Capítulo 4

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Lara Gutiérrez

Torpe. Torpe. Torpe.

Eso era lo que había sido.

Al final sí que iba a ser mejor que me hubiera encerrado en la cocina, acababa de joderlo todo, mi futuro como cocinera se acababa de ir a la mierda.

Sólo de recordar la escena tan vergonzosa se me calentaban las mejillas. Le había tirado la crema de grelos ardiendo al magnate Camacho, era para matarme. ¡Las manos de él estuvieron sobre mi cuerpo porque por poco le aterrizo encima!

Definitivamente el día no podía ir a peor...

—¡Sabía que lo mejor era dejarte en la cocina! —me gritó en cara Tomás cuando me tuvo delante—. Una palabra de ese hombre y nadie vuelve aquí en la vida, ¿eres consciente de eso?

Asentí, intentando no sumirme. No era una mujer de callar cuando me gritaban así, pero por primera vez debía de admitir que había sido mi culpa y me lo merecía. Fui una torpe, además de mancharle la ropa seguro que lo quemé. No se ha llevado un buen recuerdo, no volverá nunca más y... Nos cerrará esto, estoy segura, o me echará de patadas a la calle y tendré que joderme por el tremendo error que había cometido. De todas las cosas que pudieron pasarme... Me pasó la peor.

—Sé que la cagué pero...

—¡No hay peros! —espetó, interrumpiéndome—. No tienes ni el más mínimo derecho a dar explicaciones... ¡Excusas! A poner excusas, más bien.

—¡Me resbalé! Puede pasarle a cualquiera...

—No, no puede pasarle a cualquiera. Solo te pasó a ti porque eres una torpe que al parecer solo sabes quedarte en la cocina.

Me estaba empezando a calentar.

Si, una cosa era admitir los errores y dejar que me gritara porque me lo merecía. Otra muy diferente era que se desquitara del todo conmigo buscando humillarme una vez más. Yo también tenía algo de dignidad y me impostaba poco que fuera mi profesor.

—Te estás pasando —señalé.

—La única que se ha pasado hoy has sido tú, a ver si lo entiendes de una jodida vez, pensé que estaba claro que era una persona importante y que todo tenía que salir a la perfección.

—¡Que yo ya lo mentalicé, joder! —exclamé sin poder evitarlo, siendo yo ahora la que estaba alzando la voz—. Quizá ese fue el puto problema, que nos presionaste demasiado y con eso solo conseguiste ponernos más y más nerviosos a todos. Cometí un error, si. Ya está hecho, no hay nada que pueda hacer ahora.

—Estás expulsada.

Dos palabras son suficientes para que el corazón deje de latir, los pulmones dejen de respirar y la mente se te quede en blanco. Dos palabras.

Quiero gritar, llorar, pero sobre todo gritar. No es justo, nada de lo que estaba pasando era justo pero esto era pasarse demasiado. Si, tenía poder, pero estaba abusando de él al usarlo de esta manera.

Aunque yo, una desgraciada más orgullosa que su puta madre, levanté la cabeza y me desaté el delantal para lanzárselo a la cara y después irme de la cocina. Ni siquiera fui a recoger mis cosas, solo quería alejarme de aquel lugar y cuánto antes mejor.

Estaba expulsada.

Algo que jamás se me había pasado por la cabeza ya que hacía lo posible para ser una buena estudiante, terminar el curso bien y poder irme a hacer las prácticas a algún lugar chulo, con algo de suerte a los jefes les gustaba mi manera de trabajar y me contrataban para la temporada de verano... Pero ese sueño estaba cayendo de a poco y sin poder evitarlo me vinieron las lágrimas a los ojos.

Llegué al piso que compartía con Iria, una chica que conocí pocos meses antes de empezar en esta locura. Ella también estudiaba en Santiago, aunque estaba en una carrera de esas largas y difíciles. Le gustaba, si, pero a veces la escuchaba llorar de madrugada por no memorizarse algún tema importante. El piso era pequeño porque ninguna de las dos éramos ricas para poder permitirnos algo más grande, pero ambas teníamos nuestro espacio.

Sin embargo, la imagen que me encuentro tras cerrar la puerta es la de Iria tumbada en el sofá, comiendo patatas fritas mientras miraba con poco interés la televisión.

Me acerco a pasos lentos y jadeo de la impresión cuando en pantalla aparece Fernando Camacho perseguido por cuatro periodistas, todos deseando que les responda a alguna pregunta, pero él iba demasiado serio y con pocas ganas de hablar. Me fijo en su ropa, que no había pasado desapercibida para nadie, y en las manchas de color verde que habían quedado en aquella blanca camisa. Con razón estaba de mal humor.

—Apaga esa mierda —gruñí, pero no le di tiempo a hacerlo, yo misma tomé el mando para apagarla.

—¡Oye, estaba viendo a ese bombón!

—Me han expulsado —solté casi al mismo tiempo, haciendo que se sentara y me mirara con cara de "¿he escuchado bien?", pues si, para mi desgracia si.

—¿Que has hecho?

—¿Viste la camisa manchada del bombón ese? —sonreí irónica—. Pues me caí cuando iba a servirle la crema de grelos y bueno...

—¿Y te han expulsado por eso?

—Y porque le grité al jefe de cocina también, claro —me dejé caer a su lado, pasándome una mano por el cabello.

Ella me miró preocupada, sabía cuán importante era esto para mi.

—Esta noche había quedado con mi novio, pero tú me necesitas más que él, voy a cancelar los planes y así podemos hacer algo tú y yo.

—Ni se te ocurra —pedí—. Lo único que quiero hacer yo esta noche es quedarme en cama y dormir hasta el día siguiente al mediodía. Algún provecho hay que sacarle a la expulsión, ¿no?

Iria parece estar pensando en algo, tiene las cejas ligeramente fruncidas y la mirada perdida. Si, en algo profundo. Algo que cundo lo diga me parecerá una mala idea, estoy segura.

—Vamos a salir, avisa a tus amigos, así también podrá venir mi novio y no le daré plantón —me guiña un ojo—. Iremos a beber, bailar... Pero sobre todo beber.

Si, lo que decía, una mala idea.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now