Capítulo 15

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Fernando Camacho

Sería fácil culpar al alcohol.

Decir que no quería realmente besarla, que las palabras habían salido de mi boca así por así y que mi intención no era elogiar su culo como lo hice, que mis descarados intentos por ligar con ella eran en vano, que no se me hacía la boca agua al verla, ¡que sé yo! Podría mentir en absolutamente todo, porque solo serían mentiras baratas.

Pero la realidad era que todo lo que había hecho era porque así lo sentía.

Lara me atraía más de lo que me gustaría admitir en voz alta, no era un secreto. Tenía algo en ella que me impedía mantenerme lejos.
Quizá ya me había embrujado y salir del encanto ahora sería complicado, nunca antes me había encaprichado así de alguien. Si, salí con mujeres y también con hombres, tenía que experimentar mis gustos y mi sexualidad, pero nunca hasta el punto de querer ver a alguien día si y día también.

Lara estaba siendo una excepción y no me estaba importando.

—¿Me enseñarás el departamento? —preguntó, mirándome sobre su hombro cuando entramos.

—Te enseñaré mi habitación —indico, posando una mano en su espalda baja para guiarla.

Ni siquiera me había molestado en encender las luces, se veía gracias a las farolas de la calle que iluminaba a la distancia y al gran ventanal que tanto había insistido en tener. Una vez dentro es ella quien cierra la puerta detrás de su cuerpo y también quien tira de mi para volver a besarme, se me escapa un sonido de aprobación de los labios, que pronto es ahogado en su boca.

Dicen que el alcohol nubla los sentidos, pero los míos los nubla ella.

—Dime solo una vez más que no estás borracho —pidió, tras morderme el labio inferior.

—No estoy borracho —susurré.

No lo estaba. Si había algún rastro de alcohol en mi sistema ella se había encargado de quitarlo. Estaba espabilado por ella, ella me obligaba a tener mis sentidos alerta y no dejar que se me pasara nada por alto.

Sus besos ligeros, eróticos y persistentes me devuelven a la realidad. Se estaba esforzando por estar a mi altura, ni siquiera me había agachado para recibirla. Con ganas de remediar mi error bajo mis manos a sus nalgas para levantar su cuerpo del suelo, ella jadea debido a la sorpresa y yo me trago un gruñido por lo bien que se siente su bien definido culo bajo mis dedos.

—¿Vas a...?

—Follarte —interrumpí, besándole ese punto en el cuello que le hizo ladear la cabeza a mi antojo. Sus labios se entreabrieron al instante y lo único que recibí como respuesta fue su incontrolada respiración.

Había pensando tantas veces en eso en tan poco tiempo... Que la realidad casi me parecía una ilusión.

Caminé con su cuerpo entre mis brazos hasta la cama sin romper el contacto de mi lengua recorriendo su piel. Lo hice solo cuando la acosté en la cama y me separé para apreciarla allí tumbada, con su pelo esparcido por el colchón y su pecho subiendo y bajando.

Me miró y una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. Entonces hizo lo que me dejó sin respiración: se arrodilló en la cama y se quitó ella misma la ropa, mirándome a los ojos en todo momento, haciéndome saber que se estaba desnudando para mi.

—Lara...

—Cállate, Fer —exigió, llevando su mano a mi nuca para llevarme de nuevo a sus labios. Me dejé llevar de nuevo por ese dulce sabor que se estaba convirtiendo en mi favorito, sus manos fueron ágiles en quitarme la camisa y dejarla caer al suelo como si no tuviera la más mínima importancia.

Sus cálidos dedos acariciaron mi piel y cuando se separó para observarme repasó también mis tatuajes. No sé quién de los dos estaba más fascinado, si ella o yo.

—Joder, esto no hace justicia a las fotos de tu Instagram —suspiró, bajando por mi abdomen hasta enganchar sus dedos en mi cinturón.

—No sabía que habías mirado mis fotos.

—Se supone que no deberías de saberlo —me miró sobre sus pestañas con aquella sonrisa cómplice que tanto me empezaba a gustar.

Saber que lo había hecho me daba más seguridad, al menos tenía interés en mí, se había molestado en buscar mi nombre en las redes para ver mis fotos. Mordí mi labio para contener la sonrisa tonta que se me quería dibujar, y la observé mientras se deshacía de mi pantalón.

—Túmbate —pedí, dejando caer la prenda al suelo y quedando solo con aquel jodido bóxer que no hacía más que estorbar.

Ella accedió a mi petición y yo aproveché para tomar de la mesita un condón, le separé los labios con mi dedo pulgar y lo dejé sobre su boca para que lo sostuviera con cuidado. Sus ojos, ahora más oscuros que nunca, accedieron a ello.

Volví a besar su cuello, colando mi mano por su espalda para desabrocharle el sujetador con dedos temblorosos. Se suponía que esa no era una tarea difícil, pero por un momento casi me desespero. ¿Por qué demonios estaba tan nervioso? Solo se trataba de Lara.

Y es que quizá eso fuera mi perdición. Se trataba de Lara y no de cualquiera otra, por eso estaba nervioso, por eso estaba ansioso, por eso temía hacer la mínima cosa mal, por eso solo quería que fuera su mejor polvo. Casi me río de mí mismo, yo nunca había tenido semejantes pensamientos, no estaba allí para hacerle competencia a nadie, solo para complacerla a ella.

Deslicé mi lengua hasta sus pecho, una vez liberados, y rodeé su pezón con extrema lentitud. No iba a ir rápido, no me permitiría desperdiciar ni un solo segundo, quería aprovechar hasta lo más mínimo.

No sabía que pasaría mañana, ni la semana que viene, ni después de estos tres meses. No sabía si ella se quedaría aquí o volvería a su país. No sabía siquiera si esto era para ella una opción.

Así que tenía que aprovechar el tiempo.

Dueño de mi vida Where stories live. Discover now