Capítulo 17

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Fernando Camacho

La sensación de vacío en el estómago se hace presente cuando al abrir los ojos no veo a Lara a mi lado. Su ropa no estaba. No había rastro de ella.

Mierda.

Jodida y putísima mierda.

Esto podría ser tranquilamente una escena de una película americana, de esas que a la gente le hace gracia, pero por desgracia se trataba de la realidad. Yo como protagonista sería pésimo, aunque mi vida pareciese una película de vez en cuando, seguro que era de los que se morían antes de llegar al final... Con la suerte que tengo es probable que hasta el director y guionista de la película me odie.

Y la protagonista también. Pues la protagonista huye de mi, sin querer verme la cara, sin querer hablarme y sin darme ni la más mínima explicación.

Mierda una vez más.

¿Y si solo estoy haciendo drama? ¿Y si realmente le ha pasado algo grave y se ha tenido que ir corriendo?

Maldigo para mis adentros (y no solo para mis adentros), mientras corro al baño para darme una ducha, me quejo todavía más cuando en vez de salir a una temperatura ambiente, el agua sale helada. Me había levantado con mal pie, estaba siendo una mañana horrible, solo esperaba que no fuera a peor.

¿Pero podía ir a peor?

Bueno, por mala suerte, las cosas siempre pueden ir a peor.

No me entretengo, soy rápido (o al menos lo intento) y en menos de media hora ya estoy duchado, vestido y prácticamente peinado. La camisa me apretaba, la llevé a regañadientes porque quitarla y ponerme otra sería perder más tiempo y no podía permitírmelo. El tiempo vale oro, no se puede desperdiciar así por así.

Mi coche seguía en el aparcamiento en el mismo lugar que ella lo había dejado. ¿Es que se había ido en taxi? Maldición, aun por encima se gastaba dinero.

Respiro, repitiéndome mentalmente que debo de tomarme las cosas con calma y no ir a ciento cincuenta por la carreta, intento no mirar demasiado la velocidad. No sería la primera vez que me multan y no sería la última, en la carretera no me gustaba ir despacio. Si, no estaba bien, si más de uno me viera conduciendo se santiguaría. Mi coche es mío, yo decido sobre él, por eso no dejo que nadie más lo conduzca.

O casi nadie.

Los recuerdos de anoche me hacen apretar ligeramente el volante e inevitablemente levantar el pie del acelerador. Lara, con la vista en la carretera, sus labios formando una sonrisa. Todo en su rostro reflejaba que le gustaba, tan solo por un momento me olvidé que el coche era mío.

No dudo en dirigirme al restaurante de Zaid, era el único lugar en donde podría saber algo de ella, pues no sabía cuál era su hotel. ¿Lo había dicho? Si lo hiciera no me habría olvidado, estoy más que seguro.

Soy consciente de las miradas sobre mí en cuanto entro en el restaurante, pero a mi no me importaban en lo más mínimo, estaba ahí por alguien más.

—¿Lara está aquí? —pregunté, apoyando mis manos sobre el mostrador. El chico tras este abrió la boca y me miró confuso—. Lara, la chica de prácticas que vino de España. Es muy guapa... Y torpe.

—Oh, si —sus mejillas se sonrojaron al mismo tiempo que mi ceño se frunció—. Ya sé de quien hablas, ella está dentro, si quieres puedo...

—Gracias —lo interrumpí. No esperé a que dijera nada más y rodeé el mostrador para entrar, sabía que no tenía ningún derecho pero Zaid no me lo iba a reclamar, quizá me pondría mala cara y al explicarle de que se trataba sonreiría y me vacilaría.

Entro en la cocina como si fuera lo más normal del mundo, varios de ellos detienen su función para mirarme con impresión.

Oh, vaya, Fernando Camacho en la cocina, ¿no nunca visto?

No tardo en dar con ella, está de espaldas pero su culo es fácil de reconocer, ninguno allí se parecía. Su pelo estaba recogido, como el de todas, supongo que por cuestión de higiene o algo similar. No estaba ahí para analizarla.

—Lara —la llamo, acercándome a ella con las manos dentro de mis bolsillos.

Ella se toma dos segundos antes de girarse.

—Nando —asiente ligeramente con la cabeza a modo de saludo.

—¿Estás bien..?

—¿Por qué no habría de estarlo? —inquirió, elevando una ceja—. No podía llegar tarde al trabajo.

—Porque... —aprieto los labios, notando como mira a su alrededor con incomodidad. No quería hablar del tema—. No estabas y me preocupé, solo eso. Lo siento por venir de esta manera a interrumpir, no era mi intención.

Sus ojos me miran mientras niega con la cabeza, pero su mirada no me dice demasiado, solo me deja con más dudas de las que tenía.

—¡No os lo vais a creer! ¿Habéis visto el lujoso coche que está aparcado en...? Oh —ambos volteamos a ver a la chica que entró en la cocina con euforia, pero al verme se calló de inmediato.

Sonreí de lado al saber que estaba hablando de mi coche.

—Ya me voy —susurré, pasando una mano por mi cabello—. Te enviaré ropa para que puedas cambiarte y no tengas que estar con la de ayer.

Quería besarla.

Me moría de ganas.

Pero como sabía que eso no le gustaría porque estábamos en la maldita cocina del restaurante, me limité a inclinarme y dejar un beso en su mejilla.

—Que tengáis buena jornada, chicos, lamento la interrupción —aclaré mi garganta antes de salir.

No podía girarme para volver a verla, ni fijarme en sus expresiones, en la cara que puso al hablarle o cualquiera cosa que tuviera que ver con ella.

¿Acababa de joder algo?

Al menos estaba bien, podía dejar de preocuparme, ¿no? Solo era una adulta responsable que se preocupaba por su trabajo... ¡Mierda! A diferencia de mi, que no había pisado la empresa por venir a verla.

Papá me iba a matar, estaba más que seguro, pero había valido la pena.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now