Capítulo 12

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Lara Gutiérrez

No fue tan horrible como me había imaginado. Tenía tendencia a exagerarlo todo y siempre iba por la rama más pesimista que hubiera en mi ser. En el fondo lo prefería así, de este modo si algo salía bien me alegraba y si salía mal, pues ya era con lo que contaba.

Tanto Zaid como Nando me resultaron agradables, por momentos me olvidaba que estaba tratando con dos de los magnates más importantes no solo de Estados Unidos sino del mundo. Sus apellidos tenían mucho peso, pero ellos tenían mucha presencia.

Se veía que además tenían una muy buena relación y por lo que hablaban de sus demás amigos era obvio que ellos también entraban en esa amistad.

Amistad.

Que palabra tan bonita cuando sabes su verdadero significado.

Amistad.

Que palabra tan dolorosa cuando sabes lo que es la decepción.

Nunca fui la persona más sociable del mundo, pero hubo una época donde tenía más amigos de los que podía contar con los dedos de las manos. Esas personas me cambiaron por otras y lo entendí, nada en esta vida es para siempre, no importa si has pasado trece años de tu vida a su lado, siempre vendrá alguien que en dos semanas lo igualará (o tal vez superará). Lo peor de todo es que a esas personas les importó una mierda como me pude haber sentido yo. Pusieron excusas, se distanciaron, hasta que todo fue oscuro y sus sombras se distorsionaron frente a mis ojos.

Me cuestioné muchas veces si había hecho algo mal, por qué no era suficiente, por qué cuesta tanto decir las cosas a la cara pero nada a las espaldas.

Después lo superé, pues la vida son etapas y es necesario cerrar una para entrar en otra. Aunque sea dolorosa, aunque esta haya que empezarla sola. Hay que hacerlo. Y descubrí que no habían sido ellas las únicas, conocí a más gente, traté de mantener la distancia y todo para no volver a tener esas sensación de vacío en el estómago.

Ahora estaba ahí de vuelta, haciendo presencia, porque yo no tenía algo tan sólido. Mi mejor amiga tenía novio, yo era un poco la que tocaba el violín y sujetaba las velas. Lo demás eran simples conocidos, no tenía personas a quien contarle mis miedos, mis gustos, con quien bailar mis canciones favoritas, a quien enviarle fotos de los atardeceres... Estaba sola.

—Ha sido un placer conocerte, Lara —sonrió Zaid mientras nos levantábamos—. A mi me toca volver al trabajo, no vaya a ser que piensen que es día libre.

—Como si fueras a hacer mucho —chinchó Nando.

—Más que tú seguro que si —fue su turno de burlarse. Los tres reímos, no veía a Nando el tío más trabajador del mundo, pero si había logrado mantener el imperio de su padre debía de ser porque no lo hacía tan mal—. Nos vemos esta noche, payaso. Espero verte también a ti.

Alcé las cejas al ver que me estaba mirando, fui rápida en negar con la cabeza para rechazar aquella propuesta.

—No, no voy a poder —aclaré mi garganta—. Todavía estoy aterrizando.

—Yo creo que sería una buena bienvenida, pero tampoco insistiré, piensa en ello —me guiñó un ojo y se despidió con la mano antes de irse.

Nando lo siguió con la mirada hasta que cruzó la puerta, después volvió sus ojos a mí y me regaló una de sus perfectas sonrisas.

—Zaid tiene razón, la fiesta es en Zallian, deberías de venir —apuntó—. Seguramente estarás cansada y confundida por el cambio de horario, pero aunque solo sea un ratito... ¿Por favor?

—No me puedo creer que estés tratando de convencerme.

—¿Está funcionando?

Ya lo creo.

—Me parece que tienes que ponerle más ganas.

—Soy bueno convenciendo, que conste, solo que no he sacado a relucir mis encantos todavía —se excusó, mordiendo suavemente su labio inferior. Lo hizo inconscientemente, era obvio, pero aún así no pude evitar mirar ese gesto—. Te presentaré a los demás chicos y también a sus novias, les caerás genial.

—Se me da mal la gente.

—Se te da mal patinar, en lo demás tienes pinta de ser muy buena.

Mis mejillas se calentaron.

Claro, patinar, porque hacía referencia a la manera en la que había resbalado cuando le iba a servir.

"En lo demás"

Nando, no nos desconozcamos.

—No tienes ni idea, corazón —murmuré por lo bajo, haciéndole frente.

—Me gustaría tenerla —susurró, como si se tratase de un secreto del que solo yo podía enterarme—. ¿Nunca has escuchado lo de "a la cama no te irás sin saber una cosa más"? Es una maravilla, pero podríamos modificar un poquitín esa oración y...

—Detente —pedí, alzando mis manos al ver el camino que estaba tomando aquella conversación. Sus cejas se elevaron casi con burla cuando vio mi reacción—. Si quieres aprender algo en la cama conmigo ya te digo que vas apañado.

Dudaba que el sexo conmigo fuera algo innovador para él, seguro que por su estilo de vida pudo haber probado cientos de cosas diferentes. Yo no. Yo había tenido poco sexo y bastante normalito. Unas veces me tocó fingir, otras ni me molesté en hacerlo porque hay hombres a los que les importa un rábano el placer de alguien que no son ellos mismos.

Disfrutaba más yo sola, la verdad. Conocer mi cuerpo había sido un miedo que pude superar, la conclusión fue que nadie me tocaría mejor que yo misma, nadie me encontraría los puntos de placer de la manera que yo podía hacerlo y, sobre todo, nadie se preocuparía más por mi disfrute que una servidora.

—Yo creo que podría aprender muchas cosas —ladeó su cabeza, volviendo con el dicho gesto que me ausentaba del planeta Tierra—. Sino siempre puedes aprender tú de mi, que es más bueno que malo, y yo estaría encantado de poder enseñarte.

—Nando, los tíos como tú...

—No —fue su turno de interrumpirme—. Puedes suponer muchas cosas de mi, pero te aseguro que en la mayoría estás equivocada. Si quieres hablar con certeza, conóceme, tienes la oportunidad de hacerlo. No saques conclusiones antes de tiempo.

—No sabías lo que iba a decir.

Mentira, probablemente estuviera seguro de lo que iba a decir, yo era la persona más predecible del mundo mundial.

—Y tú no sabes cómo soy yo, así que date el gusto de hacerlo —se inclina, sus labios apenas me rozan la mejilla cuando me ls besa, después los desliza hasta mi oreja y lo siento sonreír sobre esta—. Conozcámonos y aprendamos el uno del otro.

Eso sonaba a una propuesta que no podía rechazar por mucho que todas mis alarmas me estuvieran diciendo lo contrario.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now