Capítulo 9

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Advertencia de contenido: Esta capítulo contiene una escena de violación camuflada de sexo. Si, violación, porque aunque no se describa como de costumbre, ella no dijo que si en ningún momento y NO DECIR SI TAMBIÉN ES NO.

Fernando Camacho

La vuelta a Estados Unidos no era algo que deseara, pero era algo necesario. Como adulto que, desgraciadamente, era tenía mis responsabilidades y no podía decirle a mi padre que se encargara de todo.

Él ya no estaba en el negocio, pero en el fondo seguía estándolo, por supuesto. Una cosa no se hacía si no era aprobada por él, seguía teniendo el control de todo a pesar de que quien tenía que dar la cara por la empresa era yo. Mamá también pensaba que era lo mejor, pues yo era un inexperto y todavía tenía mucho que aprender, lo haría con el tiempo.

Lo peor es que tenían razón, si me lo dejaran a mi probablemente hundiera la empresa en menos de una semana.

Estaba en Estados Unidos, si, pero mi cabeza todavía no había aterrizado, esta seguía en España y en todo lo que se había quedado allí.

—¡Nando! —el grito femenino que escuché nada más cerrar la puerta me sobresaltó, por un momento había olvidado que Calíope se había quedado con las otras llaves.

—Hola —saludé, tratando de sonreír—. ¿Cómo sabías cuándo llegaría?

—No eres el único que tiene sus contactos —me guiñó un ojo mientras se acercaba a mi, sus brazos rodearon mi nuca para acercarme a su boca y dejarme un casto beso en los labios—. ¿Estás muy cansado del viaje? Te noto tenso.

—Creo que lo estoy —admití—, al igual que creo que tú podrías ayudarme con eso.

—Yo creo que deberías de dormir —aconsejó, pero hice caso omiso y llevé mis labios a su cuello, inmediatamente lo ladeó para dejarme un mejor acceso.

—Dormí lo suficiente durante el vuelo —mentí, deslizando mis manos por su cuerpo, sentí su respiración volverse pesada ante mi tacto.

Mis dedos hicieron presión en sus muslos antes de alzarla del suelo y pegar su espada a la pared. Su vestido me dejó el camino libre cuando fingí una embestida, chocando mi cuerpo con el suyo.

—Nando...

Inspiré su aroma, sintiéndome mareado por la difusión de la realidad y mis pensamientos.

—Solo llámame Nando —pedí—, hay poca gente que me llama así y me gustaría que tú fueras una de esas personas.

—Un placer, Nando —susurró, sin despegar sus ojos de los míos.

Lariña, Lariña...

No eres tú a quien tengo en mis brazos pero podemos pretender que si, ¿no?

—Vamos, amor... —susurré sobre su piel, apartando la tela de sus bragas hacía un lado para así acariciar su feminidad. Doblé ligeramente mi pulgar, sintiendo su clítoris palpitar bajo este. Hice presión al moverlo, ni siquiera escuché su respuesta, sentí mis oídos sordos por unos instantes.

Pero no fue el único, los dedos alrededor de su muslo también habían presión. Fue suficiente para darme cuenta que tenía que parar antes de que eso fuera a más.

Yo no era así. Por mucho que quisiera tener sexo no haría tal cosa. Mis padres me habían educado con unos valores que yo no tiraría a la basura solo por un calentón. Suficiente imbécil me sentía ya, me estaba aprovechando de su enamoramiento, ¿qué mayor violación había que eso?

Acomodé su ropa, sintiéndome un hijo de puta, y dejé que sus pies tocaran suelo. Su mirada estaba perdida, pero en cuanto le acaricié la mejilla volvió a enfocarla en mi.

—¿Por qué has parado?

—Porque la tensa ahora eras tú.

—Eso no es cierto.

—Si que lo es y no pasa nada —besé su frente—. Te habría hecho daño si seguíamos y yo no quiero hacerte daño. Por eso es mejor que te lleve a casa y pretendamos que esto no ha pasado.

—Pero Nando, yo puedo...

—No —interrumpí—. No quiero excusas, tienes que ser sincera porque la vida no es un juego... Y eso —nos señalé a ambos, soltando un suspiro— tiene que acabarse.

Sus ojos me observan con incredulidad y repara en cada una de mis facciones, analizándolas.

—Tienes a alguien más —susurró.

—Calíope...

—No, no te lo estaba preguntando, te conozco y sé que es así —asintió ligeramente con la cabeza—. ¿Vale la pena?

—Si —susurré—, no la conozco demasiado pero puedo asegurar que es de las que si valen la pena.

Esbozó una sonrisa triste, casi dolida. La entendía y me dolía un mundo verla así, pero ambos sabíamos que era lo correcto y que ya debió de haber pasado hace mucho tiempo.

—Espero que tengas suerte y que no te rompa el corazón, te mereces ser feliz.

—Tú también te mereces ser feliz, así que no pongas esa carita, por favor —pedí—. Sé que los primeros flechazos son una mierda pero todo se supera.

—Eso suelen decirlo los tíos que son guapos y que atraen la atención de cualquiera.

—Calíope, eres una chica preciosa, si no estuvieras tan enfocada en mi te darías cuenta de que a tu alrededor todos te miran —no mentía en absolutamente nada—. Así que abre los ojos y permítete disfrutar de la vida, por favor... Prométeme que lo harás.

—Ni que fuera a quedarme llorando por ti —intenta burlarse, pero la tristeza sigue reflejada en sus ojos—. Te lo prometo, Nando.

Espero que lo cumpla, verdaderamente no quiero ser su primer desamor.

Intento convencerla, pero ella me asegura que necesita espacio y que no le vendrá nada mal caminar un rato. Los dos sabemos que caminar no es su punto fuerte y que no tardará demasiado en llamar a un taxi, pero aun así respeto su decisión porque no soy quien te interferir.

Cuando me encuentro solo me paso una mano por el cabello y arrastro la maleta hasta mi habitación para después entrar al baño, no me vendría mal llenar la bañera y ahogarme en ella. Mientras el agua corre, llenándola, marco el número de Zaid.

Lara no tardaría en empezar sus prácticas y estaba casi seguro del lugar en que las haría.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now