Capítulo 35.

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Capítulo 35

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Capítulo 35.

Dejó a un lado un plumero que había extraído y tomó un producto llamado "Polvos de Miel" con sabor a frutas exóticas. Era una sustancia comestible y él no dudaría en usarlo sobre mi cuerpo.

—Uf, papi... —solté un suspiro al ver que se estaba quitando la camisa del uniforme quirúrgico, mostrándome su delgado y trabajado abdomen—. Por tu culpa y culpa de esas vistas es que estoy embarazada y literalmente atada.

Adrián soltó una sensual carcajada y negó con la cabeza, poniendo los ojos en blanco.

—Ya asumí mi culpa, pero un hijo no me impedirá reclamar lo que es mío.

Tragué saliva y me relamí los labios al ver cómo extrajo de un pequeño frasco el polvo de miel comestible, esparciéndolo con la yema de sus dedos por diferentes zonas erógenas de mi cuerpo, ya que, claramente, tenía la intención de concentrarse en esas áreas para jugar con mi placer.

Luego usó el plumero para causarme cosquillas en las zonas sensibles y para esparcir el polvo comestible con sabor a frutas exóticas por diferentes partes de mi cuerpo. Mis pezones erizados, mi cuello, mi vientre y la zona del pubis eran decorados por el producto que brillaba sobre mí.

Adrián se relamió los labios mientras observaba y se deleitaba del trabajo que había hecho sobre mi cuerpo. Luego terminó de quitarse el pantalón del uniforme quirúrgico junto a su bóxer y no dudó en pasar su lengua por cada parte de mi piel donde había esparcido el polvo comestible.

Me arqueé sobre el piano y no paré de gemir y decir su nombre una y otra vez, desesperada de tener su miembro adentro de mí. Sin embargo, él se tomaba su tiempo. Me lamía, me saboreaba, respiraba sobre mi piel y me acariciaba como si estuviese esculpiendo a la perfección una obra de arte con sus expertas manos.

Después agarró de la caja una botella de cristal con un líquido transparente, el cual era un aceite comestible para masajes con sabor a chocolate y toques cítricos. No dudó en verter la sustancia sobre mis pechos y mi viente, el cual ya se encontraba un poco abultado por el embarazo que cada día que pasaba era más evidente.

A continuación, colocó la botella de cristal a un lado y se dispuso a masajear y acariciar mis pechos, frotando mis pezones con el líquido que desprendía un olor a chocolate. Luego, sus manos se dirigieron hacia mi vientre, acariciando mi panza con suavidad, cariño y decisión.

Aunque estaba muy excitada y mi vagina húmeda para recibirlo, no pude evitar disfrutar de lo que mis ojos veían desde mi posición sobre el piano, el cómo sus ojos verdes observaban cada parte de mí mientras continuaba masajeándome.

Tenerlo entre mis piernas, admirando los movimientos de su trabajado cuerpo, me volvía completamente loca. Sin contar que su lado protector y sexoso se mezclaba en nuestro momento de intimidad. En realidad, me sentía mimada y amada.

—Veo que lo estás disfrutando más de lo que creí —me sonrió con sorna desde su posición al elevar sus manos desde mi vientre hasta mis pechos, frotando y masajeando mis pezones erizados.

Asentí y cerré los párpados por un momento, ya que el placer y la relajación que me hacía experimentar, me mantenía a gusto.

—Me gustas cuando estás tan entregada —se agachó entre mis piernas—, pero no te relajes tanto, porque te voy a comer y saborear, bebé.

Respiré profundo y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando Adrián dirigió su boca hacia mi húmeda vagina, lamiendo mis pliegues y succionándolos como si fuese una fruta prohibida. Luego abrió mi sexo con sus manos y su lengua invadió mi cavidad, torturando de placer mi hinchado clítoris y empapando sus apetecibles labios con mi excitación.

—Siempre sabes deliciosa, pero ahora papi va a jugar un rato —agarró la botella de cristal y vertió el aceite comestible sobre mi sexo, masajeándolo y lubricándolo más de lo que ya estaba.

Agarré su cabello con fuerza cuando introdujo sus dedos con facilidad, masturbándome mientras lamía mis fluidos con descaro. Gemí una y otra vez al sentir que sus dedos resbalaban en mi interior y que esto a la vez me causaba placer.

—Andy, por favor... —le supliqué al arquear la espalda sobre el piano, a punto de venirme en su boca.

—Eso es, Aly —me apremió al introducir sus dedos con más fuerza en mi sexo—. Suplícame, suplícame más.

—Por favor...

—No es suficiente —detenía los movimientos de sus dedos cada vez que estaba a punto de llegar al orgasmo.

—Adrián, por favor...

—Creo que puedes hacerlo mejor —volvió a introducir sus dedos.

—Papi, sí, sí...

—¿Qué? —otra vez volvió a detener sus dedos, dejándome en un torbellino de placer y descontrol.

—¡Por favor, hazme venir! —gemí con fuerza—. ¡Te lo suplico, papi rico! —mi respiración estaba agitada.

—A eso me refiero —volvió a recuperar la compostura al ponerse en pie entre mis piernas, escupió la palma de su mano y sus dedos y masajeó mi vagina para luego introducir su miembro con brusquedad, haciéndome gritar de placer e impresión.

Sus penetraciones comenzaron a ser contundentes y fuertes. Mi espalda resbalaba sobre la tapa fría del piano por el sudor. Mi respiración era entrecortada y mi vientre un poco abultado subía y baja al ritmo de mis gemidos.

Aunque Adrián apenas comenzaba embestirme, no aguanté las ansias de llegar al orgasmo. Sin embargo, cuando el ojiverde se dio cuenta de que no lo esperé, sonrió con arrogancia y continuó penetrándome como si no hubiese un mañana. Uno, dos, tres, cuatro y cinco, hasta sacar su pene erecto y volver a introducirlo para repetir el ritmo. No podía negarlo, era un castigo placentero.

—Te viniste y no me esperaste —susurró en mi oído al convertir mi cabello en una maraña envuelta en su mano—. Pero si apenas estamos comenzando.

«¿Acaso era premio o castigo?».

No lo sabía, pero se sentía jodidamente bien y liberador.

MCP | La Especialidad ©️Where stories live. Discover now