Capítulo 29

146 22 8
                                    


Fernando Camacho

Ya me parecía a mi que el día estaba siendo demasiado perfecto, primero desperté con Lara, después fuimos a desayunar, la dejé en su trabajo, estaba teniendo un día tranquilo en el despacho... Todo correcto, todo tranquilo, demasiado.

Hasta que llegaron ellos a romper lo que estaba formando.

La puerta se abrió sin siquiera tocar antes, ni avisar que iban a entrar. Maleducados.

—¿Quién os ha dado permiso? —me froté la sien con dos dedos.

A mis amigos los quería mucho, no iba a decir lo contrario, pero siempre me daban dolores de cabeza. Sobre todo cuando venían los dos juntos. Se hacían llamar el team D, tenía sentido porque dolor de cabeza también empezaba por d.

—No necesitamos permiso —dijo Diego, sonriendo de oreja a oreja.

¿Qué mosca le había picado ahora a este?

—Necesitamos explicaciones —agregó.

—¿Explicaciones de qué? —inquirí, levantando una ceja.

—De la chica guapa que hay trabajando en el restaurante de Zaid, claro.

Chica guapa.

Él no acababa de decir eso, ¿verdad? No, claro que no, sólo me lo había imaginado yo.

—No me mires así, yo ya tengo pareja —alzó sus manos, librándose de pecado—. Solo queremos saber, eso no ningún delito.

—Violar la privacidad de otra persona si que lo es, vosotros habéis entrado sin el permiso de nadie y además pidiéndome explicaciones sobre mi vida, lo de que no es delito podemos discutirlo —chasqueé mi lengua contra mi paladar, viendo como se ponían cómodos en mi despacho.

Claro que si, no me esperaba menos. ¿No querrían también un café con unas galletitas?

Mejor no se lo pregunto porque son capaces de decir que si.

—Ya sabéis quien es Lara, os hablé de ella  —señalé, porque era verdad, les había dicho más o menos cómo nos conocimos, que me atraía y poco más. No llegué a profundizar.

—Nos hablaste de su culo —dijo Diego—, y ni siquiera pude confirmar si exagerabas.

—Más te vale —fui rápido en decir.

Demian puso los ojos en blanco, no sé si por el comentario de Diego, por mío o por los dos.

—No solo nos hablaste de su culo, que Diego solo se acuerde de esos detalles es otra cosa —negó con la cabeza—. Es muy guapa, no te equivocaste ni exageraste cuando la describías. Me atrevo a decir que hacéis una buena pareja.

El último comentario lo hacía solo para ver mi reacción, él era bueno leyendo a las personas y sabría sacar una conclusión rápida de un solo gesto. Puto Demian, el tío sabía lo que hacía.

—Se va a mudar a mi piso esta misma tarde —solté, dejándolos a ambos sin saber que decir.

¿Querías reacción? Pues ahí tienes, reacciona tú ahora.

Diego balbuceó cosas sin sentido y finalmente le cedió la palabra a Demian, que tampoco estaba muy lúcido para hablar.

—¿A tu piso? A ver, Nando, creo que estás yendo un poco rápido.

—No eres el más indicado para hablar de eso —le recordé.

—Vale, tienes razón, ¿pero estás seguro?

—Nunca he estado tan seguro de algo en mi vida, por primera vez no quiero ser un desastre y estoy haciendo las cosas bien, hasta tuvimos una cita romántica —les hice saber—. Lara me gusta de verdad, no exagero al decir que podría ser el amor de mi vida.

—Entonces sí que fue amor a primera vista, que locura, lo tenías clarísimo y no has cambiado para nada de idea —murmuró Diego, pasándose una mano por el cabello—. ¡No sabes cuanto me alegra saber que en grupo está completo! ¿Cuándo le puedo presentar a Ayker? Seguro que se llevan genial.

—Yo también quiero presentarle a Julienne —insistió Demian.

—Y yo quiero presentarle a mis padres —murmuré, haciendo que los dos se callaran de inmediato—. ¿Qué? Papá fue el primero en pedírmelo.

—Así que tu padre ya sabe de ella, ¿eh? —Diego alzó sus cejas—. Definitivamente tiene que ir en serio.

—Es que ella vino a la empresa y ya conoció a mi madre, es una historia un poco larga...

—Pues estás de suerte porque nosotros tenemos todo el tiempo del mundo y además nos encanta escuchar historias.

—Vosotros sois unos chismosos.

—No te vamos a decir lo contrario porque mentiríamos y nosotros somos unos chicos muy sinceros.

Cuando les convenía serlo solo.

Me acomodé en mi silla y aclaré mi garganta para después empezar a contarles todo, bueno, casi todo, algunos detalles los omití porque no sería necesario mencionarlos. Ambos me escucharon con atención, aunque sabía que cuando le pusiera el punto final tendrían mucho que decir, pero mientras yo hablaba no me interrumpieron, dejaron que me expresara, sonrieron conmigo y compartieron algunas miradas que ya decían mucho de sí.

—Entonces... Lariña, ¿eh? —murmuró Diego, elevando sus cejas a un mismo tiempo.

—A ti no te sale —me mofé.

—Bueno, el caso es que yo aquí veo cosas...

—Pue eso que tú eres miope —se burló su amigo.

—¡Exacto! Hasta un ciego ve que esto no es un simple ligue, si no duráis más que estos tres meses entonces dejaré de creer en el amor definitivamente.

Amor.

Una palabra tan pequeña, tan solo cuatro letras, que lo abarcaba absolutamente todo.

El amor tiene tantos significados como personas hay en el mundo, pues cada una tiene su forma de entenderlo. Lo que para unos es amor, no tiene que serlo para los otros y viceversa.

Lo que todos tenemos claro es que el amor mueve el mundo. El amor, aunque suene cursi, puede cambiarlo todo.

—Estás poniendo esa cara —señaló Demian, señalándome con su dedo índice de manera acusadora.

—¿Qué cara?

—Esa que pones cuando te das cuenta de algo.

No sé si admiraba u odiaba que fuera tan observador.

—¿Y de que me he dado cuenta según tú? —inquirí, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—De qué estás mas enamorado de lo que creías —sonrió, asintiendo con la cabeza—. Ha sido mencionar la palabra amor y tu cabeza voló, no hace falta decir a dónde, creo que es obvio.

El amor es un riesgo que por primera vez estaba dispuesto a correr.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now