Capítulo 2

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Lara Gutiérrez

Normalmente estoy súper irritable cuando hay clases, pero últimamente es un no parar, me siento más estresada que nunca y las perfectas de mis compañeras no hacen más que empeorar mis mañanas. Son todas muy majas, que conste, al menos la mayoría de ellas (siempre hay alguna excepción) pero siempre conseguían que me sintiera menos que ellas y eso no estaba bien. Yo era igual de eficiente que ellas, estábamos estudiando lo mismo y por ende aprendíamos al mismo tiempo.

—Lara, nos vamos poniendo las pilas que hoy viene a comer alguien importante y no podemos quedar mal —me apuró el profesor, mientras se limpiaba las manos en el mandilón—. ¿Nos acordamos del menú, la organización y todo?

—Si, llevamos preparando esto más de una semana, repitiendo las comidas todos los días para que no haya ni el más mínimo fallo...

—¿Eso que escucho son quejas? —inquirió alzando una ceja en mi dirección.

Si, claro que si.

No tenía ni idea de quién era esa persona tan importante que venía a comer este día pero desde que se enteró no paraba de repetir lo perfecto que tenía que ser para que después no fuera por ahí hablando mal de nuestra comida y demás. En fin, si tan tiquismiquis era que fuera a los mejores restaurantes del país y no al centro superior de hostelería que era donde nos estábamos formando.

—Recordemos, crema grelos como entrante. Bacalao a la gallega de primer plato.

—Y yogur natural con frutos secos de postre —recordé, evitando poner los ojos en blanco—. ¿Estás seguro de que ese es el menú indicado? Por el amor de Dios, quedará súper decepcionado con semejantes cosas.

—¡Lara! —exclamó ante mi repentina sinceridad—. Vuelves a hacer un comentario así y te encierro en la cocina, eres un peligro cuando abres la boca.

Si, solían decirme eso bastante a menudo.

—Ya sabes cómo es, Tommy —murmuró con burla Carla, quise lanzarle un trapo a la cara nada más escucharla.

Tommy

¿De dónde había sacado esas confianzas para llamarle así al jefe de cocina, eh?

O le hacía la pelota o se lo estaba follando, no había más opciones posibles.

—Considera la opción de que no salga ella a servir, somos muchas las jóvenes guapas, además de disfrutar de la comida también disfrutará de las vistas. Lara no es lo que un magnate quiere ver, ella es muy... normalita.

Normalita va a ser la hostia que te voy a dar.

Pero bueno, al menos tenía un poco más de información sobre esa persona que venía. Lo que me hacía desconfiar seriamente de si esta tía se estaba envolviendo con un hombre que le doblaba la edad, porque sabía detalles que los demás no...

Un magnate.

¿Por qué un magnate iba a venir aquí, joder? Es que todavía no me cabía en la cabeza.

Me quejaría todo el día por lo mismo, claro que si, por culpa de este señorito estaban las cosas como estaban. Por una parte yo también me quería quedar encerrada en la cocina, pero por otra me picaba la vena de curiosidad por saber quién era.

Decidí ignorar a esos dos y me escaqueé de la cocina en la que estaba para dirigirme a la otra, seis estudiantes estaban allí preparando ya todo, ahora me sentía una desubicada por sólo estar observando.

—Lariña, esta no es tu cocina —murmuró Antón al verme, llevaba el delantal hecho un asco, pero preferí no ser descortés porque era uno de los que me caía bien.

—¿Y que harás? ¿Echarme fuera u obligarme a hacer yogur? —me burlé, haciendo que pusiera los ojos en blanco.

Había sido el primero en quejarse del postre que les tocaba hacer y la verdad es que lo entendía a la perfección.

Si, el yogur estaba bien pero para comer en casa un domingo, no para servirle a un magnate. Entiendo que hay que parecer humildes pero con la cantidad de buenos postres que se pueden hacer me parece de lo más soso.

—¿Por qué no vuelves a tu cocina a hacer crema de grelos? —fue su turno de burlarse.

Bien, la crema de grelos también era sosa, no tenía argumentos para defenderla.

Definitivamente no íbamos a quedar como el mejor centro de hostelería, el chaval igual se iba un poco decepcionado de aquí.

—Volveré solo porque no me queda más remedio, la semana que viene termina el curso... ¡Y déjalo ir! —solté un suspiro exagerado para dar media vuelta y salir de allí, quedaba poco para la hora de comer y por ende teníamos que ir haciendo la comida.

Mis dos compañeras ya estaban en ello así que no tardé en unirme, como mucho daríamos la cara seis o siete personas y la responsabilidad caería sobre nosotros.

Íbamos a necesitar más que suerte.

Una vez que estuvo listo lo emplatamos de esa manera tan fina que tenían los hosteleros, ni que esto fuera un restaurante para pijos...

—Lara, tienes el delantal manchado de crema... —informó Tomás, arrugando la frente. Ya, colega, es que yo no doy órdenes como tú, yo tengo que hacer la comida y tal...

Antes de que pudiera responderle entró en cocina Pepe, uno de los camareros de la estancia del restaurante.

Si, el centro superior de hostelería tenía su propio restaurante, era obvio que la comida que hacíamos no se tiraba ni tampoco la comíamos toda nosotros. Había gente que pagaba por probar lo que nos novatos cocinábamos.

—¡Están entrando! —informó.

—Bien, ya sabéis cómo debéis de comportaros, con respeto y profesionalidad —indicó antes de volver su mirada a mi, considerando realmente dejarme en la cocina—. Te diría que te quites eso, pero conociéndote te distraerás con cualquier tontería y no saldrás junto a tus compañeros... Así que venga, todos fuera.

Sonreí por mi victoria y salimos en fila india para situarnos cerca de la barra con las manos entrelazadas delante de nuestros cuerpos.

La puerta se abrió, un hombre de cuarenta y tantos años al que no conocían ni en su casa entró con una sonrisa en los labios.

En los míos se dibujó una mueca, me esperaba algo diferente.

Pero antes de que mis ilusiones cayeran del todo, lo siguió un joven de veintitantos, con la misma sonrisa descarada que los cretinos que tanto me gustaban. Vestía con ropa cara y llevaba gafas de sol, que nada más entrar al establecimiento se las quitó.

Madre mía.

El tío era guapo a rabiar.

El tío era Fernando Camacho.

Dueño de mi vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora