz antes de encender el coche.

Anti hero de Taylor Swift estaba sonando, el teléfono de Nando estaba directamente conectado con la radio.

—No puede ser...

—¿Qué? —se encogió de hombros, apenado—. A ti te gusta esta mujer, tenía que escucharme sus canciones.

—No solo te has escuchado sus canciones, ¡te las has descargado y las tienes puestas en el coche! —llevé una mano a mis labios, emocionada—. ¿Por qué?

—A ti te gustan, es motivo suficiente.

Jodida mierda.

¿Cómo iba a ser tan romántico? Así sólo me daban ganas de comerlo a besos cada vez que abría la boca para decirme algo bonita, es decir, la mayor parte del tiempo.

Me gustaba Nando, vaya que si me gustaba. No necesito ser experta en la materia para decir que me estoy enamorando de él en poco tiempo.

Intenté no pensar en negativo, de nada me serviría volver a ello. Disfruté de la buena música y la buena compañía, con él todo parecía ser perfecto.

Al llegar también fue rápido en tomar mi maleta y no dejarme a mí cargar con ella.

—No te atrevas a quejarte, señorita —señaló al ver de nuevo mis intenciones.

—Te dejo presumir de fuerza un rato más, venga —me mofé.

Él rodeó los ojos con fingida molestia, claro que para sus músculos aquello era insignificante.

Sin embargo, su sonrisa se borró cuando al llegar a la puerta de su piso ya había alguien allí esperándolo.

Si, todo iba demasiado perfecto para ser real.

Dueño de mi vida Kde žijí příběhy. Začni objevovat