Capítulo 21

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Fernando Camacho

—¿No tienes nada que contarme? —la voz de mi padre llega desde la puerta, al parecer mamá ya le había contado lo sucedido en la empresa.

—No —respondí con indiferencia mientras doblaba en cuello de la camisa, mirándome al espejo.

La respuesta no le convence así que entra en la habitación y cierra la puerta detrás de su cuerpo. Mierda. Solo hacía eso cuando se trataba de algo serio.

—Fer, te hemos dado muchas libertades y nunca hemos hablado de lo realmente importante.

—Por Dios, papá, no me voy a casar con ella —me giré para enfrentarlo, con ambas cejas levantadas.

Nunca habíamos hablado de chicas, vale. Él sabía que yo tenía mis ligues y no se metía en mi vida, simplemente me dejaba disfrutar de ellos. ¿Qué cambiaba ahora?

Bueno, quizá lo cambiaba todo porque ella había venido hasta la empresa solo para hablar y mamá ya la había conocido. Ese era motivo suficiente para no ser igual a lo anterior.

—Que bien que la mencionas a ella —esbozó una sonrisa de oreja a oreja, mostrando todos sus dientes. Mierda, había caído en su juego de palabras, él nunca mencionó nada relacionado con ella y yo si—. ¿Algo que decir entonces?

—Me gusta —admití, encogiéndome de hombros—. La invité a cenar esta noche, no estoy seguro de si es una cita, pero me gustaría que lo fuera.

—¿Cómo es ella? —preguntó, sentándose en mi cama como si fuera la suya propia.

—Es como nadie —sonreí—. No sabría que decirte. Todo de ella me gusta y sé que lo que no conozco también me gustará, igual la estoy idealizando pero me suda la polla. Te encantaría.

—A mi solo me encanta una mujer, pero me alegra que tú hayas encontrado la tuya —me guiñó un ojo—. Encontrar al amor de tu vida siendo joven es duro.

—Por Dios, papá... ¡Ni siquiera estamos saliendo! No uses términos como "el amor de mi vida" —hice comillas con mis dedos en el aire—. Me hace sentir ridículo.

La verdad es que me gustaba escucharlo, pero no podía admitirlo antes de nuestra primera cita, sino sería más fácil que la tabla del cero.

—Ya tendremos esta conversación más adelante, pero si no sintieras que es así no te habrías tomado tantas molestias en todo lo que has hecho para tenerla aquí.

—¿A qué te refieres?

—¿Tú te crees que he nacido ayer y que me chupo el dedo? —arqueó una ceja—. Fer, he nacido antes que tú, no puedes pretender jugar a un juego que no has inventado tú.

—Papá...

Su mano levantándose fue la señal de que me callara y le dejara hablar a él.

—Esa chica tiene futuro, no se lo arruines solo por un par de polvos, la diversión tiene límites —señaló—. Si la has traído a Estados Unidos solo para distraerte entonces tendremos una conversación mucho más larga y ese acto tendrá consecuencias, si por lo contrario la has traído para cumplir su sueño, entonces me estarás dando la razón en que hay algo más que tonteo entre vosotros dos.

—Todo fue un malentendido, no quería que su sueño fracasase por ello e interviene —aclaré.

—¿Y por qué habría de importarte a ti su sueño?

—Maldición, papá, porque sabía que si no era ella entonces no sería ninguna.

Sin anestesia.

Lo que no me había parado siquiera a pensar me lo acababa de quitar él de la boca solo haciendo un poco de presión.

Entonces se levantó con una sonrisa triunfante, sabedor de que había hecho un buen trabajo al sonsacarme información, se acercó y me dio unas palmadas en el hombro.

—Así me gusta, hijo —me felicitó—. Espero que esa cita salga bien y que la próxima cena sea otra que tú y yo sabemos.

—Tú no sabes lo que dices...

—No digas tonterías, es lo que estás deseando —se mofó.

Bueno, si, pero eso no era algo que se decidiera así por así, ni siquiera nos conocíamos bien.

—Me gustaría que se quedara en mi piso estos meses, pero sé que no va a aceptar. ¿Podrías darme algún consejo o algo?

—No lo necesitas, tienes tus truquitos aunque creas lo contrario.

—Papá, no.

—Fer, si —asintió con la cabeza—. Nunca has necesitado impresionar a nadie, hoy te has pasado horas en tu habitación deliberando sobre qué ropa llevar y qué perfume usar. Unas plantas bonitas no te van a costar nada, es más, te saldrán solas cuando la veas.

—No puede ser que me tengas tanta fe...

—Yo también he tenido tu edad —señaló lo evidente—. Ahora alegra esa cara, respira y ve a por Lara.

Asentí y me dispuse a hacerlo hasta que paré en un pequeño detalle...

Yo no le había dicho su nombre.

—¿Qué es exactamente lo que te ha contado mama? —inquirí.

—Oh, prometí mantener la boca cerrada —respondió burlón—. Insistió mucho en que no revisara las grabaciones, creo que debo de hacerle caso.

—Más te vale que no lo hagas, no me dio tiempo a desactivar las cámaras ni tampoco borré nada después —señalé.

Alzó sus manos en señal de rendición y salió de mi cuarto, no sin antes desearme suerte. Eso me dejaba más tranquilo, era un peso menos. Aunque los nervios de la cena estaban ahí, ¿o eran mariposas?

Fuera lo que fuera solo quería irme ya, me daba igual que faltasen minutos, no me importaba quedar como un impaciente cuando se trataba de ella.

Ya la había esperado tiempo suficiente, ¿por qué habría de querer seguir esperándola más?

El tiempo era valioso, no podía perderlo, no quería perderlo. Había que aprovecharlo en mejores cosas.

Como en ir a buscarla ya y empezar la noche cuanto antes.

Me tomé una respiración tal y como papá me había aconsejado, salí con el coche que a ella tanto le había gustado la última vez y puse rumbo a su hotel, ¿que podía salir mal en una primera cita?

No lo sé, nunca he tenido una, así que lo descubriremos en breve.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now