Capítulo 24

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Lara Gutiérrez

No he tenido demasiadas citas en mi vida, pero de haberlas tenido podría decir que esta había sido sin duda la mejor. No voy a negar que por momentos pensé que todo se tambalearía, pero supimos encontrar el equilibrio y eso es lo que vale.

Nando era un diez.

La comida era un once.

Había sido claro desde un principio y me había dado a entender que no me quería solo para disfrutar los tres meses que estuviera aquí, de lo contrario no hablaría tan abiertamente de futuro y de la importancia de la igualdad.

Podría haber sacado mi lado socialista, podría haber debatido sobre el tema del dinero, podría ponerme a hablar de política y criticar a todos los que tenían varios ceros en la cuenta bancaria. Pero no lo hice, sorprendentemente preferí razonar.

—Antes de venir aquí estuve hablando con mi padre sobre ti —me hizo saber.

Mierda, a eso le llamo yo ir rápido.

—Espero que no le hayas dicho muchas cosas malas —murmuré divertida.

—Descuida, no sabe que arruinaste mi camisa favorita —respondió en un mismo tono.

—Te compraré otra camisa —evito poner los ojos en blanco, aunque ganas no me faltan.

—No necesito otra camisa, me has regalado algo mucho mejor sin siquiera pedírtelo —me sonríe, sus ojos se achinan ligeramente y me quedo embobada mirando las pequeñas arrugas que se forman a ambos lados de sus ojos—. Además, ¿para qué me vas a comprar una camisa si me prefieres sin ella?

Solo Nando sabía pasar de un estado tierno a soltar frases para nada inocentes.

—Tú no acabas de decir eso...

—Oh, desde luego que lo acabo de decir y no tengo problema ninguno en repetirlo si así lo prefiere la señorita —me guiñó un ojo con cero disimulo, haciéndome reír.

Punto para él, no podía ir contra eso.

—No me quieras enredar con tus juegos, ¿qué le has dicho a tu padre?

—Créeme que me dijo él mucho más —chasqueó su lengua contra el paladar de su boca—. Mi padre es un hombre que antes de hablar se informa. No me sorprendería que te hubiera investigado, es algo que hace más a menudo de lo que crees, con socios, empresarios y gente que conoce del estilo.

—Pero yo no soy nada de eso —me defendí.

—No, tú eres mucho más que eso, podrías tener el poder de destruirlo todo si te metes en la familia, entenderás el riesgo.

—Tu padre me ve como una amenaza.

Ya la había cagado, adiós a la aprobación familiar.

Era obvio que se esperaban a alguien más de su nivel en la familia, solo había que ver la pareja que hacían sus padres, ambos empresarios exitosos, con los mismos sueños, los mismos intereses... ¿Nando y yo que teníamos? Nada, absolutamente nada. Nuestra historia de amor iba a ser poco atractiva para quien la leyera.

—Mi padre te quiere en la dichosa cena, ¿sabes lo que significa eso? Que para él ya eres la ideal —me hizo saber, dejándome tonta.

Se había hablado mucho de esa cena, siempre era portada de revista y hacían un programa especial en la televisión para comentarlo desde fuera, porque era un evento privado de esas familias más cercanas de la élite. En realidad nadie sabía lo que se hablaba allí, pero a la gente le gusta soñar e inventar, así que se hacen suposiciones y se da por hecho que así es, pero nadie nunca ha salido a confirmar o desmentir, así que seguirá siendo un misterio para nosotros los mortales.

Oh, otra cosa que hacen es comentar el atuendo de cada persona, ni que fuera la fashion week y alguien les pidiera opinión.

—¿Y que es lo que quieres tú, Nando? —inquirí, sosteniéndole la mirada.

Sus ojos ahora parecían más oscuros que anteriores ocasiones y esta vez no podíamos culpar a la escasez de luz porque el restaurante estaba muy bien iluminado, quizá demasiado.

—A ti, lo demás ya veremos.

Me quiere a mi.

A mi.

Estoy notando bastante azúcar en el postre y creo que me gusta, a pesar de no ser fan de lo dulce, estaba más que encanta degustándolo todo. ¿Podía repetir?

—A mi ya me tienes —me sinceré.

—Me encargaré entonces de que siga siendo así —sonrió, levantándose—. Vamos, Lara, la noche es joven y los temas polémicos todavía no han terminado por hoy.

—¿A que te refieres? —pregunté, imitando su acción para dejarme guiar por él. La gente detuvo sus acciones para mirarnos, no me sentí intimidada por nadie allí presente, es más, se sentía bien tener miradas encima solo porque si.

—A que querrás tirarme de los pelos y no en el buen sentido.

—Eso no puedes saberlo a ciencia cierta.

—Uhm, creo que podría poner la mano en el fuego por ello, te conozco lo suficiente como para saber que vas a reaccionar de esa manera.

Y quizá tenía razón, solo quizá; pero yo no iba a dársela en aquel momento. Era orgullosa, no diría lo contrario, me gustaba salirme siempre con la mía. El problema es que Nando cojeaba de la misma pierna, pues había sido un niño de papá toda su vida, nadie le levantaba la voz ni le contradecía, ¡solo faltaría!

Con eso llegué a la conclusión de que cualquier cosa entre nosotros iba a ser interesante...

Vaya que si, sobre todo cuando vi que nos dirigíamos a su piso.

—Pensé que había quedado claro cómo eran las cosas en la primera cita.

—No vamos a tener sexo, soy un caballero y respeto las decisiones que tomas.

Dijo ningún hombre nunca.

—¿Entonces por qué vamos a tu piso?

—Porque me gustaría que te quedaras en él durante tu estadía aquí, no tendrías que pagar como en el hotel, te sale más rentable y te aseguro que te gustará mucho más... Tú ya has estado en él, puedes hacerte una idea.

—No voy a quedarme en tu piso.

¿Estaba loco o había bebido demasiado? ¿Cómo se le cruzaba semejante idea por la cabeza?

—Sabía que dirías eso —admitió, soltando una carcajada.

No fue un motivo válido para él, que tenía arte de convicción en las venas y no dudó en soltarme un rollo sobre las ventajas y desventajas de quedarme en su piso a quedarme en el hotel.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now