Capítulo 7

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Fernando Camacho

No había bebido demasiado y aún así tenía un dolor de cabeza insoportable al día siguiente. No había hecho nada de lo que tenía pensado; no me había emborrachado, ni me había traído a ninguna chisca al hotel... Pero fue una gran noche porque estuve en la mejor compañía.

Una sonrisa tonta se me dibujó en los labios cuando me miré en el espejo del baño, estaba despeinado y con cara de recién despertado.

Lariña, Lariña, Lariña...

Si, pude habérmela traído a mi habitación, pero Lara no era una persona que quisiera para una noche. Ella se merece mucho más de mí y de cualquiera. Tiene mirada soñadora, como en las películas malas, y se merece ser la protagonista de una.

Yo no era muy fan del cine, pero creo que con ella me podría ver unas cuantas, o crearlas, ¿quien sabe?

Intenté no tardarme demasiado con la rutina de cada mañana, al igual que intenté no pensar demasiado en Lara... Pero había cosas imposibles, ¿no? Esta era una de ellas, esa chica tenía algo que me hacía querer pensar en ella todo el tiempo.

—Pensé que dormirías hasta más tarde —indicó Liam cuando me vio salir—. Me imagino que querrás desayunar, o más bien comer porque ya estamos en el mediodía.

—Si —asentí ligeramente con la cabeza—, conozco el lugar indicado para hacerlo.

No refutó nada en mi contra, se dejó guiar por mi, esperando que lo llevara a algún restaurante lujoso o del que hablaran bien por la zona. Es lo que habría hecho en cualquier otro momento, pero había hecho una promesa a cierta gallega que no pensaba incumplir. Mañana me volvería a Estados Unidos y quería dejar este asunto solucionado. Ella no se merecía eso así que iba a salvarla, al fin y al cabo, como su amiga había dicho, se había metido en eso por mi culpa.

La cara que puso Liam cuando llegamos al centro superior de hostelería fue un cuadro. No se lo esperaba para nada.

—¿Tanto te gustó que te tirasen crema que quieres volver? —inquirió, confuso, pero a la vez tirando del humor.

—No, me gustó quien me la tiró —admití, regalándole una sonrisa ladeada—. Por ese detalle la expulsaron, así que me toca solucionar eso de alguna forma.

—Lo de salvar damiselas en apuros no es tu estilo, Fer —señaló con evidencia.

—No, pero todos tenemos que hacerlo de vez en cuando. Te lo recomiendo, Liam, quizá así no llegues a los setenta sin echar un polvo.

—Hijo del demonio —maldijo al escucharme, haciéndome reír.

Como siempre, Liam tan cariñoso con los suyos...

Eso no lo habría dicho delante de mi padre, es un hecho, aunque quizá razón no le faltaba.

A Tomás también le sorprendió, lo vi ojear desde la puerta de la cocina, pero salió poco después bastante apurado. Había pocas personas en la zona del restaurante y no reconocí a ninguno de los que estaban sirviendo, pareciera que los habían elegido a propósito.

—Fernando, no me esperaba que volvieras a visitar nuestro restaurante, es un gusto tenerte aquí una vez más —se acercó a saludar, muy respetuoso, cualquiera le pondría una sonrisa mientras le agradecía. Yo no, me mantuve serio mientras me miraba.

—¿Dónde está Lara? —pregunté, aunque sabía la respuesta quería escuchárselo decir a él.

—Expulsada, como debe ser, no tienes que preocuparte por ella.

—Me preocupo —le hice saber—. Porque no solo venía a comer, también me interesa hablar contigo de ella.

—Desde luego, cuando termines de comer podemos ir a otro sitio y hablar.

—No será necesario porque seré breve —finalicé la conversación y miré a Liam para preguntarle que le apetecía comer.

Este no tardó en decidirse y yo tampoco, al menos esta vez no había nada líquido de por medio, ni tampoco personas torpes sirviéndonos.

—Creo que no sabes dónde estás metiéndote —me advirtió—. El poder es peligroso en las manos equivocadas.

—Mía manos nunca será equivocadas —señalé.

Comimos con tranquilidad, hablando poco, comentando alguna que otra cosa que nos pareció necesaria pero sin entrar tampoco en detalles. Al terminar lo dejé disfrutando de su postre mientras me levantaba para ir a hablar con Tomás, él me miraba expectante, esperando a que yo empezara con la conversación. No sabía siquiera si iba a ser una conversación, tampoco es que tuviera ganas de escucharlo.

—El error no lo cometió Lara, así que por ende estás tú ahora cometiendo uno. Voy a ser breve —me pasé una mano por el cabello. Papá siempre decía que eso mostraba informalidad y que debía de evitarlo en algún tema serio o importante. No consideraba que ese tipo fuera a juzgarme por un acto tan inocente así que no le di importancia—. Vas a pedirle disculpas y le dejarás hacer las prácticas en Estados Unidos.

Frunció ligeramente su ceño, no estaba entiendo nada y yo no me quería molestar en explicárselo.

—¿Por qué ven Estados Unidos? Ni siquiera sé si ese destino estaba en su lista...

Porque así la tendré cerca durante los tres meses que duren sus prácticas.

Porque así podré ir a verla a ese restaurante con la excusa de ir a comer o a cenar.

Porque sabía que me dolería la cabeza si no volvía a verla más.

—Me da igual si está o no está en su lista. Vas a mandarla a Estados Unidos a hacer las prácticas, ¿entendido? —sonreí con falsedad y no esperé una respuesta por su parte—. Espero que si porque para la próxima no solo serán palabras.

—¿No va a escribir algo malo en la hoja de reclamación o...?

—¿Tú que te crees, que soy un turista? —chasqueé mi lengua contra el paladar de mi boca—. No, de hecho dejaré una muy buena reseña halagando a Lara. Recuerda lo que te dije y no sumaré a eso una mala opinión sobre tu incompetencia.

Se mordió la lengua para no responderme, sabía que no debía de hacerlo. Se limitó a asentir y decirme que así mismo sería.

Tampoco es que tuviera opción.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now