Capítulo 38

147 17 5
                                    


Lara Gutiérrez

Me senté frente a él como si no estuviera en la terraza del restaurante en el que trabajo, sus ojos me miraban expectantes, sabía la razón por la cual estaba ahí.

—Tenemos que hablar —dije.

Las tres palabras que ponen en alerta a cualquiera.

—Si lo dices así parece el principio del fin —murmuró con diversión, pero la sonrisa pronto se desvaneció de sus labios—. No me jodas.

—No, hombre no, puedes estar tranquilo.

Vuelve a respirar con tranquilidad de forma notoria y en cierto modo eso también me alivia a mi. Estábamos ahí por las buenas, de eso no había duda, solo esperaba que nada se torciera.

—No quiero ser una carga para ti —le hice saber—. Sé que te gusto, tú a mi también, muchísimo, pero entiendo que vas a formar una familia con alguien más y no quiero incomodar.

—Lariña, tú jamás serías un estorbo para mi —susurró, tomando mi mano sobre la mesa—. Calíope no quiere nada conmigo, si me deja ser el padre de su hijo lo seré porque no soy un cobarde, sino voy a aceptar su decisión. Pero entre ella y yo jamás habrá algo más, entiende que yo solo quiero tener algo contigo, algo real, sin juegos esta vez.

Sabía que lo decía por mi última acusación. Había insinuado que igual que había jugado con ella también podría jugar conmigo, sabía que no, pero en aquel momento las palabras habían salido solas de mi boca. Este era el claro ejemplo de que las palabras pesaban incluso días después de haberlas pronunciado.

—No pienso realmente que vayas a jugar conmigo —murmuré por lo bajo, casi avergonzada—. Cuando dije eso no estaba pensando, sé que eres una buena persona y que tratas de hacer siempre lo correcto. No hay maldad en ti, Nando.

Sus labios se estiran en una sonrisa, por suerte las palabras también tenían el poder de curar lo que otras palabras habían herido. Pequeñas tiritas que ayudaban a cicatrizar.

—Pero en el caso de que tuvieras que elegir...

Iba a decirle que la escogiera a ella, con ella iba a tener un hijo, tenía prioridad.

Pero fue rápido en interrumpirme.

—No tengo que elegir —me cortó—, pero si tuviera que elegir tú serías la única opción.

Ahora soy yo la que se queda en silencio ante esa gran declaración, dándome a entender que para él siempre iba a ser yo.

—Te quiero —susurra, sus ojos me miraban con duda, temiendo equivocarse al decir eso.

Me quiere.

Y la verdad es que yo no quería mucho. Solo quería a alguien que me brindara lo mismo que él. Risas. Coqueteos que me dejen sin palabras. Buen sexo. Una taza de café cada mañana (pero sin ser amargo). Caricias inocentes. Miradas llenas de magia, como las suyas. Desafinar las canciones de Taylor Swift. Degustar una buena comida. Hablar de todo y de nada.

Sin darme cuenta, en cada cosa, lo pensaba a él. Porque con Nando había teñido momentos que se habían vuelto mis favoritos en poco tiempo. Él, se había vuelto mi favorito.

—Mierda, lo he dicho en un mal momento, no debí de ser tan apresurado...—se lamentó—. Ahora estás pensando en las mil maneras de irte corriendo, no me sorprende.

Sin poder evitarlo dejé escapar una risa. Nando era incluso tierno cuando se preocupaba, eso lo hacía todavía más especial.

—No, bobo, de eso nada —negué con la cabeza—. Ha sido la ocasión perfecta, es la mejor manera de terminar la conversación que estábamos teniendo.

—¿Eso significa que está todo bien entre nosotros? No quiero que queden hilos colgando, son peligrosos en las relaciones.

—¿Quién ha hablado de relaciones? —me mofé.

Sus mejillas enrojecieron al tiempo que se aclaraba la garganta. Lo había puesto en un compromiso porque dijera lo que dijera iba a poder rebatirlo.

—Está todo bien entre nosotros —aclaré—, al igual que me encantaría tener una relación contigo, Nando, es una gran manera de pedirlo.

—¡No! No se supone que esta es la manera de pedirlo, te juro que me salió solo.

De eso me había dado cuenta.

—¿Eso significa que no quieres una relación conmigo? —fingí un puchero.

—¿Qué? ¡No! —sacudió su cabeza—. Quiero decir, no significa, no que no quiero una relación contigo. Yo contigo lo quiero todo menos las distancia, por favor.

Una vez más vuelta a reír, me levanto de mi silla para así sentarme en sus piernas y abrazarlo. Sus brazos rodean mi cintura y tiran de mi cuerpo para pegarme al suyo.

—Te quiero, Nando —susurro, con la cabeza escondiendo en el hueco de su cuello.

Por unos instantes pienso en la posibilidad de que no me haya escuchado, pero pronto la descarto porque noto como sus latidos se aceleran. Los míos también lo hacen, como si quisieran responder a la llamada de los suyos. Dos corazones conectados, una conversación sin necesidad de más palabras.

Su mano ascendió hasta mi cabeza, se cerró en mi nuca para separarme de su cuello y guiarme hasta su boca. Ahogué un jadeo en sus labios cuando se fundieron con los míos, así daba gusto besarse.

Quería que todos los besos fueran así. Quería que todos los besos me los diera él.

—Lo más delicioso que he probado jamás —susurró para después volver a tomar mi labio inferior entre sus dientes y succionarlo.

—Nando...

—Lo sé, perdón —rozó su nariz en mi mejilla antes de tomar distancia—. No estamos dando muy buen ejemplo, pero eso es lo de menos.

—Para ti, porque no trabajas aquí.

—Estás en tu descanso —señaló.

—Y haciendo una escenita contigo en la terraza —reí, sabiendo que era de todo menos correcto.

¿Pero quien querría hacer lo correcto cuando la otra opción se trataba de Nando?

Absolutamente nadie, ni siquiera yo.

Me levanté de sus piernas, ganándome una nalgada de su parte.

Lo que me faltaba.

—Me cuesta mantenerme alejado de tu culo durante mucho tiempo, lo siento —alzó sus manos con inocencia.

—Se sabía —rodeé los ojos con fingida molestia.

Era Nando, no se necesitaba más.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now