Capítulo 19.

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Capítulo 19

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Capítulo 19.

(Adrián).

Al día siguiente, me desperté más animado para reanudar mis labores en el hospital y continuar reorganizándome con mis deberes como director del departamento de cirugía y como jefe y futuro dueño del «Hospital General de Puerto Rico». Para mí era todo un sueño y un logro que estaba a punto de alcanzar cuando se oficializara por completo. Tantos años de estudio y de trabajar duro había rendido sus frutos y eso me hacía sentir pleno en el ámbito profesional.

Me encontraba en la oficina del penúltimo piso. Tenía varias reuniones en el día y sabía que debía comenzar lo antes posible para ganar un poco de tiempo. La enfermera Garret, conociendo todo el proceso antes de yo proceder, me preparó una taza de café, como de costumbre, y se dirigió hacia el escritorio donde me encontraba.

—Doctor Wayne, aquí tiene su café. Más leche que café con cuatro de azúcar —me entregó la taza con mucho cuidado.

—Gracias, Garret —le di un leve sorbo al café, pero puse los ojos en blanco al escuchar que el teléfono junto al escritorio volvió a sonar por enésima vez—. Al parecer estos días seguirán siendo interminables y molestosos.

—Así es, pero a pesar de eso, usted parece de buen humor —enarcó las cejas, sorprendida de mi calmado comportamiento.

—Supongo que me voy acostumbrando a todo esto —me encogí de hombros y miré todo a mi alrededor—. Es decir, soy el director del departamento de cirugía, jefe y propietario de este hospital —suspiré—. Sin mencionar que seré padre, así que supongo que estoy asumiendo la responsabilidad de todo lo que conlleva ser yo.

Alba Garret engrandeció los ojos ante mis palabras, aunque entendía su reacción, ya que nunca me había escuchado expresarme tan decidido y abierto.

—Creo que hay mejoras en usted, doctor Wayne.

Fruncí el ceño, sin entender completamente a qué se refería.

—Y no me refiero al ámbito laboral, porque usted es magnífico en lo que hace como médico cirujano y como profesional en general —se acercó con una tierna sonrisa maternal y posó su mano sobre uno de mis hombros, presionándolo con calidez—. Me refiero a lo emocional, a cómo ha logrado esforzarse para ser una mejor versión de usted mismo.

—¿Cómo lo sabe? —la miré un poco sorprendido.

—Wayne —sus ojos destellaban con orgullo—, no olvide que lo quiero como a un hijo. Me doy cuenta de muchas cosas.

—Es cierto —le devolví una sonrisa irónica, porque tenía razón.

Alba Garret siempre había sido una mujer muy inteligente y emocionalmente fuerte. Luego de la pérdida de su único hijo, el cual tuviese mi edad en el momento, ella se dedicó por completo a su trabajo. Por ende, a mí.

—Garret, no me gusta inmiscuirme en los asuntos personales de nadie, pero... —carraspeé—. ¿Nunca has pensado en rehacer tu vida personal? Es decir, sé que tu trabajo lo es todo para ti y lo entiendo perfectamente, ya que siempre he pensado igual, pero desde que me han sucedido muchas cosas, me he planteado el hecho de que lo laboral no es lo único que puede llenarnos como personas.

—Si se refieres al amor —enarcó las cejas y lo analizó por unos segundos—, nunca me había detenido a pensarlo. Después de la muerte de mi hijo, solo me dediqué a trabajar para servirle a los demás. Sé que ha pasado mucho tiempo desde esa pérdida, pero si no es porque usted me lo menciona, no lo pensaría.

—Pues, debería —le dije con seguridad—. Sé que no soy su hijo, pero estoy casi seguro de que si la amó, él querría que usted también fuese feliz y tuviese una vida personal y amorosa de calidad.

Sonrió con cierta nostalgia y asintió. Sin embargo, sentía que era correcto que yo se lo dijera, puesto que ella también merecía ser feliz.

—Creo que tiene razón, Wayne.

—En realidad, no lo digo para que me dé la razón. Más bien, le digo todo esto porque creo que usted también merece ser feliz. Sé que amará a su hijo por el resto de su vida y hasta el día que se vaya de este mundo, pero intentar rehacer su vida personal no hará que lo ame menos, porque siempre estará en su corazón y en sus pensamientos.

—¿Cómo lo sabe? —me sonrió, aunque percibí que sus ojos se humedecieron.

—Porque yo también seré padre, ¿recuerda?

Nos reímos a la par y, sin esperarlo, sujetó mis manos con cariño.

—Ya verá que será un excelente padre. No ha nacido, y al igual que la doctora Doménech, ya está exponiendo lo mejor de usted. Créame, estoy muy orgullosa en todos los aspectos. Sé que no ha sido fácil para usted llegar hasta este punto, así que tomaré en cuenta sus palabras de hoy, porque son muy valiosas.

—¿Así que antes no las tomaba en cuenta? —bufé—. Está despedida.

—No diga sandeces, doctor Wayne —se rio e intentó recomponer su compostura—. Siempre acato las órdenes que usted me indica como jefe.

—Sí, bueno, parece que siempre ha tenido que ser al revés —enarqué las cejas—. Por cierto, la voy a reincorporar para que busque a la señora Johanna Jiménez y la guíe hasta esta oficina.

—¿Qué? —engrandeció los ojos.

—Sí, ya conoce el camino hasta aquí, pero ya sabe que nadie tiene acceso si no es por alguien autorizado.

—No, no me refiero a eso. ¿De verdad está preparado para recibirla hoy?

—Sí, es una de las personas con las cuales me reuniré el día de hoy —coloqué mis manos sobre el escritorio y las junté con un porte profesional—. No se preocupe por mí. Estaré bien.

La enfermera Garre asintió lentamente y salió de la oficina para buscar a Johanna Jiménez, mi madre biológica.

«Tú puedes, Adrián». Me alenté mentalmente y suspiré profundamente. «Puedes hacerlo».

Después de esperar alguna minutos que me parecieron eternos, escuché que tocaron la puerta. Tragué saliva y mantuve una postura segura y profesional, a punto de volver a recibir en mi oficina a la mujer que me había traído al mundo en circunstancias que ninguno de los dos pedimos.

Sin embargo, Alysha y ese intruso me daban las fuerzas necesarias para continuar enfrentando mi pasado y seguir sanando mentalmente y emocionalmente.

MCP | La Especialidad ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora