Capítulo 11

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Fernando Camacho

Le había dicho a Zaid más cosas de las que me gustaría, ahora todas ellas jugaban en mi contra porque estaba en peligro si Lara las escuchaba.

A veeer, tampoco para tanto. Solo le había dicho que ella me llamaba la atención, que me gustaba, y eso cualquiera lo podía ver, incluso ella. Sin embargo, yo no era de decir que las personas me gustaran, por eso había marcado la diferencia y por eso Zaid quería allegarme más a ella.

No podía ser el único del grupo que estuviera soltero, que tragedia.

—Siéntate a comer con nosotros —pidió, dándome una mirada de "te estoy ayudando, así que no la cagues", yo evité poner los ojos en blanco—. No me digas que no, Lara, recuerda que ahora soy tu jefe y no quieres llevarte mal conmigo.

Ella abrió la boca, buscando mi ayuda con la mirada. Me encogí de hombros sin saber que decir, así era Zaid, y la verdad es que esta vez no quería contradecirlo porque en el fondo deseaba que ella se sentara a mi lado para comer.

—Tiene razón —asentí, señalando con la mirada a mi lado—. Ven, te prometo que no es ningún drama comer con nosotros.

—Mis compañeros me van a coger manía si me ven el primer día sentada con mi jefe, no es una buena idea.

—Que le jodan a tus compañeros, sienta tu culo —pedí.

No habían sido las palabras adecuadas, eso seguro, pero fue suficiente para que me hiciera caso.

Zaid estaba aguantándose las ganas de reír, era un hecho, la manera en la que apretaba los labios lo delataba.

—Tranquila, no van a pensar que me gustas, ni que estás aquí por haberte acostado conmigo si es lo que te preocupa —murmuró con burla—. Me gusta Killian y, para mala suerte para el mundo, no tengo ojos para nadie más.

—Eso ha sonado muy gay de tu parte —murmuré burlón en su dirección.

—Cállate, hetero.

Me carcajeé sin poder evitarlo, Zaid podía ser muy serio en reuniones pero a la mínima que salía era un completo payaso. Al igual que era el único con suficiente madurez en el grupo o, lo que es lo mismo, todo lo contrario a mi.

—Berta, tráenos lo de siempre, que sean tres —señaló a Lara con la mirada—. Tenemos compañía hoy, hay que impresionarla con la mejor comida.

—Zaid es partidario de que a las personas se las conquista primero con el estómago —le hice saber.

—Zaid es un tipo inteligente.

Claro, ¿qué le iba a gustar a una cocinera más que la comida?

Esperaba que yo.

Yo podía gustarle más.

A mi también podía prepararme y luego comerme, estaba seguro de que sus manos se sentirían bien...

—Lo es —aclaré mi garganta, moviéndome en mi lugar, intentando que mi polla no se levantará en aquel jodido momento—. Dime, Lara, ¿en dónde te estás quedando?

—Bueno, ahora mismo en un hotel, no he tenido tiempo para buscar un pisito por la zona. Tendré que hacerlo si no quiero gastarme más dinero del que tengo.

—Hay pisos libres en mi edificio, si quieres puedo contactar con el dueño —ofreció Zaid.

El dueño era él, pero quería ir de humilde.
Después del altercado que tuvo con la filtración de las cámaras de seguridad se encargó de que no volvería a pasar, compró absolutamente todo el edificio. Las personas que vivían en este se lo agradecieron, al parecer nadie tenía muy buena relación con el antiguo dueño.

—No puedo permitirme un piso en donde tú vives —soltó una risita mientras negaba con la cabeza. Llevaba el pelo recogido en una coleta y se movió ante su acción.

—Tú quizá no, pero yo si —aseguré, volviendo mi mirada a Zaid—. Consíguele un piso, que no esté cerca del tuyo.

Por si acaso.

—Tranquilo, yo no estaré demasiado por aquí —murmuró divertido al darse cuenta de mis intenciones—. Vivo en España, ¿recuerdas?

—Es difícil olvidarlo —suspiré—. ¿Qué tal Santiago de Compostela, eh?

—Bueno... Viene muchísima gente por lo del camino de Santiago, pero si no fuera por eso solo sería otro pueblecito abandonado. La catedral es la que mantiene la ciudad viva, al igual que la universidad, la competencia con A Coruña es más que obvia —relató, disfrutando de todo lo que decía—. Oh, mención aparte las fiestas universitarias todos los jueves.

—¿Quién hace fiesta los jueves?

—¡Los de Santiago de Compostela! —alzó sus cejas, divertida.

Su risa acompañó la mía, hasta podría decir que se combinaban bien. Tenía una risa contagiosa, de esas que da gusto oír. Podría pasarme toda la vida escuchándola reír y cada vez me gustaría más que la anterior, podía asegurarlo.

Entonces recordé a Zaid.

Zaid se lo contaría a Killian.

Killian armaría una historia de amor porque tenía complejo de cupido, algo en lo que era idéntico a su madre.

Papá me había contado mucho sobre Fiamma y su tendencia a querer juntar siempre a todo el mundo. Lo gracioso es que sus intuiciones nunca fallaban y las parejas siempre salían adelante. Como la de mis padres. Aunque ellos ya se atraían, fue Fiamma quien les incitó a dar el paso definitivo con una cena, con la cena.

Me quedo pensando mientras la miro hablar con Zaid. Sus rizadas pestañas, su sonrisa dulce, ella. Su acento gallego al hablar, la forma de mover sus manos para expresarse, ella.

La historia se repetía de nuevo. Debe de ser cierto el refrán ese que dice "de tal palo, tal astilla", porque al igual que a mi padre me estaba atrayendo una chica que venía a Estados Unidos a hacer sus prácticas, como mi madre años atrás.

Pero mi madre no se quedó. Al terminar sus prácticas volvió a España y dejó a papá con el lecho vacío durante meses. Si, terminó regresando, ¿pero si no lo hiciera?

¿Y si Lara se iba y no quería regresar?

Tal vez lo suyo siempre sería Santiago, esto no era más que un impulso para su carrera, da igual las estrellas todas que le pueda ofrecer en el cielo si ella ya tiene las suyas propias.

Y eso me dejó con un sabor amargo en la boca, que ni las mejores comidas de ese restaurante pudieron sacarme.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now