Capítulo 10

227 20 3
                                    


Lara Gutiérrez

Estados Unidos es mucho mejor de lo que me gustaría admitir en voz alta.

Así como en las pelis americanas, que lo pintan de la mejor manera posible. Pues así es en la realidad, al menos para los ojos de una gallega que nunca había recorrido demasiado mundo.

Estaba tan embobada con el lugar, el ambiente y todo, que no me paré en las cosas malas que me podría suponer. Empezando por el inglés. Lo más necesario cuando llegas a un país es saber el idioma, yo inglés sabía el que había aprendido en secundaria y poco más, hasta las redacciones las había copiado todas del traductor y me estudiaba las preguntas del examen oral (aún sabiendo que me las harían en una "conversación", yo ya tenía las respuestas aprendidas porque espontáneas no me iban a salir). Estaba perdida. Nadie querría a alguien así trabajando en su local.

—Tú debes de ser Lara —me sonrió uno de los hombres en cuanto entré al restaurante, me había quedado tan atontada pensando en mis cosas que casi me olvido para que estaba aquí.

—Si, esa soy yo —confirmé.

—Mi nombre es Yago, aunque no lo parezca soy el jefe de cocina, estoy más que encantado de tenerte por aquí —me brindó una sonrisa que me llenó de confianza.

—Te llamas como el novio de mi mejor amiga, bueno, él es Iago, con i latina, pero es casi lo mismo —me obligué a mí misma a callarme antes de decir alguna estupidez más. 

Era mi jefe, no mi amigo.

Y para mi desgracia parecía divertido escuchándome, le había parecido simpática.

O tonta.

Quizá solo le había parecido una niña idiota que no sabe qué hacer con su vida y que además habla por los codos si está nerviosa o si le das cuerda. Si, esa soy yo.

—Te presentaré a los chicos y chicas con los que pasarás los próximos meses, más os vale llevaros bien porque de lo contrario tendréis que veros las caras aquí igualmente y el trabajo se os hará más pesado —hizo una mueca con los labios, como si lo dijera por experiencia propia.

Tuve que morderme la lengua para no preguntar. Yo no iba al chisme, el chisme venía a mi.

—¡La nueva! —exclamó una chica al vernos entrar en cocina, llevaba el pelo recogido, pero en este destacaban algunas mechas imitando los colores del fuego.

—Ariadna, no incordies ya el primer día, por favor —pidió una segunda, poniendo los ojos en blanco—. Perdónala, es bastante pesada. Mi nombre es Belinda, si, como la cantante y actriz que está de moda, ella es Ariadna como...

—No necesito comparaciones, soy única e incomparable —dijo la misma, extendiéndome su mano—. Ariadna, como mi amiga bien dijo.

—Yo soy Lara —me presenté mientras tomaba su mano.

—Oh, y por cierto, Belinda ni siquiera debería de considerarse actriz, quiero decir... Es pésima en la actuación, se le pasa por alto por ser ella, pero bueno, en mi humilde opinión ya el título de cantante le queda grande.

—Ariadna es número uno en criticar, sólo espérate a que conozca algún famosillo con tu nombre y leerá las noticias sobre este todas las mañanas para así contártelas durante el trabajo —explicó Belinda, haciendo un gesto con sus manos—. Cuando Belinda y Nodal se separaron estuvo una semana entera hablando del tema y de todos los posibles motivos de la ruptura, es una pesada.

—Solo soy curiosa, no me lo tengas en cuenta, vivo de la vida de otras personas porque la mía no tiene el suficiente drama —habló, tratando de defenderse—. Lo más interesante de mi día es... No sé, irme a dormir por las noches y soñar con algún modelo de anuncio de colonias.

Me carcajeo de solo escucharla, sin duda íbamos a llevarnos bien, tenía todo lo que necesitaba para conectar conmigo. Al menos ya sabía que no estaría sola, que esta chica hablaba por los codos y al parecer siempre tenía tema de conversación, era diversión asegurada.

—Chicas, lamento interrumpir, pero el jefe ha venido —apareció en mi campo de visión Yago, aunque no lo escuché antes irse, debía de estar demasiado concentrada en mis compañeras.

—¿El jefe...?

Ariadna soltó una risita mientras negaba con la cabeza.

—Has venido a hacer las prácticas aquí, ¿y ni siquiera sabes para quien trabajas?

—Bueno... —mis mejillas se calentaron por la vergüenza. La verdad es que no tenía mucha excusa y si le contaba todo el drama que tuve antes de venir para aquí se reirían de mí el primer día.

—Zaid Vélez es el propietario del restaurante, viene acompañado de su amigo Fernando Camacho —explicó Yago, sin alterarse—. ¿Lara a donde....?

Antes de que termine la oración ya estoy saliendo de la cocina, no era consciente de mis movimientos hasta que estuve frente a él. No pasó desapercibido el magnate Vélez, que según tenía entendido residía en España con su novio y sólo viajaba en ocasiones puntuales, tuve la buena suerte de encontrármelo porque en persona es mucho más guapo que en internet.

Fernando no parecía sorprendido de verme allí, fue suficiente para conectar todas las cosas que habían quedado a medio flotar en mi cabeza. Todo tenía sentido ahora. Él le daba sentido.

—Ha sido cosa tuya —susurré.

Él pareció pensárselo, pero finalmente asintió.

—Antes de que te enfades déjame decirte que...

—Gracias —lo interrumpí—. Si no fuera por ti estaría todavía encerrada en mi habitación llorando, gracias a ti estoy en un país nuevo y con la ilusión de empezar con mi sueño.

—Te lo debía, Lariña.

Jader, que bien suena de sus labios. Quiero escucharlo decir mi nombre todo el maldito tiempo, por favor.

—No, no me debías nada y aún así lo has hecho —chasqueé mi lengua, di un paso hacia atrás, esta vez mirando a Zaid—. Lo siento por interrumpir, ya me retiro, espero que disfruten de la comida.

—Quédate —dijo este—. Nando me habló de ti.

Él recién nombrado casi se ahoga ahí mismo.

—Es decir, del viaje que hizo a España —se corrigió—. En donde entras tú y esos detalles que me ahorraré porque ya conoces la historia.

Claro que me conocía la historia, era la puta protagonista de ella.

Me mordí el labio, volviendo a mirar a Nando, esta vez con la seguridad de que algo más estaba pasando entre nosotros, algo de lo que ni siquiera nos estábamos dando cuenta.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now