Prólogo.

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Prólogo

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Prólogo.

(Adrián).

Había pasado algún tiempo desde que dejé de soñar con recuerdos tormentosos que alteraban las sombras de mi pasado. Sin embargo, en el momento que tomaba un vuelo de regreso a Puerto Rico, cada recuerdo convertido en una pesadilla estaba más latente que nunca...

🪶

Era un día lluvioso, gris y brumoso. Me encontraba en el balcón de la casa de los padres de Jesse cuando hablaba con Marcella, mi madre adoptiva.

—Pero no quiero quedarme aquí —le dije con timidez al bajar la cabeza, mostrándole respeto, aunque tan solo era un niño asustado y maltratado que buscaba respuestas ante tantas incógnitas en la infancia.

—Lo sé y lo entiendo —Marcella se agachó al posar sus manos sobre mis hombros—, pero debo ir a trabajar en el hospital y no puedo dejarte solo mientras hago mi trabajo —se lamentó, mostrando una expresión de impotencia—. Sé que no te gusta estar rodeado de personas, pero si ambos queremos que siempre estés conmigo y que no me remuevan tu custodia, los dos debemos esforzarnos un poco mientras las cosas mejoran. ¿Lo entiendes? —sujetó mis mejillas y me hizo mirarla a los ojos—. No puedo permitir que regreses a un orfanato. No quiero perderte, mi pequeño príncipe.

Aunque era tan solo un niño, podía comprender muchas de las cosas que ella me decía debido a mis circunstancias y la malicia que había adquirido en el hogar de niños de donde procedí.

Quizá muchas personas no lo sabían o vivían en sus mundos perfectos lejos de las preocupaciones ajenas, pero en muchos orfanatos las cosas no eran color de rosa. El abuso y el maltrato físico y emocional eran la orden del día en diferentes hogares de niños. Y, para mi mala suerte, había pasado por la lamentable experiencia.

—Es que tengo mucho miedo de quedarme aquí —le dije a Marcella entre lágrimas. Más bien, era una confesión, pero ella no lo sabía ni había caído en la cuenta de lo que le decía.

—¿Por qué? —frunció el ceño y me miró con atención—. ¿Los señores Montenegro no te agradan?

—No es eso —volví a bajar la cabeza y tragué hondo al jugar con mis dedos, esquivando sus ojos.

La realidad era que ellos no eran los que me trataban mal, a pesar de que el señor Enrique era abusivo con la señora May. Más bien, el problema era Jesse, el hijo de ambos, quien también había vivido en un ambiente hostil por el constante maltrato de su padre hacia su madre.

Jesse había aprendido sobre la actitud narcisista de su padre gracias al hecho de que su madre lo aguantó por mucho tiempo y este lo normalizó en su vida hasta materializarlo y tomar las mismas actitudes. Más bien, las empeoró hasta que también tuve la desgracia de tener que soportarlo por mucho tiempo.

MCP | La Especialidad ©️Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt