Capítulo 29.

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Capítulo 29

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Capítulo 29.

—Madre, Padre... —Adrián frunció el ceño desde su posición—. ¿Qué hacen aquí? ¿Acaso estaban escuchando toda la conversación?

—¿Nosotros? —mis suegros intercambiaron miradas, como si Adrián los hubiese pillado.

—Sí, ustedes —Adrián enarcó las cejas.

—Por supuesto que no —el doctor Andrés Wayne salió en defensa suya y de su esposa—. Apenas estábamos llegando a la oficina. Además, nos dijiste que querías vernos.

—Sí, para reunirnos como de costumbre —reafirmó Adrián—. Aunque no pensé que vendrían antes de lo estimado.

Mis suegros intercambiaron miradas y luego miraron a Adrián con una sonrisa convincente.

—Yo los dejaré para que hablen —Gloria se apresuró a decir, avisándonos que se retiraría de la oficina.

—Está bien —abracé a mi amiga y posé un beso sobre su frente—. Ya verás que encontraremos una solución. No estás sola en esto, ¿está bien?

—Sí, está bien —Gloria asintió con más seguridad—. Iré con él entonces.

Asentí y ella se marchó de inmediato. Sin embargo, luego de unos minutos, cuando los padres de Adrián tomaron asiento al otro lado de su escritorio, el ojiverde no dudó en levantarse de su lugar de trabajo como dueño y señor para dirigirse hacia una mesita donde se hallaba una cafetera, preparando varias tazas de café.

—¿Sucedió algo que deba saber para que estén aquí antes de lo estimado? —Adrián indagó al regresar con las tazas de café.

—Bueno, sinceramente, fue mi idea venir a verte antes, mi pequeño príncipe —le dijo Marcella.

—¿Y eso por qué? —Adrián frunció el ceño y me guio hasta su lugar de asiento, donde hizo que yo me sentara mientras él se mantuvo en pie, dándole varios sorbos a su taza de café.

—Es que no sabemos cómo explicarlo, hijo —prosiguió mi suegro—. Pero nos sentimos tan emocionados en estos momentos y...

—"¿Emocionados?" ¿Qué les sucede? —se preocupó de repente.

—Resulta que vinimos antes de lo estimado para ver a la doctora Doménech. Estamos emocionados de saber cómo está mi nieto —dijo Marcella un poco eufórica, causando que Adrián espurriera el café.

—O sea, no vinieron a verme a mí, sino a saber de eso —el ojiverde enarcó las cejas, ofendido.

—Mi pequeño príncipe, claro que también vinimos a verte —los ojos de Marcella parecían enternecidos—. Pero también queremos saber del nuevo pequeño príncipe.

—Muchas gracias a ambos por procurar por el bebé —les sonreí y posé mi mano sobre mi vientre, recostando la espalda sobre el respaldar del asiento del jefe.

—Esto es el colmo —Adrián se quejó por lo bajo y le dio otro sorbo a su café—. Ahora resulta que todo gira en base a ese intruso.

—¿Qué has dicho, hijo mío? —preguntó mi suegro, curioso del comportamiento que se estaba guardando para él mismo.

—Nada, papá —soltó un suspiro—. Además, ¿cómo es que ya asumen que será un niño? Tengo la grata esperanza de que será una niña. Eso de "mi nieto" o "nuevo pequeño príncipe" está por verse.

—Discúlpenlo, es que se estresa demasiado con este asunto —les dije.

—Lo sabemos —mi suegro enarcó las cejas, observando a su hijo con diversión—. Durante todo este tiempo, para nosotros siempre ha sido solo nuestro hijo Adrián, así que estamos disfrutando la idea de que quizá tengamos otro niño igual.

—Dios, había olvidado que todas estas ventanas están completamente selladas —Adrián se giró sobre sus pies, dándonos la espalda.

—Wayne... —lo reñí.

—Solo digo que será niña —zanjó—. Creo que será más fácil para mí sabiendo toda mi jodida situación.

—Bueno, eso está por verse —dijo mi suegro.

—¿A qué te refieres, padre?

—Hablé con el obstetra y me aseguró que la próxima semana es muy probable que sepamos el sexo del bebé.

Percibí que Adrián se tensó mientras miraba el exterior a través de las ventanas acristaladas, tomándose su taza de café.

—Lo sé —dijo por lo bajo.

—¿Lo sabías? —fruncí el ceño—. ¿Por qué no me habías dicho eso?

—Lo supe hoy. Ya sabes, cuando hace un rato te fuiste de aquí —me dijo, causando que mis suegros se ruborizaran, entendiendo que habíamos tenido intimidad—. No te lo comuniqué en el momento porque estabas cumpliendo con tus horas de turno.

—Entiendo.

—Pero, sí, es muy probable que muy pronto sepamos si es niño o niña —me dijo Adrián, mostrándose más tenso de lo normal.

—Bueno, ¿y cómo manejarás este asunto personal con lo laboral? —le preguntó mi suegro—. De todas formas, la doctora Doménech tendrá que informar sobre su estado de embarazo como protocolo hospitalario. La junta directiva lo sabrá.

Adrián se giró sobre sus pies y miró a sus padres con seriedad. Luego me miró a mí y suspiró.

—Primero, esperaremos que la próxima semana estén listos los nuevos análisis sobre el bebé. Luego, ya me encargaré de ese asunto.

Sus padres asintieron en silencio, aunque se mostraban un poco preocupados por su hijo, lo cual era más que comprensible. Era perfectamente consciente de que, aunque ellos estuvieran muy contentos y emocionados por mi embarazo, también estaban al tanto de lo que ocurría con Adrián en cuanto a su carrera médica.

Por una parte, me sentía feliz por el hecho de que sería madre y de que él, el hombre de mis sueños, sería el padre de mi bebé. Sin embargo, por otra parte, tenía un poco de temor y algunas preguntas que agolpaban mi psique:

«¿Cómo reaccionaría Adrián al enterarse del sexo del bebé?».

«¿Se molestaría sobremanera si fuese un varón?».

«¿Mi embarazo afectaría su imagen ante la junta directiva y su carrera médica como jefe y dueño del «Hospital General de Puerto Rico»?».

«¿Existirá alguna forma de que ambos podamos salir airosos de la situación?».

MCP | La Especialidad ©️Where stories live. Discover now